jueves, 31 de diciembre de 2020

Resumen 2020. Propósitos existenciales 2021.

Último día del año, una ocasión -o excusa- perfecta para escribir algo y compensar esas escasas once entradas del blog de este 2020. Mi gata maúlla como una desquiciada por el celo, hace un frío cortante en la calle, y yo llevo levantando desde las ocho escribiendo mails y buscando una portada adecuada para mi poemario, debido, entre otras cosas, a mi sempiterno insomnio. Parece un momento perfecto para ello.

    Entiendo que hay mucha gente que lo está pasando fatal, primero porque ha sufrido la pérdida de un familiar, porque ya no tiene trabajo o su negocio ha terminado en la ruina, o porque la hipocondría y la ansiedad/depresión ha hecho mella en su salud. Luego hay otros quejicosos que no se han sabido adaptarse a los cambios y se muestran frustrados y enfadados porque este año no ha sido normal y no pueden quedar con sus amigos o irse de fiesta todos los fines de semana. Pero para mí, aunque suene políticamente incorrecto, no ha sido un mal año. Tuve unos primeros meses en los que estaba obsesionado por informarme, en los que despotricaba contra el Gobierno continuamente, en el que todos los temas de conversación giraban sobre el coronavirus y sus consecuencias. Pero pronto entendí que era contraproducente, que me estresaba demasiado, por eso preferí concentrarme en las cosas que me importaban, es decir, mis proyectos literarios, y aislarme un poco. Ya tenía claro en abril que esto iba para largo, y que no íbamos a recuperar la normalidad en verano, ahora tocaba adoptar un perfil bajo, adaptarse a la situación, incluso buscar su parte práctica. Naturalmente todo eso ha sido gracias a que llevo años interiorizando la filosofía estoica, para los estoicos los problemas son oportunidades para mejorar nuestra templanza y serenidad, porque con la práctica se consigue relativizar todo, dominamos la emoción que nos provoca los conflictos negativos, aprendemos a gestionar cómo nos afecta -dado que no se puede cambiar el conflicto/problema exterior-. Si para algo puede servir esta entrada es para aconsejaros que leíais a los maestros estoicos, os ayudará mucho.

Pero como iba diciendo, también han sucedido cosas muy positivas que han estado lejos de mi control, por ejemplo, como ya había comentado el año pasado, llevaba dos años conociendo mujeres a través de Meetic y de Twitter. Relaciones que no me llenaban porque se reducían a cosificación sexual -normalmente mía- y charlas banales. No es que hubiera perdido la esperanza en encontrar pareja, pero ya no lo tenía como prioridad, vienen bien las épocas puntuales de soledad y con el proyecto de la novela -y de otras cosas- no lo echaba de menos. Pero a mediados de mayo una mujer contactó conmigo, empezamos a hablar, como curiosidad resulta que vivíamos prácticamente al lado, y así, poco a poco, nos fuimos conociendo. Llevamos casi siete meses juntos, y la verdad es que ha resultado genial contar con su compañía en esta época tan aciaga. Es una mujer maravillosa, y fue ella la que me animó a maquetar la novela, y la que, en cierta medida, me ha inspirado con el proyecto del poemario. Aunque claro, llamándose Helena, un nombre tan maravilloso, lo demás surge solo.

Con el trabajo el cambio también ha sido a mejor, he pasado de pedir una excedencia hace un año y desear que hicieran un ERE, al teletrabajo. Quizás para otras personas este cambio haya sido estresante, pero para mí trabajar desde casa ha sido una bendición: no pierdo tiempo en el transporte público y reconozco que la mayor parte del tiempo me lo paso en plan multitarea, escribiendo, leyendo o haciendo otras cosas mientras trabajo. No sé lo que va a durar -me refiero a que mi subcontrata no pasa por su mejor momento-, pero lo que dure bienvenido sea.

En verano aproveché para irme de vacaciones, ir a la piscina, y hacer pequeños viajecitos, como a Ávila, hasta que la cosa -sobre todo en Madrid-, empezó a ponerse peor. Pero me he permitido ir al cine a ver Tenet o comer fuera, etcétera, no he sido nada hipocondriaco, lo que no está reñido con ser prudente. En general, he intentado adaptarme a las circunstancias, hacer ejercicio, implicarme en proyectos, hacer cosas -dentro de las limitaciones-, nunca he visto como opción dejar mi vida en pausa hasta que todo vuelva a la normalidad. No creo en esa normalidad, creo que 2021 será un año de mierda, y aunque la vacuna sea efectiva al 100% a largo plazo, el virus no mute demasiado y la logística de este país funcione bien, las matemáticas no engañan: en verano no estará vacunado ni el 30% de la población, muy lejos de ese 70% necesario para la inmunidad de rebaño, ergo, otro año perdido. Además, este es un problema global, ¿y los demás países, y el turismo en un país que no ha podido comprar vacunas al nivel de la UE?. Y aunque todo fuera bien, luego está la crisis económica. Los fondos europeos ya se han rebajado de esos 144.000 millones que prometía Pablo Iglesias, hasta los 47.500 (37.000 a partir del 1 de febrero), pero nadie sabe con qué condiciones. En Madrid se habla de ampliar el metro, y tengo la sospecha de que todo ese dinero se irá a infraestructuras y proyectos urbanísticos opacos. A la gente que ha perdido su trabajo le esperan tiempos duros.

En cuanto a los proyectos literarios que he ido mencionando, ya he terminado mi poemario, ochenta páginas, una mezcla entre romanticismo intensito y sátira social, con toques de autobiografía decadente. Ya ha sido revisado por mis lectores cero, y toca el último tramo: maquetación, elección de portada y gestión por Amazon. En una semanas publicaré el enlace por aquí. También he estado liado con un ensayo sobre videojuegos; ya sé que suena muy atípico para lo que suelo publicar por aquí, pero fue algo que nació de forma casual, primero como una recopilación de reseñas de mis juegos favoritos que había publicado en mi otro blog, y poco a poco ha ido creciendo hasta alcanzar las casi trescientas treinta páginas; y todavía no lo he terminado. Tengo que revisarlo y buscar imágenes para acompañar cada reseña, pero al ritmo que voy en un par de meses estará terminado. Luego no sé qué tocara. Como he dicho implicarme en este tipo de proyectos es lo que me ha permitido pasar este año bastante relajado y ajeno -dentro de lo normal-, a toda la debacle que estamos viviendo. O sea que tocará embarcarme en otra novela. También me gustaría usar más este blog, le tengo cariño, aunque las redes sociales, hay que reconocerlo, son mucho más cómodas para los pequeños altercados con la página en blanco.

 Y supongo que nada más. Mis propósitos para este 2021 se podrían resumir en mantener un perfil bajo. Tener salud, leer más, este año solo he leído 71 libros, escribir mucho, amar mucho, mantener mi trabajo el tiempo que sea posible, ahorrar algo de dinero para atemperar las calamidades que se avecinan, escapismo vulgar en forma de cine de Marvel -y series-, la Nintendo Switch y redes sociales. Y alguna escapada en verano, si es posible a algún lugar con playa. El futuro se presenta calamitoso, y por eso mis anhelos van en una dirección más bien conformista, prudente, limitada por unas circunstancias que creo que van a ir a peor. O quizás no, y todo sea maravilloso, tampoco os dejéis convencer por mi estulticia decadente.

En cualquier caso, si algún lector descarriado sigue por ahí, os ofrezco mis mejores deseos. Espero que en este 2021 tengáis buena salud -qué curioso cómo han cambiado las prioridades-, y que logréis la sabiduría para mantener cierta templanza de ánimo, y lograr con algún pequeño proyecto personal que vuestra singularidad brille por encima de la alienación y el desconsuelo. Un abrazo a todos. Y alcoholizaros con convicción esta noche, brindad por vosotros mismos, este año ha sido duro, pero lo hemos conseguido.