viernes, 4 de octubre de 2019

Las 13 rosas, ¿otro mito de la izquierda?

Las 13 Rosas es el nombre con el que se conoce a trece jóvenes fusiladas el 5 de agosto de 1939 tras ser condenadas por un tribunal por participar en atentados terroristas. Pertenecían, en su mayoría, a las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) la rama juvenil del comunismo en España que aspiraba a implantar en nuestro país un régimen como el de la URSS, país desde el que se financiaban y al que había escapado, tras la Guerra Civil, su máximo dirigente: Santiago Carrillo.

Las JSU habían tenido una destacada participación en la represión republicana en Madrid durante la Guerra Civil. No en vano, esta organización política controlaba y dirigía directamente cinco checas (AQUÍ) -está perfectamente documentado en los papeles del PCE, con las direcciones exactas-, donde se torturó y asesinó a cientos de personas. Quienes las presentan como garantes de la democracia suelen olvidar, entre otros, este detalle: a ellas se les juzgó, pero ellas participaron en una organización que asesinó sin juicio a miles de personas y que, en el momento de ser detenidas, se había convertido en un grupo terrorista dirigido por José Pena, Severino Rodríguez y Federico Bascuñana. Las 13 rosas fueron condenadas a muerte, pero no estaba prevista su ejecución hasta que el 29 de julio de 1939 un comando de las JSU asesinó al comandante Isaac Gabaldón, a su hija Pilar de 16 años y al chofer que conducía el vehículo, Luis Díaz Madrigal. La acción terrorista decidió a la autoridad judicial a la ejecución de las sentencias de muerte que se encontraban paralizadas, Entre ese primer grupo de ejecutados también fueron fusilados cuarenta y tres hombres, donde se encontraba un joven de catorce años, sin embargo sus muertes no despertaron la misma repercusión que la de las mujeres.

Varias de ellas eran destacadas dirigentes y activistas del grupo terrorista en el que se habían convertido las JSU:
Ana López Gallego era la responsable de la rama femenina de las JSU. Recibía órdenes directamente de Manuel González Gutiérrez y había tenido una destacada participación en la organización del atentado frustrado que pretendían realizar durante el Desfile de la Victoria y que tenía como objetivo el asesinato de “la mayor cantidad de público asistente”, como declaró ante el juzgado la propia terrorista. Su cometido era el trasporte del explosivo, para ello se valía de jóvenes militantes de entre 15 y 17 años que por su edad, no levantaban sospechas.
Joaquina López Laffite fue la secretaria general del Comité Provincial de las JSU. Su casa se usaba para celebrar las reuniones de dicho comité y en ella se planificaron varios de los atentados que prepararon desde la organización juvenil comunista. Había organizado una red, en la que participaban varias de las 13 rosas, que preparaba a jóvenes comunistas para que intimaran con falangistas a los que sacaban información para señalar las víctimas de sus atentados.
Carmen Barrero Aguado era miembro del Comité Nacional de la organización y una de las personas de mayor responsabilidad en la toma de decisiones junto a Pena, Rodríguez y Bascuñana.
Pilar Bueno Ibáñez era la mano derecha de López Laffite en el Comité Provincial y el enlace de ésta con Barrero.
Dionisia Manzanero Salas era la responsable de mantener el contacto entre las diversas ramas del grupo terrorista y rendir cuentas ante Bascuñana, dirigente encargado de los comandos terroristas que perpetraban los atentados.

Ante estos datos que he encontrado en apenas veinte minutos leyendo artículos por internet sorprende que políticos, partidos y personalidades de diversos ámbitos sigan brindando homenajes a quienes se convirtieron en terroristas tras resultar derrotados en una guerra. Pero, ¿es esta la verdad, quién es inocente tras una guerra civil, hasta donde llega la malversación y manipulación de la historia de unos y otros? ¿Es Pío Moa un historiador veraz o un delincuente intelectual (AQUÍ)? ¿Es la izquierda una creadora de mitos y propaganda para tapar su derrota en la guerra y la desastrosa Segunda República? Dudas, dudas, dudas. Por tanto no me parecen tan extemporáneas las declaraciones de Ortega Smith, al menos, para los pocos que aún tenemos tiempo y curiosidad, nos estimula a leer e informarnos un poco más, aunque eso nos convierta en huérfanos de certezas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario