Voy a incidir mucho en equiparar amistad y relación sentimental, porque creo que lo ideal es que tu pareja también sea tu amiga. Cualquier relación compleja, duradera, empática y enriquecedora requiere dedicación; de hecho todo lo que merece la pena requiere cierto esfuerzo. La amistad empieza por en encuentro casual de afinidades y se mantiene en el tiempo gracias a la lealtad. La lealtad es estar ahí no solo en los momentos buenos, también en los malos, ser fiel a una corresponsabilidad con la otra persona. Creo que en las amistades de verdad existe cierto noble altruismo. Por desgracia en estos tiempos modernos hemos intoxicado cualquier incomodidad con etiquetas y excusas, como si las relaciones solo fueran un contrato comercial superficial, por eso duran tan poco las parejas y hay tanta ingratitud y egoísmos: nos tratamos como piezas de recambio: en cuanto una empieza a dar problemas la tiramos y compramos una nueva. Ponemos de excusa una mala experiencia, o cualquier ejemplo cercano de relación tóxica y abusiva para justificar reemplazar la empatía por una obsolescencia programada, lo cual, aplicable a las relaciones sentimentales, es la antítesis moderna del romanticismo, lo que produce cierta disonancia cognitiva.
El problema surge cuando nos cruzamos con gente especial, personas cuya afinidad no es tan fácil de conseguir, y terminamos menoscabando la relación porque no sabemos relacionarnos de otra forma. Y después de estropearlo con nuestras incongruencias, surgen nostalgias, soledades y ataques de orgullo estúpido. Pero incluso ahí la sociedad neoliberal tiene la coartada preparada: “Se fuerte y autosuficiente, no mires atrás”. De esa forma nos sentimos culpables y convertimos el dolor de la perdida -y da igual si el contexto es un amigo o tu pareja-, en una debilidad, es decir, un error de carácter que hay que eliminar.
El resultado son muchas personas con decenas de miles de seguidores en las redes sociales con los que hablan continuamente de chorradas, pero pocos amigos de verdad con los que poder compartir esos problemas existenciales que te desvelan de madrugada los domingos, a pocas horas de volver al trabajo. Es una soledad ruidosa y estéril, como la de esas personas que nada más llegar a casa encienden la televisión, aunque ni siquiera la vean, para tener algún sonido de fondo. Sucede igual en las relaciones amorosas: la moda es ser poliamoroso, eliminar el duelo y pasar página al día siguiente, criticar a quien sacrifica -atención a la connotación negativa- su energía en una pareja con problemas… lo que toca es ser práctico, eficiente con tu tiempo, como si tuvieras que dar los resultados anuales de tu empresa en una reunión de inversores. Pero, en mi opinión todo eso resulta contraproducente, y se convierte en una forma de embrutecimiento afectivo que nos aísla y limita.
Me gustó el comentario en curious.
ResponderEliminarLas relaciones humanas son complejas, se me escapan y las de hoy en día más...
Besos poeta.
Sí, ayer me sentí inspirado, y pensé que estaría bien incluirlo en el blog -aunque he reescrito algunas cosas-, por si alguien no me sigue en las redes sociales y solo lee mi blog. Creo que las relaciones humanas son cada vez peores, no puede ser lo mismo relacionarte por Twitter que cara a cara, no puede ser lo mismo meterte en Tinder que ir a una discoteca con tus amigos e intentar congraciarte con alguna mujer. Lo bueno del ser humano es su capacidad de adaptación, lo malo es que -y hay ejemplos históricos recientes-, esa capacidad puede ser denigrada, malversada, convirtiéndose en algo contraproducente. En cualquier caso cada generación tiene sus pros y sus contra, la tecnología nos puede acercar o deshumanizar, también hay algo de elección nuestra. En cuanto a la amistad, ya solo me queda un amigo, dos a lo sumo, no cuento a los que hace un año que ya ni veo: familia, trabajo, problemas, distancia… estoy acostumbrado a la soledad, y tengo recursos para sobrellevarla, pero entiendo la crisis de ansiedad y depresión de una parte de la sociedad.
EliminarUn abrazo muchacha, gracias por pasarte por aquí 😉
Los antiguos griegos es lo que más valoraban; la amistad, porque es algo mucho más altruista que el amor, ese que nosotros hemos establecido entre el hombre y la mujer... ese que al final tiene un precio... En esa secuencia, en la imagen que has puesto, se ve claramente en que no puede haber coordinación por mucho que queramos, somos seres muy complejos por mucho que nos pese...
ResponderEliminarEs agradable leerte cuando te pones en plan filósofo, bueno, en realidad tienes el don de la escritura, y lo sabes...
Besos, amigo Bloguero
Pero no olvidemos que casi todos los filósofos antiguos tenían una visión bastante limitada de la mujer, de hecho casi misógina -como Schopenhauer-, por lo tanto no valoraban tanto el amor, más allá de los conflictos que causaba, y veían -sobre todo los estoicos-, en la amistad, lejos de pasiones espurias, la mejor forma de encontrar la serenidad. En realidad no creo que sea tan complicado, depende de los valores y prioridades vitales de cada uno, hay cierta obsolescencia programa para la pasión, pero luego quedan otras cosas, y ahí veo la posibilidad de ser amigos, convivir, formar una familia, echarle imaginación y ganas al tema sexual, etcétera. Pero está claro que cada vez es más complicado, y que en la literatura las cosas son más perfectas, ideales y bonitas, quizás por eso me sigue gustando escribir, filosofar, cerrar pensamientos… porque luego la vida real ya se encarga de discrepar y echar por tierra todos mis pamplinas xD
EliminarUn abrazo bella seguidora, y gracias por pasarte por aquí de vez en cuando.
La amistad es un tesoro.
ResponderEliminarBesos.
Y qué difícil a veces también mantenerla. Como digo, todo lo valioso requiere también su contrapartida en forma de esfuerzo y tiempo. Espero que las cosas te vayan mejor, ¡Un abrazo!
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