¿Recuerdas ese momento en el que estas con una mujer,
ella te hace una pregunta banal y tu tardas en responder…y ese silencio que se
ha formado mientras tanto no es incómodo y sonreís? Hay parejas que matarían
por esos silencios compartidos, y de pronto, unos desconocidos lo consiguen, en
el trabajo, quizás en un restaurante con más gente ¡Bang! Sucede.
Y es casi como el tiempo tuviera banda sonora y sus ojos
fueran un refugio donde bailar.
Es mi vecina. Está en una situación complicada. Yo
también. La quiero. Nunca se lo he dicho. Ella tampoco a mí. Nos conformábamos
con los silencios, con los paseos. Pequeñas confidencias, su libro, su película
favorita. Su hijo. Es tan guapa, que muchas veces naufrago en sus ojos, siento
como una mordaza en la garganta que me impide respirar. Ni siquiera se maquilla
cuando sale conmigo, solo unos clips en el pelo. Sé cuándo le preocupa algo
porque no busca mi mirada. No va a abandonar a su marido. Algo se quiebra. Ni
siquiera nos hemos acostado. No son solo las endorfinas de mi cerebro, es
sentirse vivo, deslumbrado, fascinado. Es sonreír sin motivo, como si todo tuviera
más sustancia, más color. Te pilla totalmente desprevenido, te has acostumbrado
a vivir con los sentidos aletargados que es casi como sufrir una intoxicación
de vida. Es la última vez que vamos a quedar, vamos al cine. Nos emocionamos
con la escena del ascensor. Es absolutamente brillante. Trasciendo el momento y
la beso, nuestro primer y único beso. Siento sus lágrimas saladas, lo demás me
llega como amortiguado. Seguimos viendo la película. No puedo soltarle la mano.
La película termina, nos acercamos al coche. Nos despedimos.
Es todo ficción claro.
Aunque podría decir que pasó hace años. Podría añadir que luego tienes más
parejas, pruebas, hay buenas recomendaciones, incluso parece que van a tener un
final feliz. Siempre te esfuerzas mucho al principio atrapado por el misterio.
Pero son aburridas, bostezas, sabes lo que va a suceder a continuación. Muchas
no tienen la culpa, solo actúan como se supone que tienen que actuar, como un
treinta y uno de diciembre: con su cena perfecta, sus programas en la
televisión, las llamadas a amigos, sin preocupaciones, simplemente un nuevo año
ruidoso quemando el almanaque sin darnos tiempo a pensar en nada más. Sin
silencios. Y todo se convierte en simple corporativismo, un Stand By hasta el
siguiente colapso, hasta el siguiente pliegue de vida que nos permita escuchar
el “tic tac” del reloj que nos deja llenos de canas y bolsillos vacíos.
Pero a veces la explicación es un error bien vestido. Por
eso desde aquí os insto a buscar esa epifanía
en el 2012, a buscar ese silencio o esa emoción, porque realmente hay pocas cosas más que merezcan la pena. Puede ser la escena de una película que os emociona -como emociona siempre
el talento cuando te sorprende a bocajarro-, un libro, una canción, una mujer,
un hombre, puede ser el sexo cuando hay un sentimiento intenso correspondido o
simplemente cuando te dejas llevar por el instinto sin velas ni guiones de por
medio, puede ser creando o recreando, puede ser cuando luchas por tus
principios, tus sueños...hay mil maneras y cada uno es libre de escoger
la suya propia.
Por ello, y porque ya estoy empezando a beber, os deseo a
todos un feliz 2012. Incluso a los anónimos. Seré un alcohólico, pero tengo sentido del humor.
No sé
exactamente porque odio a las mujeres, supongo que todo empezó con ese test de inteligencia
que me hicieron con nueve años en el colegio. Usaron un eufemismo pero cuando
vi a mi madre llorar y mirarme con cierta aprensión entendí la elipsis, los
puntos suspensivos, esa palabra impronunciable. Era Casi…casi….subnormal.
Ese
vértigo, esa sensación de que había perdido antes de empezar nunca desapareció
del todo. Me convertí en un mal estudiante. Intentaba hacer amigos, mostrar
entusiasmo por los demás, pero había una negativa implícita en todas mis
relaciones. Como si todo discurriera en un espejo de humo y solo yo chocase con
él. El tiempo discurría sin ambición. Y todo, poco a poco, dejó de tener
sentido para mí.
Luego
vinieron las novias, o la ausencia de ellas, las risas, ese desprecio en su
cara cuando eyaculaba demasiado rápido. Pero pude engañar a una, el truco fue
simplemente desvirgarla, quitarla cualquier comparación posible. También
ayudaba que no le gustase el sexo. Quizá no les gustase conmigo, pero no
quitemos importancia a los pequeños infiernos de cada uno, no estamos aquí
hablando de que todo tenga explicación, a Hitler no le violó de niño un judío,
y aunque hubiera sido el caso, la gente elige, elige como reaccionar o que
excusas tomar ante determinadas situaciones. Mi queridísima novia, desde hace
casi ocho años, podría haber cambiado de pareja, podría haber intentado
aprender a chupar una polla, a masturbarse y descubrir donde tiene el clítoris.
Pero no, arquitecta, mujer de éxito, y su puto dios no la dejaba disfrutar del
sexo, su novio, concretamente su pene, era pecado, incluso correrse debía de
ser pecado. Debíamos vivir de acuerdo a las reglas, ella se dejaba hacer, no
quedaba más remedio, era el precio por ese amor puro que me brindaba, pero
siempre con el tiempo justo, con un “me duele”, un “acaba ya” trasluciendo el asco
en su mirada, como si yo fuera un animal que la mancillaba por el simple deseo
sexual.
Todo
esto era una metáfora de mi vida de fracasado. No había terminado la carrera y
concatenaba trabajos basura. Lo peor de ser un fracasado es sentirte como tal.
A veces se trata de un agravio comparativo. Polidori era un buen escritor pero
trabajando para Byron se vio sumido en una depresión y se suicidio, Thomas
Bernhard habla de ello en “El malogrado” Si tu única consideración hacía la
propia vida es obedecer, o ser ama de casa, o dejarte llevar por tus impulsos
hedonistas, si vives durante casi toda la vida sin cuestionarte nada, al final
eres feliz, aunque sea una felicidad gris, triste, apagada. Luego está lo de
siempre: el fracaso. Haces camino al andar y resulta que ese camino es un
pantano de mierda. Decía alguien que siempre hay que intentar las cosas aunque se
fracase, porque del quietismo no puedes aprender nada. Pero no se habla de las
secuelas que provoca. La gente se suicida o suicida a los demás.
El
único momento en que me sentía inteligente, real, era cuando escribía, como si
reivindicara mi propia existencia plasmándola sobre el papel, como si mi futuro
y el de la literatura descansasen sobre la novela autobiográfica.
Pero,
¿Qué clase de experiencias tenía yo? Ninguna: la convivencia con las
cucarachas, los gritos de mis vecinos, un trabajo basura, una novia frígida. Y
una enorme y terrible pelota de angustia que no me dejaba dormir por las
noches. Pensé en la cháchara, como hilo musical de ascensor, de un psicólogo,
convenciéndome de que no era tonto, que mi vida era buena y podía cambiarla. O
en prescripciones de Procaz. Al final opté por esconderme, por huir. Abandoné
mi trabajo de vendedor de seguros de vida y empecé a buscar un trabajo con
horario de noche, un trabajo silencioso donde quizás aprovechar las horas de
soledad para leer o escribir algo, sin presiones, alejado de jefes directos, de
la gente en general. Eché currículums para gasolineras, vigilante nocturno,
teleoperador, control de alarmas. Cualquier cosa.
Pasaron
dos meses y ya sin dinero, auspiciado por las presiones del hambre y la falta
de techo, acepté lo primero que surgió: camarero de una discoteca, horario de
doce a ocho de la mañana.
Cuando
fui la primera noche no podía creérmelo: un after para turistas inglesas, un
agujero infecto sucio y maloliente donde lo más importante era saber inglés y
que el jefe, un cocainómano que se desmayaba ensangrentado todas las noches, no
te pillara robando. Esas primeras semanas las recuerdo con cierta nostalgia
cuando, ajeno a todo, me preocupaba porque me quedaba sin vodka o whisky en
mitad de la noche o porque, de pronto, era el único camarero atendiendo la
barra. Luego pude ver los flecos a esa entropía inexplicable, los baños eran
los picaderos oficiales a cien metros a la redonda y todo el negocio funcionaba
porque no se vendía solo alcohol…
Al
principio era algo temporal, lo justo para ahorrar dinero y darme unos meses
sabáticos, volver a mi horario normal, escribir. Pero ya llevo casi tres años.
Puedo
decir sin duda que han sido los años más aprovechados de mis aborrecibles
treinta y uno. Aquí me he dado cuenta de la verdadera naturaleza de las
mujeres, seres despreciables, pozos de basura putrefactas, receptáculos de las
peores enfermedades venéreas. Aquí es sencillo follar, casi lo difícil es no
hacerlo. Entran dos turistas y puedes sentir el vaho de su necesidad en el círculo
de miradas, quizás una hora más, una copa más y la tendrás tragándose tu semen,
tiradas en el aparcamiento mientras te piden que te las folles antes de que
llegue su novio. ¿El amor? El amor es un puto espejismo. La realidad es que
todas las mujeres piensan con la polla porque también tienen una, en su
interior, y una vez que la represión cultural o la visita a otro país les
permite cierta desinhibición sin hipocresía, utilizan su coño como una estación
de servicio donde todos podemos repostar. Es un puto edén. Aprendí a follar.
Miraba a las gordas o a las mujeres de más de treinta años con repulsión, no
eran mujeres, su coño era una anécdota.
Disfrutaba
insultando a las inglesas en mi idioma mientras me las follaba, llamándolas
putas, diciéndolas que solo servían para esto, que eran seres vacíos que solo
podían intuir el milagro de la vida abriéndose de piernas. Alguna me decía
entre llantos, antes de echarla de mi apartamento, que se había enamorado de
mí, yo me reía, era cruel, “¿enamorarte? Solo te has enamorado de mi polla, hay
muchas pollas, sigue arrodillándote”. Malditas putas sin hogar, sin cerebro,
adictas al flirteo, a la posesión de cualquiera con abdominales que les
mostrase algo de carácter, o violencia.
A
muchas de ellas se la metía en su coño reseco sin preliminares, cuando estaban
ya borrachas, idas. Me corría dentro, las usaba, eso me excitaba: cosificarlas,
¿acaso puedes sentir empatía por un agujero…? Algunas me juraban que eran
diferentes. Luego, cuando las sodomizaba, gritaban de placer. En su mentira me
odiaba y las odiaba.
Solo
hay idealización en el abandono, en la negación del capricho.
La
relación con mi novia tuvo el final perfecto. Llevaba ya meses trabajando allí
cuando la invité a cenar. Seguí el itinerario habitual, es lo malo de las clasistas:
son tremendamente aburridas. Restaurante de lujo, bien vestido, elegante. Una
rosa en la entrada, sonrisa, buenos modales. La emborraché. Con un vino de
cincuenta euros para variar.
En la
cama los preliminares, besos dulces pero apasionados, palabras de amor, de esas
que te hacen sentir única y especial. ¡Ja!…pobre imbécil, todos somos muescas
en una enorme verga, remeros en galeras repitiendo una y otra vez los mismos
gestos para crear una sensación de movimiento que nos adormezca los sentidos.
Pues eso: la combinación de sutil romanticismo acelerado. Supongo que nuestra
neurosis occidental se basa en la incapacidad de asumir que dos conceptos
opuestos pueden fusionarse sin dicotomías, un lenguaje empobrecido que habla de
querer y amar, de follar y hacer el amor diferenciando facetas de una única
cosa.
Me la
empecé a follar muy duro, con rabia, ella me pidió que parara, que por favor me
pusiera condón. Ahí perdí los nervios, ¿Cómo era capaz de humillarme así, de
joder la noche? ¿tan terrible era tener un hijo conmigo, tan superior se sentía
con sus dos masters que la sola posibilidad de quedarse embarazada de un
camarero le asustaba tanto?
Le di
la vuelta y me la empecé a follar por detrás mientras le sujetaba los brazos. Ella
intentaba soltarse, gritaba, lloraba, me suplicaba que parase y todo eso me
excitaba cada vez más. Pensaba en todas las veces que lo había intentado, en
cómo me hacía sentir, sucio, despreciable solo por mencionarlo. Y ahora aquí me
tenías, preguntándola a gritos que pensaba su dios de esto mientras la
sodomizaba con brutalidad, sin ningún cuidado. Notaba algo húmedo pero no podía
parar, ella lloraba como si le estuvieran arrancando el alma. Supongo que era
una venganza contra todos aquellos valores que ella representaba, quería romper
ese espejo, ese vínculo que aún conservaba y que destrozaba mi ego.
No recuerdo
cuánto duró. En algún momento me corrí, saque mi polla, me limpié la sangre en
sus sabanas y me largué sin decirla nada.
No sé
por qué ahora me vienen estos pensamientos. Es cierto que durante unos meses
tuve miedo de su familia o de que me denunciase. Pero ya han pasado dos años y
no he sabido nada de ella.
Salgo
a la calle, solo veo moscas con formas de ser humano a mi alrededor. La Navidad,
como elaborado chantaje emocional patrocinado por varias marcas comerciales, me
da la bienvenida con sus luces, sus invitaciones a una felicidad que depende de
un trozo de platico, de hasta donde soy capaz de hipotecar mi futuro.
Pensamientos banales, claro. Pero hay que seguir viviendo, hay que destrozar
más coños, volcar mi miseria en su miseria. Somos monstruos…
De
pronto aparece ese hombre, alguien alto, vestido de negro, un gabán
desahuciado. Lleva una recortada en la mano.
-"¿Qué
cojon…?"
Dirige
el arma hacia mí y de pronto ¡Bang! Tengo un enorme boquete sangriento en la
entrepierna. Intento gritar pero solo sale un gorgoteo de sangre. Un segundo
disparo me destroza la rodilla izquierda. Caigo como un fardo. Una violenta
patada me destroza un par de costillas. Dolor inmenso. Miedo. Pensamientos inconexos. Intento girar la cabeza, algo cede. Voy a MORIR en mitad de esta calle, ¿por qué...?
Rorschach
se acerca a su creación y le apunta a la cabeza:
-“El
texto se alargaba demasiado y además... eres un jodido bastardo."
No me ha tocado la lotería, es normal, nunca juego. La
gente exuda felicidad en mi televisor. Aunque siempre he pensado que la
felicidad real es ser capaz de mirar la misma baldosa durante horas, un estado
mental parecido a un zombi después de eyacular.
Tengo tortícolis, podría insinuar que es debido a grandes
proezas sexuales, pero hace tiempo que solo penetro el hueco de mi mano. Se ha
estropeado mi PlayStation 3 y el calentador de gas el mismo día, no hace falta atar a la rata o pensar que La ruta nos aportó otro paso naturalpara darse cuenta del karma palindrómico que auspicia estas
dos tragedias.
Un día de luto: Lucia Etxebarria nos deja. No se muere,
simplemente deja de escribir. Me encantaban sus historias de lesbianitas
drogadictas, pobre generación perdida que tiene que reivindicar a las mujeres
sexualmente activas. También me gustó mucho las edades de Lulú. Ah no, perdón,
que ese es de otra. Y mientras pasan todas estas cosas importantes recuerdo cuantas
veces me ha sorprendido el aburrimiento este año en mitad de uno de estos
libracos laureados por la crítica, y he pensado “Joder, he leído blogs que
tienen más talento en un solo post” Y es así.
Y la gente luchando por
(auto)editar sus libros, con ese éxito que se mide, según Machado, haciendo el
camino al andar y no por las pueriles matemáticas de ventas (autoengaño).Nada más lejos de lo aquí se cuenta
mis queridos contertulios, mi falta de ambición me salva de llorar por mi falta
de talento. A lo sumo, mi ambición es la imagen de tu coño –ese abismo que todo
lo resume- mientras cojo el impulso necesario para poder atravesar esta pared
de realidad y poder perderme al otro lado.
Pero bueno, a lo que íbamos: hoy quería hablar de mi
amigo Claudio. El señor Claudio nunca quiere quedar los sábados porque tiene
una cita con su ex. Una metáfora digital claro, porque Nuria, que es como se
llama la susodicha, hace dos años y medio que no tiene presencia en su vida.
¿Cuál es el misterio entonces? Nuestro querido protagonista me hizo caso. Había
conocido a Nuria en nochevieja seis meses antes. De alguna forma inexplicable habíamos
conseguido sacar su fofo cuerpo lejos de su Sancta Sanctorum, esa puta arcadia
de ludopatía, y habíamos conseguido que bebiera algo. De pronto ella
apareció. No recuerdo mucho más de esa
noche, seguramente hubo drogas y el ponche era verde por razones ajenas a los
ingredientes habituales. Y ahí teníamos el milagro ante nuestros ojos en forma de pareja disfuncional. Pero era
cuestión de tiempo. Cuando Claudio, mi querido analfabeto sentimental, se
deshizo en lágrimas confesándome que hacía un mes que no conseguía llevarla a
la cama sonaron los clarines del fin. Era normal, claro, era un despropósito de
persona, además de un simple dependiente y Nuria, esa niña pija, arquitecta ya
graduada y con dos master, clasista hasta el aborrecimiento, no podía
humedecerse al pensar en formar una familia con un mileurista con ojeras de
parado.
Naturalmente le di mi mejor consejo: GRÁBALA FOLLANDO
ahora que aun puedes. Ya está todo perdido, pero esa cinta te consolará el día
de mañana, enfócalo como esa escena de American Psyco.
Claro que podría haberle animado a hacer cambios en su
vida, un nuevo empleo de traje y corbata sería un buen comienzo. Pero quería
conservar a mi amigo tal y como era, no quería verle sometido como un puto
calzonazos.
Además yo también disponía de mi pequeña colección de ex
digitales. Claro, antes eran meras instantáneas, un polvete en la oscuridad con
sombras verdes. Pero, oh amigos, la tecnología avanza, y siempre es el sexo
quien acucia el progreso. Internet es un buen ejemplo: tanto ancho de banda,
tanta fluidez en el streaming y al final todo es gracias a esas páginas
pornográficas pidiendo números de tarjeta. Cuantas videocámaras se han comprado
con la ingenua idea femenina de inmortalizar unas vacaciones y se han
convertido en un instrumento del porno amateur.
Tengo buen material, recuerdo brevemente a mi ex
haciéndome una felación, algunas fotos, videos de Skype “Sí, tranquila, los he borrado” Siempre he dicho que los recuerdos
son el idioma de los sentimientos, ¿y qué mejor recuerdo que tu cara recorrida
por el latigazo caliente de mi semen, como una lluvia lenta e inmisericorde?
Pues eso, que después de estos argumentos Claudio, ese
gran…
Mi compañero de piso vuelve a interrumpirme por tercera vez
mientras maltrato esta página en blanco. No tengo más remedio que rebanarle el
cuello y cortar, cortar, cortar. Tengo mucho trabajo, ojala tuviera perros para
poder echar los restos. Pero no pasa nada, tengo práctica y muchas bolsas de
basura. Maldito gordo cabrón.
Su teléfono suena en una de las bolsas. Debe de ser su nueva
novia, cumple años mañana. Tendré que encargarme de ella más tarde.
Como iba diciendo le convencí para grabarla.
Fue un éxito. Naturalmente la idea era robarle la
grabación y hacer una copia sin que se percatara. Hicimos el estreno en mi casa como si fuera la
última de Tarantino.
Fue decepcionante. No sabría decir que era lo peor. Supongo
que el problema de Claudio, aparte de su enorme culo, es que sucedía todo
demasiado rápido, ¿Recordáis cuando vuestro novio perdió la virginidad con
vosotras y aquello duró unos segundos? Pues algo así. Joder, no me extraña que
la chica no lubricase, ¿para qué? Ese halo de frigidez que siempre la colapsaba
el gesto era simple ineptitud de su partenaire. Huye dulce gacela, huye…
Todo siguió su curso. Ella le abandono por otro –no se
suele abandonar por la soledad-, y él, dos años y medio después, sigue sin vida
social los sábados, sacudiéndosela como un mono del zoo viendo esos cuatro
minutos de cinta girar una y otra vez, en un bucle infinito, como el final de
Rayuela.
El caso es que me sentí algo responsable, era ya
demasiado tiempo. Fui a verle.
Rorschach: Joder, Claudio, tienes que olvidarla, tienes que romper
esa cinta, todas las copias, coño, que te pones la grabación de audio para
dormir. Tienes que parar.
Claudio: -Mutismo-
Rorschach: Es enfermizo, tiene algo de “Días Extraños” Hay que
dejar las cosas irse… Joder, ¡ni siquiera la chupaba bien!
Claudio: ¿...eso como lo sabes?
Lo había intentado.
De todas formas Claudio nunca estuvo bien. Era algo gordito
y la gente se acostumbró a meterse con él. Cada vez se fue encerrando más y más
en sí mismo. Se convirtió en un mal estudiante, tenía miedo a las mujeres,
pocos amigos. Repetía y repetía cursos. Faltaba a clase porque le daba
vergüenza ir, cuando alguien le decía algo mentía diciendo que estaba en la
universidad. Al final se sacó el bachillerato en un instituto nocturno pero,
¿Dónde volcó toda esa energía vital? En la masturbación compulsiva y los
videojuegos.
Hay personas más inteligentes que saben sublimar ese sufrimiento
adolescente de formas menos excluyentes, tardes de bibliotecas como Bukowski,
una guitarra, un grupo, los típicos intelectuales gafapasta que sueñan con
dominar el mundo, noches de alcohol donde a veces consigues aprehender algún
minuto de gloria, leve pero cálido, pero que mesura la congoja de SER. Pero él,
mediocre en todo, simplemente se encerró en casa a jugar. Un medio controlado
donde pudiera ser el héroe, el triunfador, alcanzar la perfección con cada
nuevo reto sin que la sombra del fracaso le amedrentase. Un objetivo, una
victoria. Enfocó en esa pasión toda su supervivencia, midiendo el tiempo en
juegos superados, en esa compulsiva adicción que, sin embargo, le hace feliz.
Sin preguntas, sin responsabilidad, sin sentir la decrepitud física, sin
sentirse al borde del abismo, sin dolor. Un drogadicto, un yonqui que mientras
mantenga una higiene aparente y su trabajo nadie señalará con el dedo. Ha
conseguido con esa capacidad de escapismo ser autosuficiente.
¿Quiénes somos los demás para juzgar como hay que usar la
vida? Al final los anhelos te hacen sufrir. Tampoco somos grandes ejemplos,
nuestro quietismo es estremecedor. Veo a mi alrededor gente que solo sabe
trabajar, que vive odiando su vida. No hablemos de las parejas, culmen del
maltrato psicológico. Todos sienten ese miedo agarrotándoles la existencia y se
dejan absorber por sus rutinas. Sí, claro, viven otras experiencias, se
enriquecen, se masturban en esa complacencia que es la autorrealización
personal. Pero, ¿al final les sirve de algo?
Los sueños joder, eso es lo verdaderamente importante. Me
es indiferente del tipo que sean. Pero para mí alguien perfectamente integrado
en la sociedad, con su coche, su casa, su mujer almidonada, y sus dos niños,
todo ese éxito, no me vale de nada si lo que realmente quiere hacer es…no sé,
escribir un libro, subir al Everest, ser actor porno, romper un record Guinness.
O simplemente estar solo.
Para mi subyace el mismo tipo de fracaso, porque Claudio es
una víctima de sí mismo, alguien débil. Pero los demás integrados en su
soberbia social no se dan cuenta que tampoco han luchado por su propia esencia,
por su propia integridad personal. Se dejan llevar mecidos por el canto de
sirenas de los centros comerciales a una vida sin vida.
Mierda, mierda negra que utilizo para escribir este
párrafo. Tengo mucho miedo. Miedo al horizonte. Porque las crisis existenciales
ni siquiera son una pregunta, es la muerte objetiva y real de las
oportunidades, es la perdida de la inocencia en base a la repetición de una
traición consumada, es la decrepitud que empieza con una arruga, la alopecia,
unos kilos de más, un gatillazo, con un sentimiento de estar fuera de lugar,
con un “da igual”, con una mentira el día de tu cumpleaños.
Y en esta carrera de relevos que es tu vida, tu yo más
joven te mira aborrecido mientras tu yo más viejo te insta a seguir adelante,
ya sin público en las gradas, pidiéndote con la mirada que acabes lo antes
posible con todo.
Aunque no quede bien con mi impostura de decadente he de
reconocer que la Navidad me encanta. Cuando era pequeño siempre había regalos, opíparas
cenas familiares donde se notaban ciertos desencuentros, pero también la buena
disposición y las ganas de pasarlo bien. Días de fiesta, incluso de nieve, días
donde te emocionabas con James Stewart en “Que Bello Es Vivir”, en que veías a
tus mayores escuchando la retransmisión del gordo de navidad por todo el barrio,
entre risas de bar. Recuerdo aquel local de barrio que sacaba un altavoz a la calle y ponía los villancicos a todo
volumen, las colas en la pescadería, en la tienda de juguetes. Para mí siempre
fue la mejor época del año.
De acuerdo, ya no eres un niño te haces mayor, te sientes
ridículo al darte cuenta de la mercadotecnia que te rodea, no envías cartas a
los reyes magos, tus familiares te agobian, te hace más ilusión la fiesta de fin de
año. Incluso trabajas, joder, trabajar en estas fechas es horrible, sobre todo
de cara al público. Y te vuelves un poco cínico, un nihilista recalcitrante que
ha matado a Dios con sus propias manos. A la mierda la Navidad, este humanismo
de pacotilla, esos programas casposos, los villancicos y el turrón. A la
mierda.
Supongo que todos hemos pasado por esta etapa de
adolescente furioso buscando su lugar en el mundo.
Y aunque respeto a todos los que aun conservan ese punto de vista, prefiero ser más práctico, ¿Por qué solo ver lo negativo, lo artificioso?
Prefiero quedarme con la predisposición que imanta estas fechas. Porque detrás de
esa obligatoriedad de las cenas familiares, de empresa, del consumismo
acelerado, también hay una oportunidad de acercamiento, de estrechar lazos, de
divertirse, de caer en el ridículo o en la ingenuidad cantando algún villancico
trasnochado, de invitar a una copa a ese compañero con el que solo cruzas unas
palabras en el ascensor, de llamar a esa persona, y bueno, simplemente mostrarle
que te acuerdas de ella. Sin suscitar hipocresías claro.
Sé que la soledad en esta época del año crea
resentimiento, y que la acción requiere un esfuerzo, pero al menos desde mi
palestra, con unos días de antelación, os deseo a todos una feliz Navidad.
Espero que disfrutéis de ella y que algún ángel se gane a vuestra costa sus
alas.
Y vuelvo a hablar con ella con la excusa de la Navidad. Y me cuenta sus planes. Después de cuatro meses sigo igual. Me
enamoré de ella sin percatarme y aún sigo igual de jodido, a medio camino entre
las lluvias inconexas y el masoquismo hilarante. Antes pensaba que caer en estos
apocalipsis sentimentales era una cuestión de edad, de falta de experiencia, de
vacíos existenciales, una falta de control, de lucidez, de madurez…un poquito
de ridículo universal que me salpicaba y limpiaba con un gesto condescendiente.
Porque no tiene ningún sentido, solo es especial en mi
cabeza, un paraíso perdido que jamás ha existido. Pero nada, la náusea no
atiende a mis razonamientos. Nausea para dormir, comer, vivir.
Llego al trabajo desahuciado, no hay nada mejor que un
trabajo basura a deshoras para hacerte sentir mejor con tu experiencia vital. Hablo
con una compañera de trabajo, Kali, una cápsula de morbo asiático pequeña y
simpática. De alguna forma le caigo bien a pesar de todo. Y en un arrebato le
cuento lo que me pasa. Ella se me queda mirando, algo sorprendida quizá, y me
empieza a hablar de Pablo...
"Cuando le conocí ni siquiera
me fijé en él, no era mi tipo, alguien normal. Pero la segunda vez que
coincidimos sucedió algo extraño, me quedé subyugada, como si todo a mí
alrededor desapareciera. Pero él siempre estaba ocupado, viajaba mucho y
parecía como si el destino nos impidiera quedar. Yo siempre le estaba llamando
o enviando mensajes. Ahí fue cuando lo fastidié: le demostré abiertamente
que le quería. Un error, porque si algo he aprendido de todo esto es que cuando eres tan sincera el interés que pudieran tener en ti desaparece. Así es como funcionamos. El
caso es que siempre terminaba haciéndome desplantes. Nunca me he vuelto a
rebajar tanto por alguien. Pero también es cierto que nadie, ni antes ni
después, me ha besado como él, lo que sentía cuando me besaba era algo
incomparable. Nunca tuvimos sexo. Increíble decir eso ahora. Toda esta
situación duró unos dos años. Los últimos ocho meses estuve todos los días
levantándome pensando en él y acostándome de la misma manera. Al final
conseguimos quedar de nuevo, una hora, quizás hora y media, a su lado el tiempo
perdía sentido. A pesar de los meses que habían pasado era como si hubiera sido
ayer cuando nos habíamos visto. Nos despedimos y me fui a un cumpleaños. Pero
me había olvidado el regalo en la cafetería. Le llamé y se ofreció a recogerlo
y quedar para dármelo al día siguiente. No me llamó. El lunes fui allí. Nadie
había ido a buscarlo. No le importaba nada, era una mierda para él. Me tiré
llorando dos días seguidos, ni siquiera me daba cuenta, solo empezaba a
sollozar y no paraba, daba igual que fuera en un autobús o en el trabajo. Tardé
un año en olvidarle. O al menos en conseguir que no me importara tanto que no
estuviera en mi vida."
Son las dos de la madrugada. Me invita a tomar una
botella del lote de navidad en su coche y seguir conversando. Me parece bien,
al final es más fácil hablar de las cosas tristes que de las alegres.
Descorchamos
el cava tibio. Seguimos. Me habla de la náusea, del vacío horrible que sientes.
De dolor. Y sonrío, porque aunque no tenemos mucho en común nadamos en el mismo
río metafísico de empatía. Compramos tabaco. Hay un momento en que me dice que
le recuerdo a Pablo, me pide que no le susurre porque la pongo cachonda. Y no
puedo evitar echarme a reír, quizá por el cava, la situación o porque realmente
los dos tenemos muy claro que solo podemos ser amigos.
Me cuenta otras historias sentimentales que ha tenido
antes de ser madre. Le hablo de Domi. “Es una venganza” Joder: tiene sentido. Es
acojonante lo clarividente que pueden llegar a ser los demás con cosas que para
ti son nudos gordianos.
Son casi las cuatro de la mañana, me gusta esa extraña
libertad que impulsa romper con la rutina, hacer cosas imprevistas. El cambio
de color del semáforo que tengo enfrente es casi una nana a la vida. Kali habla
de sus cuitas actuales. Esta jodida. Tiene dos niños, pero vivir con su pareja
no le hace feliz. No se ve con él toda la vida, falta pasión, han cambiado
demasiado y ya no quieren las mismas cosas. La comunicación en la cama se ha
roto, o quizá nunca hubo demasiada. Pero tiene miedo, claro. Y siente esa
necesidad de ser romántica, cariñosa. De tener otras experiencias. De libertad.
Y ahora no puede, porque primero tiene que tomar una decisión y asumir las
consecuencias. Y se reprime. Y eso le hace sentirse jodida. A pesar de todos
sus planes y la ilusión con la que afronta la vida.
Intento llenar el silencio que se ha impuesto después de
eso con algunas tonterías. Quizá más por mí que por ella. Pero es hora de irse.
Nos abrazamos y me voy. Hace mucho frío.
No duermo bien. El masoquismo, claro: solo han pasado
cuatro meses.
Un golpe, un grito. Un golpe, un grito. Así funciona hoy
mi trabajo. Tenía a este mierdecilla, un ejecutivo de los que suele dominar a
su entorno femenino con su desmedida testosterona, atado a una argolla del
techo, desnudo, con el culo rojo y dolorido por los golpes de mi fusta.
Le abofeteo el rostro y coloco la fusta entre sus dientes
“Si lo dejas caer por hacer algún ruido, te aseguro que te arrepentirás”
Pobre, que lamentable aspecto con esas pinzas en los
pezones. Taconeo a su alrededor. Es necesario cierto control de los tiempos. Me
siento irritada.
Le descuelgo y le coloco una correa en el cuello. Le saco
de la habitación como un perro y le llevo al dormitorio. Está inmerso en el
juego y sin indicárselo empieza a lamerme las botas. Bien. Le ato a la cama y
empiezo a derramar un poco de cera caliente por sus muslos, entre los huevos,
por el pecho. Le pongo una mordaza de bola y tiro con rabia cuando está seca.
Grito ahogado, se empieza a poner rojo. Bien. Otro tira
de cera. Otro grito. Estoy doblegándole, me paga para ello, para acabar con su
importancia.
Está totalmente empalmado, hay algunos que se corren sin
ni siquiera llegar a estimularles. Le amaso los testículos enrojecidos con mis
guantes de cuero, le golpeo esa polla a punto de explotar. Tengo otros planes
para este pequeño bastardo. Tengo ganas de herir. Le insulto, le golpeo, añado
un par de pinzas más. Me mira asustado cuando saco el arnés. “Te voy a follar
mi pequeña putita”. Le quito la mordaza y le hago que me chupe los dedos. Luego
se los meto con brutalidad en el culo. Aguanta el grito mordiéndose los labios.
“Bien, mi perrito, bien, vas aprendiendo” Me lo empiezo a follar lentamente, se
nota que le gusta, vuelve a tener la polla endurecida. También me estoy poniendo
cachonda yo, demasiado. Paro, me pongo encima de él y le aplasto la cara con mi
coño “Lame perrito, lame” El cabrón no lo hace mal, le hago una paja para que
se motive más, apretando la base para que no se corra demasiado pronto. Juego
un poco con su cara hasta que le empiezo a asfixiar. Un minuto…dos
minutos…tres…empieza a convulsionar. Algo chisporrotea en mi mente. Levanto mi
coño. Por un momento me asusto. No, empieza a toser, vuelve el color a su cara.
El idiota bastardo me da propina. Emociones fuertes. No
sabe lo cerca que ha estado.
Hoy cumplo treinta y cuatro años.
**
Se hace de noche. Saco de nuevo la cinta que mi terapeuta
grabó en la sesión de hipnosis. Como me reí cuando me lo propuso, yo, que por
puro cinismo acudía a su consulta como una forma de escandalizar a un extraño
con mis vivencias. Enciendo un cigarro. Cojo el mando a distancia y enciendo la
cadena de música. Mi voz, extraña, en tercera persona, vuelve a inundar la
estancia…
Un cuarto con poca luz, las paredes forradas de terciopelo
rojizo, espejos en el techo. Un lavabo con luz blanca de hospital abandonado, y
una cama enorme en el medio.
Estaba tumbada en ella, semidesnuda, retozándose con aquel
chico al que llamaba “novio”.
Estaba excitada, nerviosa y llena de curiosidad El chico
le quito la ropa suavemente, y cuando estuvo desnuda, él se irguió de rodillas
en la cama, se bajó los calzoncillos y permitió que su pene erecto la apuntara
amenazante, su actitud era chulesca, como si quisiera que ella admirara su
falo... se enfundó el condón mientras la miraba lascivamente.
Fue en ese momento, cuando ella le pudo ver la cara, que
toda su excitación se esfumó, toda la curiosidad y las ganas dieron paso al
miedo. Él se colocó sobre ella, apretándola con su pecho contra la cama,
jadeándole en la cara, soltándole obscenidades... ¿quieres que te la meta
putita, tienes ganas de sentirla zorra?, deja que te la clave, abre las
piernas...
Ella balbuceó, quería decirle que fuera más despacio, que
no fuera tan bruto, pero él no le hizo caso, le abrió las piernas e intentó
encajarse entre ellas. Gritó de dolor, él siguió empujando, intentando
penetrarla... tienes que relajarte, le decía mientras seguía empujando... te
voy a follar, ¿no es lo que querías? te va a gustar, relájate...
Ella trató de relajarse, pero alzo la mirada, se vio
reflejada en el espejo en el techo, abierta de piernas, con un hombre sobre
ella... se sintió sucia, le dijo que parara, que no quería seguir... él dejó de
empujar... la miró, la besó dulcemente y le dijo al oído... relaja tu coñito,
quiero follármelo, ¿notas lo dura que tengo la polla? Pues la única manera de
que se ponga blanda otra vez es metiéndotela, así que, cariño, relájate...
Ella le dijo que no, trató de salir de debajo de él pero
se lo impidió, la cogió del cuello y le inmovilizó una mano... y empujó su pene
entre sus piernas con fuerza, apretó hasta que su vagina cedió a la presión
entre gritos de dolor y sollozos...
En cuanto estuvo dentro de ella, se quedó inmóvil,
saboreando el placer de esa primera penetración, “que apretadita...” haciendo
caso omiso a sus suplicas, empezó a penetrarla con más rudeza, sin
contemplación, su cara de placer se mezclaba con su expresión de deleite
viéndola llorar mientras la desgarraba, mientras la sujetaba los brazos con
brutalidad.
Ella dejó de gritar... dejó de hacer fuerza en cuanto ese
dolor agudo y desgarrador se extendió desde su vagina hasta su pecho... le dejó
hacer, dejó que las embestidas la empujaran violentamente contra el cabezal de
la cama, dejó que le lamiera la cara como un animal que lame el pelaje de su
presa antes de empezar a devorarla, dejó que le mordiera los pezones, la
azotara, y la sodomizara...
Cuando hubo acabado, él se dejó caer a un lado de la
cama... ella trató de levantarse pero el dolor en el bajo vientre fue tan
intenso que la hizo caerse de lado... el rió y le acarició la cabeza...
“Ha estado muy bien, lo has hecho fenomenal... para ser
tu primera vez, te has dejado follar como a una puta...”
Se vistieron, él la llevó a su casa, arrancó el coche
antes de que ella hubiera cerrado la puerta. Cuando entró en el piso en el que
vivía con sus padres, la vergüenza, el dolor y el miedo la hicieron correr
hacia su cuarto, deseando no volver a salir de allí nunca más... nadie debía
saber lo que había ocurrido... nadie…
***
Quizá ocurrió, quizá no. Sé que el cerebro tiene
mecanismos de defensa que nos hacen borrar episodios traumáticos, gente que de
pronto cambia su comportamiento drásticamente, se vuelven frígidas o promiscuas
sin que nadie sepa exactamente el motivo. Pero eso es buscar respuestas
simples. Yo soy alguien complejo. Puede ser un recuerdo prestado, algo que oí y
que interiorice cuando era niña. En cualquier caso mi confianza viene por Ella.
Ella fue la única persona de mi adolescencia cuyo recuerdo todavía hierve mi
piel.
Nunca había sido penetrada por nadie, era un punto de
suspensión en la nada. Ella fue la primera que me abrió con esas embestidas rítmicas,
rígidas, con los dedos algo curvados y haciendo fuerza hacía el pubis mientras su lengua me trabajaba el clítoris. Nunca he tenido
orgasmos más brutales. El sexo no tenía punto medio, era brutalmente tierno o
brutalmente duro. Pero siempre con esa conexión extremadamente intensa entre
las dos. Es algo que no he vuelto a sentir, quizá nunca lo haga.
Recuerdo aquella vez que la esposé a la cama y estuve
jugando lentamente con ella, recorriendo su cuerpo sin tocarla, sólo oliendo el
aroma de cada uno de sus rincones, disfrutando de su cuello, sus brazos, sus
axilas, sus pechos, el pliegue bajo sus pechos... sus costados, su vientre, sus
ingles, su coño, sus piernas... repentinamente un sutil roce con mis labios, y
poco a poco, muy de vez en cuando, fui dejando suaves besos allá por donde
pasaba, siempre con los ojos cerrados, recorriéndola entera cada vez con besos
un poco más intensos, pero sin prisa, acariciándola, primero con la yema de mis
dedos, un ligero cosquilleo que dibujaba figuras sobre su piel, luego más
intensamente, masajeando su carne a veces hasta ese punto que en frío duele
pero que en caliente resucita, mientras la iba besando allá por donde pasara.
Me drogué con su cuello, besándolo abiertamente y luego
mordiéndolo, apretándola entera contra mí, me deleité con sus pechos dirigiéndome
poco a poco hacia sus pezones donde naufragaba, duros, erguidos, como un par de
caramelos calientes, los besé, los chupé, mientras le arañaba la espalda y el
abdomen. En este punto si dejaba de tocarla gemía y se retorcía. Hasta que no
me suplicó a gritos no bajé en besos hasta su coño. Y cuando fui a darle el
primer beso, se corrió. Fue increíble. Yo estaba encendidísima de verla tan fuera
de sí, así que esperé con besos en sus muslos a que se desensibilizase un poco
y luego me cobré lo mío comiéndole el coño que se desbordaba por mí, sin buscar
su clítoris para no molestarla, sólo lamiendo entre los recovecos de sus
labios, besándolos, absorbiéndolos, rozándolos levemente con mi boca, paseando
la punta de mi lengua, calentándolo con ésta extendida del todo pero con la
punta siempre endurecida. Dejándolo limpio.
Podría contar también que conmigo descubrió el placer de
que te besen los pies, como mis dedos se salpicaron con su eyaculación por primera vez, como con ella tuve el mejor orgasmo de mi vida el
día que más duro me follo, dejándome temblando, con la cara contraída y
hormigueándome durante un largo rato. Siempre con su música de fondo, desde el
Metallica más rabioso a Portishead o Massive Attack.
Fue una época dulce, tormentosa, pero real, no ajada por
recuerdos reprimidos. El sexo es perfecto cuando te sientes realmente libre, cuando
se deja de pensar, incluso de sentir y se empieza a ser, a ser junto a otra
persona.
Quemo la cinta.
***
Les conocí en un local de intercambio. Merche me sedujo
en primera instancia y por eso cedi a compartirme con su marido. Tenía
veintidós años y solo quería olvidarme de Ella. Fuimos a su piso y directamente
empecé a chuparle, a lamerle la polla, me sentía muy puta, muy traviesa. Merche
se acercó por detrás se arrodillo, me levanto la falda y metió la lengua en mi
coño agarrándome por los muslos mientras me violaba con sus dedos. Sentía una
sensación de vértigo, de desasimiento, como si fuéramos actores de una
película…de una mala película.
Al cabo de un rato Carlos decidió empezar en serio.
Esnifó un par de rayas directamente de mis pechos y empezó a follarme la boca
de forma violenta. Una de mis fantasías era que me violasen, el forcejeo, esa
sutil amenaza que alienta el sometimiento total. Me deje hacer ahogándome con
su verga mientras ella me ataba las manos con una cuerda. Merche se reía pidiendo
su turno, me sujeto la cabeza con las dos manos, moviéndomela arriba y abajo,
para que la comiera el coño como ella exigía. Carlos me cogió de la cadera y me
empezó a follar como una perra, mi culo arriba y en pompa, las rodillas bien
separadas, sometida como una puta esclava sexual.
Empezó a follarme el culo, me la metía hasta los huevos,
notaba toda su polla dentro y como me daba azotes, duros y fuertes, o me metía
media mano en el coño. Volví a correrme de nuevo. Merche también se corría en mi
boca, incansable, haciéndome chupar tanto culo como coño, a juguetear con su
clítoris mientras me tiraba del pelo y me insultaba dulcemente. Y seguía
chupando como una perra hambrienta, y me seguían follando como una perra sin
dueño. Carlos saco un doble dildo para que nos pudiéramos empalar mutuamente
mientras frotábamos nuestros clítoris y le chupábamos la polla a dúo. Creo que
me grabó limpiando con la lengua todo el semen que cayó en el suelo en vez de
en mi cara. Estaba tan mojada que los flujos se me deslizaban hasta las
rodillas.
Unas horas más tarde me despidieron con un buen montón de
dinero. Me habían confundido con una puta, y en el fondo, no estaban tan equivocados.
***
Tantas ideas y tan poco espacio. Esta noche me siento
frágil, sola, quizás algo desalentada. Pienso en la inocencia de mi juventud,
como todo ha perdido intensidad en su repetición. A veces creo que ser puta de
lujo es una forma de sublimar mis ansias de amor. ¿No soy capaz de entregarme?
A veces, en sueños, pienso en ti, en tu boca, en tus labios, en nuestras
lenguas perdidas en laberintos de saliva. Los mejores besos son aquellos en los
que el tiempo parece detenerse, donde lo demás desaparece. Besos violentos y
desgarradores, al mismo tiempo que dulces y tiernos, seda sobre piel provocando
escalofríos. Todo es contradictorio, porque cuando algo es importante, por
naturaleza, es contradictorio, así rige el caos. Así es el universo. Pero
aunque ardo por gemir a tu lado y tatuar mis pechos contar tu piel, tú me
susurras una negativa, porque solo eres una mitad rota que aún piensa en el
pasado, en otra que no soy yo.
Prefiero los sueños de ninfómana, sueños llenos de
pollas, enormes, tiesas, duras, rojas, mostrándose como un ejército invasor, en
una guerra donde destrozan mis bragas, mis medias, toda la ropa en un largo
fusilamiento hasta que se cobran su botín. En hombres maduros, atractivos bajo
la tenue luz de un local de cócteles que me observan fijamente hasta que una
punzada despierta mi sexo. Soñar con llevarlos a casa parando el ascensor para
comprobar la mercancía, en correrme entre el octavo y el noveno piso. En beber
lambrusco y echarlo sobre mi cuerpo abierto encima de la mesa, cayendo en cascada
junto a mis flujos sobre sus bocas ansiosas, adictas.
Pero a pesar de todo cedo, y me pierdo entre mis dedos buscando ese orgasmo sincero que siempre me hace llorar.
Estoy excesivamente borracho. Podría justificarlo
arguyendo que es un homenaje al nacimiento de Morrison, pero la verdad es que
ni lo recordaba, además fue el jueves. Puta cena de empresa, rodeado de
mujeres, de ti, de bebida, de comida, de charla insustancial, planes, anécdotas
sin gracia. Luego el antro con música vomitiva, donde todo el mundo baila y se
emociona. Más bebida, más interacción. No contigo claro. Y al final acabo a las
siete de la mañana bebiendo vino directamente de la botella y enrollándome con
una tía que no me interesa. Me cuenta que desde que ha tenido el niño tiene más
ganas de follar y se siente frustrada e infeliz. Me quedo en silencio. No estoy
en condiciones de follar. Me largo con su vino, sólo quería un poco de cariño,
prefiero el frío de la calle a su coche.
Escribo porque sé que nunca vas a leerme, es algo
morboso, cobarde, estúpido, pero espero que tenga ese efecto masturbatorio
catártico, como un buen opiáceo, que me relaje de esta obsesión que conspira
por las noches. No me conoces aunque compartamos espacio en el trabajo, mi
nombre, mi voz, mi imagen viajó por tus sinapsis sin dejar huella, algo que
suele suceder, no soy alguien que puedas catalogar de follable, tus hormonas
esquivan mi genética con la crueldad aséptica de una nota a pie de página
hablando de un escritor muerto.
No creo que mis sentimientos validen nada, y aunque sé
que la belleza no es sinónimo de verdad y aunque hay cosas importantes que no
conozco –como tu cara de orgasmo-, no puedo evitar idealizarte, sacarte de la
vulgaridad del resto de vaginas que se hacinan a tu alrededor. Observándote de
lejos te he averiguado: eres inteligente, idealista, responsable, coqueta,
odias perder el tiempo, tienes temple social, miras a los ojos cuando hablas,
realmente escuchas. No sueles beber, pero resplandeces cuando estas achispada,
no te gusta maquillarte en exceso, eres intensa cuando ves una injusticia…
Aunque en el fondo somos retazos de ADN condicionados,
alineados por las circunstancias, con poco margen de libertad, tienes muchas facetas, cada una con un matiz que vislumbro en diferentes ocasiones, como sino
hubieras querido venderte. Por eso sé que buscas las mariposas en el estómago, la película, el beso pasional y romántico
bajo la lluvia, la épica. La buscas
con tenacidad y me gusta que lo hagas, porque también la mereces, sabes
perfectamente como abducirme –a mí y a todos- con esa mirada que desarma, con
ese leve y elegante coqueteo.
Sueño con arrancarte las bragas, cogerte por detrás y
agarrarte con saña los pechos, sentir tus pezones duros a través de la lencería. Te
apretaría mi polla para que sintieras como deseo penetrarte hasta que
sangremos, mi lengua bailaría por tu nunca, tu cuello, recorriendo tu espalda,
te mordería ese culo perfecto y luego te echaría en la cama. Te abriría de
piernas para poder acariciar con las yemas de los dedos, ligeramente, ese coño
húmedo vibrante que me pide carne, riesgo, locura. Notaría como cambia tu
respiración cuando mi lengua se abre paso, como arqueas tu espalda y te pegas a
mí. Y ahí, justo cuando no puedes más, cuando gritas pidiéndome –casi suplicante-
que te la meta hasta el fondo, empezaría a follarme tu inalcanzable imperfección,
te horadaría hasta el apocalipsis y seguiría más allá, hasta que nuestras
carnes se fundieran y mezclaran en una masa indistinguible.
Es la soledad la que apuntala mi obsesión, sé que no me
harías feliz, eres jodidamente inestable, egoísta, manipuladora, con esa
intensidad que te da excusa para todo. Pero de alguna forma enferma estas dando
sentido a mi vida estos tres últimos meses. Divago, ni siquiera es culpa del
alcohol. El rebaño es coherente, lo que no compartes no existe. En “Carta de una
desconocida” de Stefan Zweig la protagonista pasa toda su vida enamorada del
mismo hombre y antes de morir envía una carta contándole todo. Pero él, después
de leerla, no recuerda ninguno de esos breves encuentros que tuvieron y que significaron
todo para ella. Ni siquiera recuerda su cara. El final de la película difiere,
él pensaba huir de un duelo de honor que tiene esa misma noche, pero al
terminar la carta decide ir. Hay una cierta condescendencia en ese final, sólo
nuestro ego agradece ese amor no correspondido. Tú eres una romántica,
necesitas que Él te saque a bailar mientras los músicos del Titanic siguen
tocando. Sí mi pase de baile sigue vacío no es algo que tenga importancia para
ti.
Ya vislumbro la resaca idiotizante. Te confieso que ahora,
después de escribir todo esto, me he puesto cachondo, tengo la tentación de
sacarme la polla, esa polla roja, rotunda, hermosa -como solo puede ser una
polla cuando da placer y no tedio-, y gozar de la maravillosa base de
datos de monstruosidades que alberga internet. Alejarme un poco de tu nicho
rosa y embrutecerme con imágenes de sádicos con máscaras de cuero que perforan
con sus pollas descomunales a pequeñísimas nínfulas, BDSM sin control, con
sangre, heridas, marcas, cicatrices…escenarios de mazmorra del medievo, donde
violan con instrumentos de tortura. Embarazadas con animales, enormes
cantidades de carne confundiéndose, degradación, sordidez, empañando el alma
mientras pequeñas ondas de placer ascienden desde mi mano.
Pero la cosa no funciona, supongo que necesitaría tus
mentiras, mentiras de Diosa que me hagan especial, que desplieguen mis
inseguridades sobre el tamiz de sabanas sudadas y las evaporen con esa mezcla
de flujos y gemidos que hacen a una mujer perder el control y entregarse brevemente
a ti…o a la nada que perfilas con tu cuerpo.
Pero como decía antes todo es estéril –yermo-, cuando no
hay bilateralidad, te conviertes en el personaje de una obra de Lorca,
sumergido en su destino fatalista, arrinconado entre cuatro paredes donde la
felicidad no es una opción.
Lo más lógico sería intentar venderme: me gusta comer
coños, disfruto enormemente naufragando entre vuestras humedades. A veces creo
que mi lengua es más sabia que mi polla. El desequilibrio es necesario.
Hay momentos mediocres que el tiempo hace indispensables,
como hacer reír a esa chica que te interesa, aunque luego se abra de piernas
con el hombre equivocado, es decir, no contigo. Hay gente que esquiva el dolor
sin darse cuenta de que es la forma más sencilla de sentirse vivo, somos, con
perspectiva, productores de basura, parásitos. Habla de tu legado a la muerte, haznos reír. Me tumbo en mi encrucijada,
pataleando en las arenas movedizas de mi propia inanidad, dando el mejor
ejemplo, como un libro malo, de lo que NO se debe hacer. No sé si eres una puta
o la dueña del burdel pero usabas subordinadas en las conversaciones y eso me
ponía cachondo…o quizá el reloj se paró cuando Radiohead sonaba de fondo y tu
boca se atragantaba con la nada mientras el vino resbalaba por tu coño, cálido
y hermoso como un amanecer sonrosado.
Ese último párrafo ha sido una excusa para ganar tiempo a
la raya vertical que parpadea inmisericorde pidiendo un final que no soy capaz
de encontrar. Y aunque no dejo de pensar en ti, mi querida y atractiva lectora,
jugando con tus dedos mientras me lees, no tengo más remedio que huir sin darte
lo que necesitas. Mi cabeza sigue gruñendo en un idioma desconocido…quizás
después de mil trescientas palabras el amor deje de tener sentido, quizá el vino
tenga un extraño sabor metálico, quizá lo apocalíptico se vuelve normal, quizá focalizar
el orgasmo solo en Ella es tan estúpido como golpear esta pared, destrozándote
los nudillos en sangre, futilidad y dolor, quizá estas noches que devoran
cerebro e hígado, donde las ventanas no son salida sino solución, donde
recargas el arma listo para la revancha, lo único que puedes hacer es follar
hasta que tu alma se seque de cansancio, aunque solo sea una virginal página en
blanco.
Me encontraba el domingo
en mi trabajo, ese lugar en el que entras con la luz del sol, el canto de los
pájaros, niños jugando en el parque, todo hermoso, brillante y feliz… y a las
dos horas estás odiando a la humanidad con intensidad hercúlea. También depende
de cuando salte la llamada que te crispará los nervios el resto de la jornada.
Soy experto en reconocerlas por el tono insidioso del interlocutor, por su mala
leche y falta de educación. Son los mismos clientes que al día siguiente, de
forma misteriosa, tienen la línea bloqueada o borrada su cuenta bancaria. Pero
eso es otro tema. Estaba pensando en dieciocho formas diferentes de volar el
edificio con todos dentro cuando el cliente que tengo en espera desde hace
cinco minutos cuelga y me salta la siguiente, como solo cojo las impares sucede
lo siguiente:
Rorschach: Hola, soy Rorschach, ¿quién eres? (increíble pero cierto, nos obligan a esa entradilla)
Carmen: Soy Carmen.
Rorschach: Hola Carmen, dime, ¿cuál es tu consulta?
Carmen: Te doy los datos del
móvil, ¿de acuerdo? (Numero, nombre del
titular, dirección, DNI) Verás, este número, como ya has podido comprobar,
no está a mi nombre, está a nombre de mi pareja. Necesito, es muy importante,
que me digas cual es el número al que ha llamado hoy a las siete y media de la
tarde.
Rorschach: (Mierda) Discúlpeme
pero me temo que aunque fuera la titular no podría facilitarle esa información.
Carmen: Comprendo, pero es que
esto es realmente muy importante.
(Tres minutos de circunloquios hablando de
advertencias legales, mi despido y su necesidad)
Carmen: (Silencio)
¿Tienes pareja…? Bueno, no importa, mira, sospecho que él me engaña. Llevamos
juntos desde hace años, las cosas últimamente no van muy bien. Yo le quiero.
Pero, no puedo explicarlo… detalles, son detalles como cambiar de colonia,
cuidarse más. Es un cobarde, nunca me reconocerá nada, me tachará de loca.
Ahora dice que se ha ido con unos amigos, su reunión de los miércoles. Su puta
reunión de los miércoles de machos. Pero si solo pudieras darme ese número
podría comprobarlo. Y si me ha mentido en esto… me ha mentido en todo. Ya
podría tomar una decisión, ¿me comprendes?
Rorschach: Sí, si entiendo todo esto. Pero no puedo facilitarte
ningún número de teléfono, ya te he explicado el motivo.
Carmen: ¿Eres una persona o una
maquina?
Rorschach: Una maquina.
Carmen: Bien, tienes sentido del
humor. Por favor, solo te pido que me comprendas. A esa hora le ha sonado el
teléfono y le he visto a hurtadillas devolver la llamada. Cuando se ha ido le
he llamado y ya lo tenía apagado. Podría llamar a sus amigos, pero son SUS
amigos. Tú… ¿nunca has necesitado saber la verdad, tener una prueba? Sólo te
pido un número, una solución elegante. Solo quiero seguir adelante con mi vida…
Rorschach: Joder, te estas poniendo demasiado melodramática.
Carmen: Llevo cuatro años con
él.
Rorschach: Que sepas que como escuchen esta conversación me
echan. El número es: 622****** Vaya, parece de Yoigo...
Carmen: Espera que apunte,
¿dices que es de Yoigo?
Rorschach: Sí, y tiene bastantes llamadas, sobre todo a la hora
de la comida y a partir de las nueve…
Carmen: (Pausa) Sé
que es mucho pedir pero, ¿me podrías decir a quién pertenece?
Rorschach: (Silencio) Bah, total, vayamos hasta el final. A ver, un
momento. Pertenece a una mujer… Susana *** *** ¿Te suena de algo?
Carmen: (Empieza a llorar) Hijo de puta… hijo de puta…
Me cuelga.
Otro cliente satisfecho.
*****
Un día más de
oportunidades perdidas, solo quiero llegar a casa. Cojo el autobús y entonces
la veo. Es ese tipo de sonrisa de ceniza, de ilusiones de sal, de niña mala,
perversa, como esperándote a ti para retar a la vida -y te aseguro que te
llevará hasta el final aunque sea por encima de vuestras posibilidades. Una
sonrisa para otro claro. Se bajan y me espero a la siguiente. Un poco de
tregua.
Hoy es mi último día solo
en casa. Al buscar una copia de las llaves me he encontrado un regalo de
cumpleaños de mi ex. El de las tarjetitas. Me ha hecho ilusión recordarlo.
Luego he mirado el calendario, hoy día ocho es su cumpleaños. Y aunque iba a
enviarle un sms, como hizo ella conmigo, he preferido llamarla. Joder, son
muchos años, a pesar de nuestras mezquindades nos merecemos algo de
cordialidad.
Felicidades sinceras desde
mi decadencia, espero que seas muy feliz.
Dejando aparte el truco de
la portabilidad para conseguir nuevo móvil y descuentos en la tarifa –mierda,
sí, la próxima semana tendré Whatsapp- los pedidos de libros a través de
internet, los conciertos y las salidas nocturnas están agotando mi dinero. No
es fácil vivir con un sueldo de teleoperador, y menos en España. Por ello hacía
unos meses que me estaba planteado seriamente compartir piso. Hace un par de
meses una amiga del trabajo se ofreció, pero a pesar de la desesperación que
traslucen mis textos y la oferta de sexo implícita, tuve que negarme. He sabido
valorar la paz de mi hogar, la antítesis de la convivencia con una mujer.
De pronto -el lunes para
más señas-, un viejo conocido me llama desesperado. Su pareja, con la que lleva
ocho años, se ha vuelto loca: le ha echado de casa y ha cambiado la cerradura,
Necesita un sitio para quedarse y que le ayude a recuperar sus cosas. Bueno, no
suena mal, pobrecito ¿no? Tampoco entiendo porque me considera un experto en
mujeres desequilibradas, pero de acuerdo, me ofrezco a ayudarle.
Pero las cosas no son tan
sencillas. Tampoco voy a contar como fueron las tensas, horribles, incomodas
cuatro horas que tardamos en recoger todas sus cosas empaquetarlas o tirarlas
directamente al contenedor. Saltemos las partes violentas, los gritos, los
llantos, las pullas terribles de intimidad desbordante. Ella pidiéndole
explicaciones, pidiéndole que le devolviera su Vida y él tirando los regalos
que ella le había hecho por la ventana, mostrando brutalmente que le importa
una mierda y que solo desea borrarla. Joder, fue la puta desintegración de una
pareja.
En este punto me acorde de
la conversación del trabajo antes mencionada -todo es tan parecido que casi da
miedo-, porque mi futuro compañero de piso es un bastardo, un mentiroso
compulsivo. En vez de dejarlo con ella, decirle que no es feliz, se lía con una
compañera de trabajo a la que le cuenta una milonga y sigue así, varios meses
con las dos, hasta que le pillan. Y es entonces cuando saca el orgullo y decide
irse ÉL de casa porque quiere vivir su historia de amor sin engaños. Menudo
cabrón. Cuando me di cuenta de todo estuve a punto de mandarle a tomar por culo
y dejarle con sus cosas en la calle.
Pero como le dije a ella
en privado: en el fondo te ha hecho un favor.
O sea que ahora soy un
decadente de pacotilla, tengo cena de empresa, compañero de piso provisional e
incluso alguna cita social y musical este mes.
Suelo
escribir a partir de las tres de la madrugada, quizá sea el silencio, la
ausencia de vida lo que hace más sencilla mi huida a través del teclado. Quizá
refleja mi interior, la incapacidad de un mínimo compromiso existencial para
cambiar la realidad que me rodea, una realidad cubierta de moscas hambrientas,
de placas de Petri que exhiben vulgaridad en su monotonía. El hombre elige, el
esclavo obedece. Me enzarzo en mi propia Battle Royale donde mueren ideas en
cada nuevo post, esperando algo que me defina y agarrándome a ello cuando nadie
mira….-STOP-
Tranquilos,
tranquilos, no os vayáis: hoy no toca post grandilocuente melancólico coñazo –a
mí también me aburren-: ¡Hoy toca felicitaciones y adulaciones! ¡Es el
aniversario de este maravilloso, inconmensurable, portentoso y decadente blog!
Un
año. Un año de existencia. Podría hablar de visitas, seguidores, estadísticas,
pero prefiero resumirlo con una palabra: GRACIAS.
Gracias
por vuestra inteligencia, por ver más allá de la broma de la decadencia, de los
exabruptos, del personaje, de la repetición, del desamor real y ficticio,
Gracias por leerme alguna vez y dejar vuestra huella por privado o en los
comentarios, a pesar de ser un fantasma ingrato en vuestros blogs. Y gracias,
finalmente, por vuestro respeto cuando me he atrevido a mostrarme un poco.
Gracias
muy concretas a Sophia por formar parte de mi vida y de este blog durante
varios meses y por ser mi primera seguidora un seis de enero. Sin ella, mal que
me pese, esto no hubiera sido lo mismo.
A
mi vecina, la filóloga amante de Jim Morrison, por ser la primera en leerme. Al
asesor por decirme que le aburro y bajarme los humos, a la princesa por
interesarse tanto por mi vida sentimental y por leerse solo los comentarios. A
Domi por conseguir que mantuviera una obsesión estúpida durante un año:
arde en el infierno.
Al
chino de mi barrio por venderme vino a horas intempestivas, a Ella porque es
una musa cruel, a Bukowski, a un sombrero rojo de paja que se escapa por el
viento y alguien atrapa, a Rorschach por permitirme hablar de mí sin que se
note, a mis compañeras de trabajo por no leerme porque así puedo hablar de
ellas. A Juan porque es el único de mi entorno al que le encantan mis textos e
incluso los lee en mi casa. A todas las mujeres de Madrid que NO me han escrito
porque nunca os hubiera podido hacer felices. A todas las mujeres que SÍ me han
escrito por seguir haciéndolo a pesar de la decepción. A todas las catalanas
porque sois mi fetiche sexual. Y a los hombres…por manteneros lo más
silenciosos posibles –risas.
Al
señor Advenedizo –ya sé que no
te gustan estas cosas pero…- por marcar la diferencia en su anterior blog y en
el actual. Sexo, escatología, libertad, irreverencia, dignifica los blogs entre
tanta mierda y fue una de las razones para animarme a empezar uno.
A
Lunática por comentar
todos mis post, por ser mi segunda seguidora, por tus mails privados y por tu
existencia.
Mario Pina y a Wendy por demostrarme
al empezar que había gente con talento por estos lares. Blogs cerrados por
cierto.
Magenta por estar ahí
un par de meses y por esa cena en Madrid.
A la guapa Ina por perdonar mi
abulia social, por sus críticas y sus mails.
A Chatnoir por su acento
catalán –encantador- y por leerse mi blog sin ningún orden.
A
la señorita Celia por conocerme,
por el mail que me dejaste y por estar ahí a pesar de todo.
Gracias
a Rebeca por el baño en la playa, a Lucia,Blogboreta, Marián, Sbm, La que canta con lobos,Onara, A veces Eau, a veces Euria, siempre
Idoia por tus consejos, Asolada,
Pseudosocióloga, Sincopada por
tus sugerencias musicales y por la empatía, a Julieta, Lili, SaSSeNaCH, a los
anónimos amantes del PP, a Piensa, Señorita T, Pati, RChs, Sara, PsicoAlhana, Noa por tus increíbles comentarios, te debo un mail, Exter, Imilce
y en general –sois muchos- a todos los que habéis perdonado mis excesos permaneciendo
aquí más de lo aconsejable. Si alguien quiere denunciar su ausencia en este párrafo o en mi listado –Cartelera- le rendiré
pleitesía por aquí.
Y
realmente no hay mucho más, mi vida, los cambios o su ausencia, están entre líneas,
en los párrafos impares. No ha sido un buen año, lo reconozco. Pero a pesar
de lo efímero de todo esto, de la ficción, de la impostura, de ser tiempos
difíciles para los soñadores, me alegra formar parte de este extraño taller
literario social en el que todos, a nuestra manera, colaboramos.