Intento sublimar esta apestosa soledad escribiendo, pero
no sé cómo continuar la historia. Miro la pantalla idiotizado y echo otro chorrito
de vodka al vaso de vino. Es una grata combinación, aunque prefiero el tequila.
Me imagino el físico de Shannen Doherty para mi protagonista, una especie de
Bonnie insatisfecha que busca en el lugar inadecuado, con esa potencialidad
chisporroteando en sus pupilas. Unas pupilas, como el resto su cuerpo,
dilatadas por las drogas y el placer. Se pone a cuatro patas para excitarle. Piensa
que lo suyo es diferente, como pensamos todos, es lo malo de vivir las cosas en
primera persona, te haces excesivas ilusiones sobre el resultado. El amor la
tira del pelo, la muerde, poso de culpabilidad, marioneta del sexo. La
rebeldía, la libertad, la juventud. Y todo sigue su curso hasta que el orgasmo,
como accidente existencial, acaba con la pantomima.
Esto no funciona. El texto fluye, o simplemente es mierda
llenándolo todo, más basura aquí y allá. Me viene una arcada real y vomito
sobre mi ordenador, esos de oficina que consigo de segunda mano. Una economía
también decadente. El procesador hace un ruido extraño y el monitor se apaga.
Bien
Cojo la botella de vino y salgo al exterior. Son las tres
de la madrugada, todo está en calma, todo el mundo está en su casa, en la cama,
han hecho los deberes. Duermen el sueño de los justos, acompañados, todos, sin
excepción, después de haber masturbando el cuerpo de su pareja con más o menos
gracia. Ahora tocaría la parte hostil, violenta, peligrosa, psicópata. Pero no,
soy alguien tranquilo, me gusta observar el botón rojo de destrucción pero nada
más. Muchas veces me veo obligado a socializar con ellos y sus sempiternas
ofensas, pero veo a la mayoría como perros recién atropellados, desorientados,
salpicando con su sangre y su dolor. Debería de responsabilizarme,
sacrificarlos, pero me siento ajeno, un desahogo de ese tipo no me haría sentir
vivo.
La gente sigue ahí arriba, en sus casas, con sus planes,
su dinero, su trabajo. Y yo aquí abajo, caminando solo con mi botella de vino
barato. Quizás tenga un problema con el alcohol, no sería el primero de mi
familia. Mi familia. Empiezo a recordar ciertas cosas y con ellas a mi abuela,
y en un gesto excesivo decido acercarme al cementerio. No tardo más de media
hora. Es sencillo llegar, cementerio de pueblo, no demasiado grande y sí
demasiado cerca. Tenemos status de ciudad por el número de habitantes, pero la
chabacanería y las viejas costumbres son más difíciles de quitar. Cuando llego doy
vueltas alrededor hasta que veo un árbol junto a la pared por el que puedo
escalar fácilmente. Salto con la agilidad propia de un idiota y casi me
desfondo la rodilla. En cualquier caso la botella está a salvo. Recuerdo cuando
era niño que veníamos a menudo a limpiar la lápida de mi abuelo, cogía agua y
paseaba por ahí. Nunca me he sentido melancólico o triste en un cementerio, más
bien como un observador, un curioso, alguien a quien le llama la atención la
fechas, los apellidos, la ostentación, el abandono de algunas lápidas. Tengo
demasiado interiorizado el carácter absoluto de la muerte, el final de todo,
por eso los cementerios siempre me han parecido de una excentricidad
anacrónica.
De todas formas el ambiente provoca inquietud, quizás sea
el silencio, estar ahí en medio de la nada, pisar una tumba de tierra sin darte
cuenta. Tardo un rato en encontrar la lápida de mi abuela, me siento sobre ella
y echo un trago. Pienso en las últimas palabras que intercambiamos en el
hospital, en lo irreconocible que estaba en el tanatorio, en cómo me resistía a
llorar el día que la enterramos.
En ese momento alguien enciende un cigarro con una
cerilla, al estilo Marla Singer, y me da un susto del cojón.
Kierk: Joder, ¿quién coño
eres?
Es una chica morena, media melena, con una borrachera
considerable por la forma que tiene de acercarse a mí. No debe de medir más de
1.60, rellenita. Lleva una falda vaquera y un top negro. Tiene anillos en
varios dedos y un colgante demasiado grande para mi gusto. No se puede decir que
sea guapa, es más bien del montón, pero tiene unos ojos ámbar de medusa que me
dejan noqueado durante unos segundos. Se sienta a mi lado, echa un trago a la
cerveza que lleva y eructa con una sonrisa.
Mujer: No voy a follar
contigo.
Kierk: Ja, ja, ja. Joder,
no puedo negar que solo por el hecho de decirlo ya me has despertado las ganas.
De todas formas soy muy gilipollas, alguien de extremos, o te respeto como a
una hermana o te violo antes del alba. Deberían de sacrificarme, no estoy
aprovechando el regalo de la vida.
Mujer: Te noto triste,
desahuciado, perdido, si necesitas de alguien que te salve has venido al lugar
equivocado. Los fines de semana me veo con un hombre casado, me saca más de
quince años. Es divertido, pero a veces, después de follar, empieza a gimotear
cuando se pone el anillo. A pesar de todo sigue llamándome, es parte del juego.
Kierk: Me siento
intimidado, ¿Qué edad tienes, veinticinco?
¿Qué cojones haces aquí?
Mujer: Vivo cerca, me
gusta venir de vez en cuando a beber, a pensar. ¿Te llevabas bien con tu
abuela?
Kierk: No. Pero me
apetecía despedirme. Podría decirte que soy presa del Ennui, pero la verdad es que mis tendencias suicidas son motivadas
por cosas más estúpidas.
Mujer: ¿Y antes de
cortarte las venas con esa botella de vino barato, decidiste que la única cosa
que tenías pendiente era despedirte de tu abuela muerta? Poético. Triste.
Lamentable. Quizás haces bien, quizás sea lo más lógico. Ahora sí que me
gustaría follar contigo. Creo que sería un final adecuado para esta noche.
Empieza a caminar y elige una lápida. Es una chica
rellenita, poco atractiva, sin embargo, en esa breve conversación, en la forma
de desnudarse, de quitarse la ropa interior y ponerla debajo, en como alarga el
brazo y se ofrece, me subyuga. Hay algo dentro de ella que trasciende, que es
real, sincero, sin imposturas, en la forma que adopta su boca cuando la
penetro, en la forma desinhibida de moverse, en la lógica de sus orgasmos. Me
corro dentro de ella. Había olvidado como era dejarse llevar completamente.
Ella espera unos minutos y luego se levanta. Hace un
gesto con la mano y escucho como se aleja. Dejo caer la cabeza, busco con la mano la
botella y pego el último trago. Ni siquiera le he preguntado su nombre. Me giro bruscamente y la busco con la mirada. Pero solo hay niebla y silencio.
Unos segundos de duda y ya ha dejado de existir.
Unos segundos de duda y ya ha dejado de existir.
Mira, el otro día lo pensaba, éste decadente beberá vino barato o se regalará un buen rioja o ribera del duero...
ResponderEliminarLa soledad... Cernuda dice algo muy acertado:
Cómo llenarte, soledad,
sino contigo misma...
El relato me ha gustado "bastante" :))... perdón!!
Chick Corea for ever...
Te beso soñador!!
Los decadentes son “bastante” interesantes de lejos. Si te acercas demasiado ves todo lo barato de su existencia.
EliminarCreo que la pieza original es de Béla Bartók.
Un beso bella dama catalana. Espero que disfrutes del fin de semana y de tu mar.
Muy decadente, me ha recordado a un capitulo de True Blood xD que horror.... "Me gusta observar el botón rojo de la destrucción pero nada más" Sublime. Un beso
ResponderEliminarRíete, pero curiosamente está semana me he visto los cuatro episodios de la última temporada –no son aburridos- y la serie, ya finiquitada, Moonlight.
EliminarUn beso.
Hala! Me gusta, muchisimo.
ResponderEliminarSiento eso hacia los cementerios. Curiosidad, siempre me veo tentada a inventarles vidas a los que habitan las lápidas más antiguas. Me fascinan las fotos.
Sexo en un cementerio con una ¿aparición?
En cualquier caso ha estado bien.
Siempre, siempre es mejor el tequila. Nos tomamos uno? Brindis virtual, al menos.
Besos y un abrazo apretado, decadente querido.
Los cementerios como museos de muerte. Es curioso, porque todo esto está basado en hechos reales, excepto claro está, el sexo.
EliminarEl tequila es el mejor afrodisiaco para esos abrazos apretados que tanto nos gustan a los dos ;)
El tiempo libre es una plaga y me siento solo. Buen fin de semana…xD
No sé de qué te quejas! Tampoco te fue tan mal. Te vas al cementerio y acabas haciendo lo que querías hacer, aunque puede que no con quien querías hacerlo.
ResponderEliminarMenos da una piedra!
Bestial el texto! Me encantó.
Deja de idealizar al resto, Rorschach. Nada es lo que parede.
Supongo que siempre terminas idealizando lo que no tienes. Bagatelas.
EliminarUn saludo.
deberías asumir el fracaso. Yo lo hice y me va de cojones. De cojones chungos, quiero decir.
ResponderEliminarSi asumo totalmente mi fracaso me convertiré en un alcohólico…xD Pero gracias por el comentario.
EliminarUn saludo muchacho.