Aunque un blog, al igual que un diario, que cualquier
apunte perdido en una libreta, no deja de ser algo efímero –me encanta esta
palabra- también podríamos ir más allá y llegar a la conclusión nihilista de
que todo lo es, incluidos nosotros mismos, todos nuestros orgasmos, triunfos,
fracasos y experiencias. Tantos anhelos para al final morir mirándonos el
agujero del calcetín, rodeados de nada y de todos, con miedo, con necesidad de
más, recordando las sobadas palabras del replicante de Blade Runner.
Y aunque escribir es como hablar el idioma de los
aeropuertos, como descubrir que los finales son bendiciones contradictorias, es
un consuelo saber que siempre puedes editar, añadir, quitar, mejorar. Siempre
hay una segunda oportunidad para arreglar las cosas, para pedir perdón, para
comprender sin límites de tiempo ni consecuencias, como si el espíritu de la
escalera claudicase ante el perfeccionismo de tus dedos. Puedes rendir un
homenaje, o parodiarte. O cambiar los detalles. Aunque eso ya lo hace la
memoria.
Ángel tenía un restaurante familiar, de esos pequeños, de
comida casera, acogedores, de los que todos conocen el nombre de los demás y
siempre hay conversaciones de mesa a mesa. Fui allí durante diez años. Conocí a
su mujer que era la cocinera. A su hijo que le ayudaba aunque odiaba ese
trabajo y quería ser militar. Y a Ángel en particular, que había sido torero y
había disfrutado de cierta fama hasta que tuvo una tremenda cogida que le
lastró con una cojera de por vida. Los dos últimos años fueron malos para el
negocio, pero también para su carácter. No era feliz, no hacía feliz a la gente
de su alrededor. Cuando pasas tantas horas implicado en un negocio es
comprensible que te obsesione, que se convierta en su vida. El último año
empezó a tener mareos, cada vez estaba más cansado. Tenía incluso momentos de
insensatez con su familia, con los clientes de más confianza.
En julio ya era evidente que le sucedía algo. Tuve una conversación al respecto, le dije que no veía sentido a que estuviera todo el día trabajando, que adelantase las vacaciones, o que al menos cerrase una tarde para ir al médico. Él me miro con cierta suficiencia y desdén y me replicó que había que ser responsable. A finales de esa semana su mujer consiguió convencerle para ir al médico. Era demasiado tarde, el tumor que le provocaba los mareos, el malestar físico, los cambios de humor, acabó con su vida quince días después, con tan solo cincuenta y un años.
En julio ya era evidente que le sucedía algo. Tuve una conversación al respecto, le dije que no veía sentido a que estuviera todo el día trabajando, que adelantase las vacaciones, o que al menos cerrase una tarde para ir al médico. Él me miro con cierta suficiencia y desdén y me replicó que había que ser responsable. A finales de esa semana su mujer consiguió convencerle para ir al médico. Era demasiado tarde, el tumor que le provocaba los mareos, el malestar físico, los cambios de humor, acabó con su vida quince días después, con tan solo cincuenta y un años.
Y aquí, entre la segunda y la tercera cerveza, me he
acordado de él, de sus conversaciones, cuando alguna vez estábamos solos en su
restaurante los sábados y se emocionaba contándome alguna de sus faenas, o
aquella vez en París cuando estuvo con tres mujeres diferentes la misma noche.
O cuando preparaba sus postres caseros, las torrijas, los flanes, y dentro de
lo que cabe, se le veía feliz.
La historia no es muy amena, ni encierra ninguna
conclusión. Simplemente sucedió.
Pues a mi como todo lo real, o como poco lo parece, me ha gustado. Te puedo imaginar allí perfectamente. como cuando una dueña de bar fan de bunbury te abordo no recuerdo con que escusa. :-p
ResponderEliminar¡Es verdad! Pues el bar-restaurante del que hablo es el que está justo al lado. Supongo que te gusta lo real porque te resulta más sincero.
EliminarMuchos besos guapísima.
Qué triste! Joder, hoy no, que me he pasado el día delante de oncología infantil...
ResponderEliminarVale, esto no lo comento, que me pongo a llorar, y no es cuestión de dañar mi imagen de tía dura, juas. Malos recuerdos, ya sabes.
Me gusta la música, triste pero bella.
Besos jodido decadente (!!!!), querido poeta.
¿Chica dura? Me temo que ya es demasiado tarde querida ;)
EliminarErik Satie no falla, pero también hay dulzura en su música. Lee su biografía, tiene cosas muy curiosas.
Un besazo.
A veces no sabemos disfrutar de la vida hasta que es demasiado tarde... es triste.
ResponderEliminar(cuando era más pequeña tocaba al piano alguna gymnopedia de Satie. Me gusta aunque recrea esa atmósfera enrarecida como de estar debajo del agua)
¿De pequeña tocaba el piano? Vaya, encantador y burgués. En mi barrio solíamos jugar a las canicas en la calle…xD
EliminarSí, tiene razón recrea una atmósfera increíble, te embriaga y rodea. Y es curioso como con el paso del tiempo no pierde su efecto.
Besos.
Ésta es una de esas historias que, aun sin conclusión, pueden ser saboreadas toda la vida. Las de quedarte pensando en ella media hora sin que tu voz diga nada. Transformadas permanecen, como todo lo importante.
ResponderEliminarUn abrazo
Supongo que la única forma de que las historias permanezcan es siendo transformadas, refinadas sutilmente en nuestra memoria.
EliminarUn abrazo señorita Placenta. Gracias por sus palabras.
No sé si será cierto o no, pero como todos sabemos que la realidad supera la ficción, te he de decir que no es el primer caso que conozco en estas circunstancias.
ResponderEliminarMe temo que es cierto señorita Francesca. Yo siempre lo he visto, equivocadamente, como una metáfora del mal perverso que resulta el trabajo sin vocación.
EliminarBesos.
Todo es efímero, sí.
ResponderEliminarTodo, además, es susceptible de empeorar, de manera que más nos vale aprovechar el momento presente como si nos fuera (que nos va) la vida en ello.
Bonita historia, a pesar del final.
¿me aprobarás el comentario?
ResponderEliminary este también?
La de barbaridades que deben ponerte para que apliques una censura!
No es censura, publico todo, y de hecho me resulta un engorro porque al final todos los comentarios se duplican. Pero tuve hace tiempo una época desagradable con gente que sí, directamente me insultaba, y aunque en un principio lo tomé con humor luego ya empezó a molestarme. Cuando empiezas a tener visitas es inevitable encontrarte con algún troll. Me resulta mucho más relajado así.
EliminarLa historia tiene un tufillo carpe diem, pero me acorde de ella hablando con un amigo y me apetecía compartirla, que estuviera en este revoltijo de recuerdos/cosas raras que es el blog.
Besos.
Siempre hay historias tristes que contar, recuerdos que sin más aparecen en nuestra memoria cuando, a veces, queremos enterrarlos porque duele. Pero también es bonito acordarse de lo que un día compartimos con esa persona que ya no está, recordarlo con una sonrisa porque tuviste la oportunidad de conocer a alguien extraordinario. Y quién sabe, si muchas de esas experiencias compartidas hicieron de ti la persona que hoy en día eres, porque dicen que la vida no es más que eso, la suma de experiencias.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, Mario, tienes una envidiable habilidad para redactar cualquier cosa que te propongas. Un beso con mis mejores deseos para tu fin de semana.
Sí, se a lo que te refieres, a veces no es tan brusco como la muerte, se trata más bien de gente que desaparece de tu vida, pero que deja su pequeño poso, ya sea en forma de recuerdos, opiniones o reacciones. Hay cierto homenaje cuando escribes y recuerdas. O recuerdas y escribes.
EliminarGracias, gracias, espero que tú también estés disfrutando del fin de semana en compañía de tu familia y en ese nuevo trabajo noctívago que tienes.
Besos.
Cruda realidad... dónde la poesía es un tumor que nos mata y nos reducimos a carne :( Yo hubo un tiempo en el que era asidua a un bar, llamado la estela y también me hice amiga de la dueña y de algunos clientes, entre ellos Víctor. Víctor tendría más de 40 años y justamente trabajaba en el bar de al lado pero cuando cerraba se venía a la estela, y al hombre le gustaba leer y al final siempre hablabamos de filosofía. Un día se emborracho más de la cuenta y la dueña de la estela y yo flipamos con las chorradas que llego ha decir y ha hacer. Pero siempre tendrá todos mis respetos, era muy Nietzscheriano como yo xD
ResponderEliminarBesos.
Todos tenemos una noche de borrachera irreconciliable con nuestra impostura, creo que es bueno compartir también esas noches, lo mejor y lo peor. Si era Nietzscheriano le perdonamos todo, ¡naturalmente!
EliminarBesos.
Viendo el lado positivo de la situación, y una vez que tienes un cáncer de cojones, me parece que irse en quince días es lo mejor que te puede pasar. Es mucho peor que te pillen a tiempo y te pegues tres años vomitando cada cosa que comes y con dolores, porque la quimio duele, y le hubiese dolido mucho más a su mujer verle sufrir. Y después la vida te importa una mierda y te cambia el carácter y todo es muy jodido. Y ya no follas y el amor no te interesa. Y después te mueres igual.
ResponderEliminarTodos nosotros, sanos o enfermos, deberíamos aprender a vivir, pero en este país nos cuesta vivir. No sabemos. En este país juzgamos y/o somo víctimas de juicios y prejuicios, porque todavía arrastramos el lastre de la inquisición. Y necesitamos un inquisidor en la religión, un inquisidor en la política, y un inquisidor en el sexo. Y unas víctimas a las que quemar, claro. Porque es evidente que en este país nos da miedo follar. Y de ahí vienen casi todos nuestros problemas.
Entonces nos creemos inmortales, pensamos que eso nunca nos pasaría a nostros (porque nos prometieron la eternidad y nos lo hemos creído) y pensamos que la enfermedad es algo que nos viene por no prevenir, por comer mal, y nos preguntamos ¿qué he hecho yo para merecer esto? -Porque por follar mucho no habrá sido- Pues nada, joder, que la vida es así, pero eso sí debemos aprender a vivirla.
Anda que hoy me depachado a gusto... Ya sabes, es la confianza entre hermanos.
Besos mon frère
Tienes razón, de hecho yo soy muy mal enfermo, haría la vida imposible a la gente de mi alrededor. Mejor rápido y limpio.
EliminarAunque a él se le notaban ya los cambios de humor, el cansancio y malestar físico.
No creo que todo sea una inquisición de follar. De hecho estamos viviendo en una sociedad muy liberal, con redes sociales que se mueven solo por el impulso de conocer gente y fornicar. ¿Qué sigue habiendo prejuicios? Indudablemente, pero ahora una chica de dieciocho no duda en disfrutar de la vida y hacer con su cuerpo lo que le viene en gana.
Quizás, más que otra cosa, es que la mayoría no sabe, si me permites la expresión, hacer el amor. Lo ve todo como un mete-saca y claro, al final solo cambian de cuerpo no de actitud.
Pero el carpe diem no se basa solo en eso, no es solo la conciencia de que puedes morir en el futuro, es el coste del paso del tiempo lo que nos resulta ajeno, la incapacidad para aprovechar el presente con cierta fiereza, el dejar las cosas para luego, el no buscar algo real que nos emocione, o que nos obligue a cambiar.
A veces no hay tiempo para filosofar, y solo puedes sobrevivir, estoy de acuerdo, pero si no buscas al menos cada día, algo propio e inherente que te haga feliz (y conste que no predico con el ejemplo, pero sé al menos cual es la dirección correcta), ¿Qué importa si mueres con cincuenta o con sesenta años?
La hermandad late con fuerza en blogger, nunca lo he dudado…xD
Todo tu post me lleva a esto.
ResponderEliminarMe encantan las torrijas.
Besos.
Ja, ja. Correcto. Una de mis películas más idolatradas. La de veces que he dicho eso a una mujer para intentar, no sé, provocar una reacción de empatía.
EliminarA mí también me encantan las torrijas, ¿Cómo vamos a llamar a nuestro primer hijo? ;)
Este es el Rorschach que más me gusta... tu esencia.
ResponderEliminarMuy buen post.
"Ser responsable.." la afirmación tiene miga. En ocasiones alguien asume como sacrificio propio el atender de manera compulsiva a un hijo, marido, padre o madre, equivocan los términos y se olvidan de su propia existencia, eso no es responsabilidad. El efecto que provocan es negativo, por naturaleza el ser humano es egoísta (algunos mas que otros, que conste) y lo único que consiguen es convertirse en víctimas del chantaje emocional.
ResponderEliminarLo que has relatado es como para pararse a pensar..
Besos para esta noche, mañana ya se verá.
Se suele decir que cada persona se crea su propio infierno. Creo que en este caso estaba obsesionado por el trabajo y lo ponía por delante de las prioridades de los demás, porque obligaba a su hijo a trabajar con él y no respetaba sus deseos de hacer otras cosas. Y a otro nivel también sucedía lo mismo con su mujer.
EliminarGracias por pasar por aquí. Tus besos duran mucho, algunos saben a caucho quemado y otros a dátiles y lluvia. Puedo esperar para los siguientes.