de vez en cuando los disparos y los helicópteros de la policía
destrozaban el sueño por las noches
pero si te acostumbrabas a los gritos
a los cuerpos de tiza
y los graffitis de sangre en el suelo
era un barrio tranquilo.
No había dormido bien
sueños extraños
las sabanas huyendo por ventanas de polvo
tú estabas en el alfeizar
riendo sin parar entre jirones de humo
de pronto resbalabas, caías sin que pudiera evitarlo
y el eco de tu risa chocaba contra el asfalto, derramando tu pelo rojo
sin vida.
nunca había perdido a una mujer de ese modo.
Me levanté con un terrible dolor de espalda
fui al baño a vomitar mi resaca civilizadamente.
Cuando tiré de la cadena tuve la impresión
que lo mejor de mí huía cañerías abajo
y que aquí solo quedaba una costra oscura de sudor, piel y huesos.
Llevaba en el trabajo siete horas, solo quedaban dos, la petaca
ayudaba
atendía a las llamadas de forma lenta, estúpida, con voz monocorde,
repitiendo las explicaciones
como si estuviera en un colegio de autistas
los clientes afirmaban entender mis indicaciones, ofendidos por la
duda
luego volvían a llamar
el tiempo era el juguete roto de Sísifo
apilando segundo tras segundo, agrietando mi mente.
convirtiendo el contexto en un sumidero, en una picadora de carne.
Se acercó mi supervisor y me felicitó por mi trabajo
“intenta ser más proactivo y
llegarás lejos”
me sentía como un judío
limpiando
flirteando
masturbando
rezando
a las espitas de gas en Auschwitz.
Era casi el final de la jornada, de madrugada, cuando llamó Ella
histérica, gritando
llevaba media hora sin
poder conectarse a internet, no podía consentir esa clase de errores
me recordaba a una de mis novias
todo ese potencial de puta indecorosa
gesticulando, cubriendo de ira y saliva la habitación.
Pero los dos sabíamos que esa llamada representaba algo más
era toda la frustración contenida
por todos esos errores
por todos esos errores
que no disponían de teléfono de reclamaciones
como el error de su código genético
de su voz chirriante
de la pérdida de su fe
el error de una cama manchada de frío y desapego
y de unas canas representando solo tiempo perdido.
Alguien tenía que pagar por todo aquello.
La llamada duró demasiado
pero al final colgó cansada de ladrar.
La petaca estaba vacía
la espalda me dolía más que nunca.
Terminó la jornada y apunté todos sus datos personales.
Me imaginé entonces llamando con número oculto y voz impostada
solicitando que le quitasen el servicio de sms
y luego, desde un locutorio, gestionando su portabilidad a otra compañía
seleccionando el móvil más caro, haciendo caso omiso de la
penalización de trescientos euros
sabía como funcionaba, sería un lío muy farragoso de solucionar
luego la subscribiría a varias páginas eróticas de contactos
de esas que solo solicitan un número de tarjeta y dos datos personales
sería la versión moderna de poner el número de tu ex en el lavabo de una
discoteca.
Pero después pensé que ella
ya tenía suficiente con ser Ella
en casa había más alcohol
y eso, ahora mismo, era lo único importante.