domingo, 29 de septiembre de 2019

La creación de un mito literario y propagandístico.

El Mundo publica una foto y habla de un libro (AQUÍ) que demuestran que el famoso incidente entre Unamuno y Millan Astray en el paraninfo de Salamanca no fue para tanto y que el filósofo y el militar se despidieron amablemente después de su intercambio de palabras. Esto supone otro varapalo al anhelo de la izquierda por convertir a Unamuno en un héroe del antifranquismo.

"Luis Portillo construyó su relato literario sin haber estado ahí. Unamuno no contestó a Millán Astray, tomó la palabra para contestar un discurso previo del catedrático de Literatura Francisco Maldonado que había identificado a Cataluña y el País Vasco con la "antiespaña". Para Unamuno hablar de lo "antiespañol" o la "antiespaña" era algo inadmisible que había combatido toda su vida. Él tenía un concepto universal de lo español enlazado con el idioma. Y utilizó el ejemplo de lo ocurrido con José Rizal (fusilado injustamente por los españoles y posterior héroe de la independencia de Filipinas). Fue la referencia a José Rizal lo que hizo saltar a Millán Astray que lanzó el grito "Mueran los intelectuales traidores" porque él había combatido en la guerra de Filipinas contra los autoproclamados seguidores de Rizal".

El discurso que Luis Portillo puso en la boca de Unamuno es una invención literaria de arriba abajo. "Ni viva la muerte, ni gritos de rigor, ni venceréis pero no convenceréis, ni retratos de Franco... Nada de eso ocurrió. Unamuno tomó la palabra y de una manera muy didáctica intentó explicar el porqué vencer no era convencer y conquistar no podía ser convertir. Hace unos días se lo había explicado también a Franco, en el que siempre confió, primero apoyando la sublevación, y luego creyendo que era el único que podía poner fin a los desmanes de su propio bando".

La fabricación de la leyenda que ha llegado hasta nuestros días, incluso reproducida en el cine a través de la película de Amenábar Mientras dure la guerra, queda perfectamente documentada con la reproducción por parte de Severiano Delgado de un sinfín de documentación. Como prueba gráfica de que el incidente no pasó de ser más que un cruce de palabras duras entre ellos, está la reproducción de la fotografía que sirve de portada a la edición de este libro. En ella se puede comprobar como a la salida del acto en la universidad, una vez que Carmen Polo de Franco ya se ha subido al coche oficial, Millán Astray y Miguel de Unamuno se despiden amablemente en presencia del obispo Plà y Deniel.

La izquierda española oficial tiene un concepto de la literatura basada en ideas étnica e ideológica sectarias: los únicos escritores que les interesan tienen que ser de izquierdas, por una parte, y además españoles y mucho españoles. Y cuando les indicas que su adorado Antonio Machado era machista y antisemita; o que Lorca era un señorito andaluz que prohibía la asistencia de Miguel Hernández a sus lecturas porque su rusticidad le causaba repulsión física; cuando les dices que Rafael Alberti y Miguel Hernández eran unos estalinistas impresentables después de todo lo que ya se sabía (libros-denuncia de la represión soviética publicados, entre otros, por Emma Goldman en los años 20 o André Gide en los 30); la izquierda grita, moquea y te señala con el dedo, porque en su concepción de la literatura que-hay-que-leer no entra que los escritores propuestos puedan tener una mancha.

            Esa es la tendenciosa y maniquea forma en que abogan por la cultura: solo sirve y promueven la que puede fortalecer ideológicamente a su rebaño. Una de sus referencias, Almudena Grandes, lo explicaba así en un artículo “El cine de un país, como su literatura, su teatro o su música, resulta una herramienta esencial para consolidar una identidad nacional. Y si hace falta algo en España, ahora mismo, son esa clase de herramientas, si de algo estamos huérfanos los españoles del siglo XXI es de señas de identidad.” Naturalmente lo que no reconocía era cuáles eran las señas de identidad prioritarias para ella.

            Sigue vigente esta dura reflexión de Unamuno referida a España -auténtica, real, y quizás por eso menos recordada-: "¡Qué país, qué paisaje y qué paisanaje!".

1 comentario:

  1. Me da mucho coraje la manipulación y tergiversación, en el caso de Amenábar ya me negué a ver Ágora.Y a Almudena Grandes también dejé de leerla porque parece que no puede escribir sin hacer proselitismo.

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