El martes quedé fascinado con la nueva serie de HBO ‘Heridas abiertas’, hacía tiempo, seguramente desde la primera temporada de True Detective, que una serie no me evocaba una atmosfera tan inquietante. Fascinante y cautivadora la interpretación de Amy Adams, con un montaje delicioso, con silencios, flashback obsesivos y un Jean-Marc Vallée en estado de gracia, en apenas dos capítulos me enganchó. Por desgracia a un episodio por semana hasta finales de agosto no podía terminar de disfrutar de esa miniserie (ocho episodios). Como soy alguien obsesivo me puse a investigar y cual fue mi sorpresa cuando averigüé que era una adaptación de una novela de Gillian Flynn (conocida a su vez por la conocida adaptación cinematográfica de ‘Perdida’). El paso más lógico fue comprar la novela y empezar a leerla. En realidad no esperaba mucho, pero me ha sorprendido muy gratamente.
‘Heridas abiertas’ narra la historia de Camille Preaker, una reportera de un periódico de Chicago que es enviada a Wind Gap, un pueblecito de Missouri del que es oriunda, para cubrir la noticia de dos niñas secuestradas y asesinadas por lo que parece obra de un asesino en serie. Allí le esperan una familia a la que hace años que no ve, una policía local abrumada y unos recuerdos de un pasado para nada idílico. Una trama clásica de novela negra que, en teoría, se gestiona de forma convencional. Sin embargo Flynn desarrolla a sus personajes de una forma casi subversiva. Por poner un ejemplo se nos avisa en la contraportada que Camille ha estado internada unos meses en una clínica psiquiátrica, el libro al estar escrito en primera persona enseguida transmite al lector que la protagonista tiene problemas de ansiedad, y que seguramente es alcohólica, por lo que deduce esas han sido las causas de su crisis. Sin embargo, en apenas un par de capítulos, el motivo de su internamiento se revela mucho más escabroso: desde los trece años tiene un trastorno obsesivo compulsivo que le induce a cortarse, y tiene el cuerpo lleno de cicatrices y de palabras grabadas con cortes de cuchilla.
“Verán, yo me hago cortes. También incisiones, tajos, escarificaciones y heridas. Soy un caso muy especial; tengo un propósito. Bueno lo que pasa es que mi piel grita. Está recubierta de palabras, “cocina”, “bollo”, “garito”, “rizos”, como si un crío de primaria hubiese aprendido a escribir sobre mi carne con un cuchillo en las manos. A veces, pero solo a veces, me río. Cuando salgo de la bañera y veo, con el rabillo del ojo, en el lado de una pierna: “muñeca”. Cuando me pongo un suéter y, en un destello, veo en la parte interna del brazo: “dañino”. ¿Por qué esas palabras? Miles de horas de terapia han arrojado como resultado unas cuantas ideas de los buenos doctores.”
Flynn elabora una historia en la que los personajes femeninos llevan todo el peso de una trama y donde, de una forma u otra, siempre existe un poso latente de violencia. Para ello disecciona la sociedad de medio oeste americano, ese pequeño pueblo de Wind Gap, haciendo transitar por su historia a personajes torturados, madres que no quieren a sus hijos, niños crueles e infancias rotas. Un thriller psicológico absorbente, domestic noir reposado, que se aleja de las novelas procedimentales de asesinos en serie para meternos en una historia más pequeña, más íntima, pero no por ello menos espeluznante. Atentos sobre todo a ese doble final que convierte las últimas treinta páginas en una auténtica vorágine efectista. Muy recomendable.
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