Me duelen los ojos. También la sangre que se hacina en mis muñecas. La
desidia de bailar en la oscuridad con la oscuridad. Frase manida. Alcohol
haciendo el trabajo sucio. Debería de acostarme. Mañana hay que madrugar. Y
saludar agitando las manos hacia delante. Aunque las comisuras traicionen el
pensamiento. Los cadáveres empiezan a mover los dedos, se agitan, se rebelan,
levantan su cabeza tatuada de hacha y apagan la luz.
Recuerdo hace años cuando iba a casa de Miguel. No importaba si era
jueves. O martes. O sábado por la noche. Llevaba dos botellas de vino. Él
siempre tenía preparada una hilera de porros. Enormes. Gigantescos. Como la
aleta de un tiburón. Fumábamos con ansiedad mientras escuchábamos música
clásica, como dos moribundos en un país de ciervos azules. Él se creía invencible.
Yo me creía idiota. Sólo uno de los dos tenía razón.
Todo siguió igual durante un tiempo. Un lugar seguro al que recurrir de vez en cuando. Cuando el trabajo no me dejaba dormir. Cuando la farsa de sombras chinescas y amor desleal convertía mi garganta en un pozo de ladrillo rojo. Pero nuestras conversaciones eran un teatro inútil, inane, estúpidas en su falta de retórica, fingiendo equivocarnos con una sonrisa drogada cuando ya nos habían vencido mucho tiempo atrás. Lienzo verde. Humo blanco.
Todo siguió igual durante un tiempo. Un lugar seguro al que recurrir de vez en cuando. Cuando el trabajo no me dejaba dormir. Cuando la farsa de sombras chinescas y amor desleal convertía mi garganta en un pozo de ladrillo rojo. Pero nuestras conversaciones eran un teatro inútil, inane, estúpidas en su falta de retórica, fingiendo equivocarnos con una sonrisa drogada cuando ya nos habían vencido mucho tiempo atrás. Lienzo verde. Humo blanco.
Horas después llegaba a casa, a mi cama fría. Pero era incapaz de
dormir. Entonces aparecían los fantasmas aullando de dolor. Henchidos de odio.
Anhelando mí desperdiciada juventud. Arrancaban a dentelladas la piel del
corazón y me mutilaban los párpados. Dolía. Dolía demasiado. Me incorporaba.
Encendía el ordenador y las imágenes cercenaban mi sensibilidad. Pero también
me la ponían dura. El coño siempre omnisciente. Como única esperanza. Como
única abominación. Y discutía en voz alta si la Muerte vendría descalza o con
zapatos rojos de tacón de aguja. Tal vez sólo fuera una niña sonriente, vestida
de rosa, con dos globos en la mano: uno lleno de dioses y paraísos, el otro de
gusanos y polvo.
Recuerdo una de esas noches. Carla llamándome, su voz cristalizada en
esa rayuela dipsómana de quien sólo sabe vivir entre puntos suspensivos y
elipsis. Su falda airada. Sus pechos inmensos entrando y saliendo de mi boca.
Como una violación. Sus mamadas eran dolorosas. Quizás por eso me gustaban.
Vomité. Dos veces. Pero ella estaba contenta porque sólo veía amor
blanco deslizándose por sus muslos. Saliva. Otoño. Hojarasca. Capitulación.
Entonces tuvimos un brote esquizoide
Que duró
Exactamente
Cinco minutos
Fueron los cinco minutos más largos de mi vida.
A pesar de eso estábamos condenados. Ella leía a Brontë. Yo a Cioran. Ella
jugaba de rodillas a ese sin querer quererte querer que mordía el
hueso. Yo bailaba sobre nuestra jaula porque sabía que estaba decorada con el
amor químico de los insectos.
Pero lo peor es que olvidamos cuando pesaba su cuerpo sobre el mío. Y así, disculpadme, no hay manera de ofrendar te quieros sin sonar ridículo.
Pero lo peor es que olvidamos cuando pesaba su cuerpo sobre el mío. Y así, disculpadme, no hay manera de ofrendar te quieros sin sonar ridículo.
Noches de sueños y recuerdos que duelen y amarran el pensamiento.
ResponderEliminarMe encanta saborear tus letras.
Besos.
Lunna.
Un placer tenerte como lectora.
EliminarEspero que sigas disfrutando de mis letras decadentes, aunque mis actualizaciones sean a veces un poco exiguas.
Besos.
Joder poeta, tu prosa me pierde. Desde la chica del abrigo rojo que quería un ejército de locos es lo mejor que te he leido, y mira que me gusta todo lo que escribes.
ResponderEliminarUn beso mi querido amigo.
Ja, ja. Gracias. Es de lo más bonito que me han dicho últimamente. También tengo un buen recuerdo de esos post, producto de una larga y extraña noche de dipsomanía. Pero mereció la pena. Me gustaría contar algo más sobre ello en algún momento, la idea es interesante; los locos siempre lo son.
EliminarMuchos besos querida musa, te sigo leyendo en todos los frentes, que conste. Sólo me faltas en el Facebook xP
Un abrazo.
Cualquier cosa es mejor, que estar obligado a la insatisfacción del vacío, mejor desear, odiar, cautivar o repeler, que resignarse a las sensaciones insípidas.
ResponderEliminarBesos escritor.
Ese es uno de los lemas contradictorios del decadente ;)
EliminarUn beso querida Jane.
Los te quieros nunca sonaran ridiculos pronunciados por tu boca.
ResponderEliminarAh, cuanto echaba de menos algún comentario sentido, cercano, sentimental. Ser tan underground provoca que a veces me pierda esa parte tan entrañable y consustancial de los blogs, me refiero indudablemente a que me digan cosas bonitas; eso suele animar a mantener este tinglado abierto…xD
EliminarBien, bien. Y es por ello que te perdono que no tenas nombre ni blog, que eso no me suele gustar.
Gracias por leerme. Un abrazo.
Estaba entre... ¡jo! ¡der!
ResponderEliminary ¡ guaaaaaaaaaaaaaaaau!!!!
No se me ocurre nada más. Le dejo mi sombrero una vez más.
De vez en cuando tengo mis momentos, a pesar del alcohol, la falta de anhelos existenciales…xD Ya sabe usted, tanto tiempo escribiendo al final tienes que acertar con algún texto aunque sea por pura casualidad ;)
EliminarLe hago también una reverencia como leal lectora. Un beso.