El dolor suele ser síntoma de incompetencia: me duele la polla porque no sé masturbarme sin pensar en ti, me duele la cabeza porque no sé beber, me duele el corazón porque no sé amar como tú necesitas. Llevo varios horas sumergido en el estupor del alcohol, pero ahora el vino se ha acabado y Chopin ha afilado demasiado las paredes de mi tristeza, necesito salir al exterior. Cojo mi gabán y miro la hora: las tres de la madrugada, está noche cambian la hora, en realidad siguen siendo las dos, ni siquiera el tiempo es un lugar seguro. Cuando salgo del portal la noche me resulta acogedora, el silencio, la soledad de las calles. Camino al azar, sin fijar el rumbo, pero por suerte en esta ciudad de extrarradio, a despecho del capitalismo de hormigón, todavía conservamos un par de parques, uno de ellos con un enorme estanque donde patos y ocas mantienen sus luchas territoriales. Tardo unos veinte minutos en llegar, pero nada más pisar el césped empiezo a verlos: docenas de conejos enanos comiéndose el césped, zascandileando de un lado a otro, aprovechando cada segundo para dejarse llevar por su instinto, Schopenhauer estaría orgulloso. Leí sobre esta plaga hace unos meses en el periódico local: el año pasado algún irresponsable había abandonado una pareja de conejos enanos, y en pocos meses procrearon de forma exponencial, había ya cientos de ellos arrasando el césped de todos los parques y expandiéndose por los alrededores. Desde entonces el ayuntamiento había intentado aniquilarlos haciendo batidas con trampas y venenos, sin tener en cuenta sus necesidades y anhelos. Una metáfora muy extrapolable a cómo tratan a sus ciudadanos.
Paseo por la zona aterido de frío, pensando en cómo van a ser mis próximos treinta años, atrapado en trabajos precarios, soportando la progresiva decrepitud física y mental mientras intento enterrar, sin que supuren demasiado, mis idearios adolescentes. Me entran ganas de vomitar, de sacarlo todo, de arrodillarme en el suelo como si estuviera a las puertas del Gólgota. Me siento en un banco y me agarro la cabeza con fuerza, justo cuando creo que me voy a desmayar siento como me tocan el hombro: al levantar la cabeza observo alucinado que sentado a mí lado hay un enorme conejo humanoide, vestido de etiqueta, que me mira con extrema seriedad. Supongo que el abuso de benzodiacepinas en mi juventud empieza a manifestar sus secuelas.
Conejo Kierk: Saludos Rorschach. La cierto es que te imaginaba más alto, está claro que la genética no ha sido muy generosa contigo, ¿has pensando en el suicidio últimamente? (Rorschach finge que no ha escuchado nada y mira hacia otro lado, pero Kierk sigue hablándole) No te servirá de nada ignorarme, ¿sabes que es probable que Bukowski sufriera una lesión cerebral cuando estuvo a punto de morir a los treinta y cinco? Sigues admirando a un escritor que tenía medio cerebro anegado en alcohol y la otra mitad incapaz de funcionar correctamente.
Rorschach: (Irritado le responde) Bukowski sabía que la vida era una guerra, que la sociedad capitalista necesitaba tenernos ocupados, ansiosos y embrutecidos, y consiguió sobrevivir haciendo lo único que tenía sentido para él: beber y escribir. A mí me parece la única cosa decente que podemos admirar hoy en día.
Conejo Kierk: ¿Sabes cuál es tu problema? Estás demasiado enamorado del dolor y del fracaso y eso te ha agriado el carácter. Por eso ninguna mujer quiere utilizar tu polla como mascota.
Rorschach: La mayoría de la gente es aburrida y decepcionante, su fracaso es infinito, por eso no importan las biografías, importa la redención, la sublimación en el arte. La vida se compone de pequeños actos irreflexivos cuyas consecuencias pagamos durante años, ¿y todo para qué? El hombre es una pasión inútil, sobrevivimos en medio de absurdas contradicciones, entre la lucha por la homogeneización social impuesta y el agravio comparativo.
Conejo Kierk: Joder muchacho, de dónde viene todo ese rencor (Rorschach se queda en silencio mirando al suelo) Seamos honestos, ¿todavía sigues pensando en tu ex? Ya es hora de superarlo. En el fondo todas las rupturas son por el mismo motivo: ellas creen merecer algo mejor que tú. Y si vuelven es porque no lo han conseguido. Somos piezas de lego, sustituibles con la misma facilidad con que borras una conversación de WhatsApp.
Rorschach: Tienes razón, pero lo que más me ha jodido ha sido la forma de romper, tan limpia y educada, quiero decir, ¿no hay escenas melodramáticas, no hay llamadas en mitad de la noche, ni lagrimas ni exabruptos? No quiero elegancia o madurez, no hay nada más humillante que la indiferencia ajena.
Conejo Kierk: Tu problema recurrente es que te gustan demasiado conflictivas, idealizas sus taras y la mayoría utiliza eso como coartada para su egoísmo. Gestiona tu puta soledad y deja de martirizarte. Muerte y transfiguración. (Se da la vuelta y desaparece dejándome de nuevo solo)
Me quedo un rato paseando por el parque, dejando que las palabras de mi álter ego se coagulen en mi cerebro. Puede que tenga razón. Suspiro y desando el camino de vuelta a casa. Al llegar enciendo el ordenador y elijo una playlist del Spotify. Al rato suena una de nuestras canciones favoritas; no la quito y disfruto del dolor. A veces pienso que me dejaste por mi falta de ambición, que tu frialdad solo era un clasismo mal disimulado. Debería quemar tus fetiches, reducir todas nuestras entradas de cine, fotos y poemas a cenizas y usarlas para fertilizar el lecho de mi alma. Ah, mi querido monstruo ciclotímico, qué triste resulta que, después de tantos años de poesía, solo me hayas dejado este oscuro sentimiento de decepción.
Igual es el momento de decidir hacer un cambio ,cambiar el guión y elegir absorber "the bright side of life".
ResponderEliminarSe puede y se debe cambiar.
Sí, tienes razón, lo que pasa es que al final estás tan acostumbrado al lado oscuro de la vida, que aunque sabes que es contraproducente no puedes evitar seguir fascinado con ese autosabotaje, esa necesidad de regodearse en la herida, en la nostalgia por alguien ingrato que no se merece ni un ápice de tu energía. Pero así somos los seres humanos a veces, con esas leves disociaciones que nos permiten vivir en la incongruencia. Ser decadente es ser un necio con ínfulas xD
EliminarTodos los hombres deberíamos tener un Mr Floppy en la falsa o en el garaje, para que nos diga en la intimidad y con todo el sarcasmo posible lo ridículos que nos encuentra. Tu Mr Floppy, de todas formas, lo veo un poco tocagüebos
ResponderEliminarAnimo y que no decaiga... a ver si voy acabando lecturas y me zampo algún bukowski.
Mr. Floppy es muy necesario, sin duda. De todas formas tengo por ahí un amigo tóxico que me toca mucho las narices de vez en cuando con su sobria sinceridad sobre mis cuitas más ridículas e innecesarias xD De esas charlas saco muchos de los diálogos del blog xD
EliminarVenga, un abrazo. Y ánimo con Bukowski, según pasa el tiempo le veo más sobrevalorado y básico, pero alguna lectura -y mi consejo es recurrir a él cuando se sufre mal de amores- siempre es necesaria para poder pasar a otra cosa.
¡Saludos!
Los conejitos otra vez :)
ResponderEliminar¡Los conejitos forever! ja ja ja. Un pequeño remake, aunque lo cierto es que cuando me pongo a reescribir entradas le dedico bastante tiempo y creo que les doy un aire bastante diferente. Un maullido de mi gatita, que está muy juguetona y no me deja teclear, espero que todo vaya bien. Un beso.
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