Toda forma de posesión es
causa de muerte espiritual. Los dos mayores sabios de las postrimerías de la
Antigüedad: Epicteto y Marco Aurelio, un esclavo y un emperador.
Muchas personas consideran
que confortablemente instalados en el sofá de su salón y a través del televisor
pueden informarse seriamente. Es un error mayúsculo por tres razones: primero
porque el telediario está estructurado como una ficción, no está realizado para
informar, sino para distraer. A continuación porque la sucesión rápida de
noticias breves y fragmentadas producen un doble
efecto negativo de sobreinformación y desinformación. Y tercero porque querer
informarse sin esfuerzo es una ilusión. Informarse cansa, y a este precio cada
uno de nosotros adquiere el derecho de participar inteligentemente en la vida
democrática.
Agotados por el trabajo,
horrorizados por el paro, angustiados por el porvenir, hechizados por la
televisión, aturdidos por los tranquilizantes, los ciudadanos sufren un
adoctrinamiento constante, invisible, y clandestino.
Cualquier anuncio es una
puesta en escena, una mitología incluso, de gente muy guapa comiendo, consumiendo,
comprando mientras ostenta una felicidad de éxtasis. No se hacen afirmaciones
directas, son los espectadores quienes proyectan o deducen. Un anuncio puede
gustar o no gustar, no se puede refutar.
Somos tan frágiles como un
pájaro al que sacan de la jaula y no sabe qué hacer. La idea es el torniquete
de las palabras. Sangra. Sangra. Sangra. La escueta urgencia del reloj, el
sordo crepitar del tiempo, como un haiku, como una irremediable pérdida de
tiempo, como un autobús perdido.
Sócrates afirma que una vida
sin cuestionamientos, sin hacerse preguntas, no merece la pena vivirse. La
sabiduría es la máxima felicidad dentro de la máxima lucidez. No es tanto un
absoluto como un proceso.
Simone de Beauvoir tras la
muerte de Sartre: “Su muerte nos separa. Mi muerte no nos unirá. Así es; ya fue
hermoso que nuestras vidas hayan podido estar de acuerdo durante tanto tiempo“.
La existencia se compone
en un tanto por ciento muy alto de fracasados que se disfrazan de personas felices
y de perdedores que con sus harapos ponen un punto de realismo en la ceguera.
La vida oscila como un
péndulo entre el dolor y el hastío. Sufrimiento porque deseo lo que no tengo y
sufro esa carencia; aburrimiento porque tengo lo que desde ese instante ya no
deseo. Frustración o decepción. Sufrimiento o aburrimiento. Inanición o
inanidad.
El Leteo amniótico de un
vaso de vino, a oscuras, sentado al borde mí mismo junto a mi tristeza
rutinaria, mientras brotan, ahí afuera, las rosas que adornarán mi tumba. Resuena
la claqueta, ya no hay focos; ¿dónde están las vidas que perdí?
Masturbarse mecánicamente,
como quien suelta el hilo de un sentimiento que se eleva cadencioso, como un
viejo y turbio poema de Baudelaire.
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