jueves, 7 de agosto de 2014

Dejar de ser los peces serviciales cuya vida solo es la búsqueda de un anzuelo.

Tengo resaca. Lo cual implica tener muchos enemigos naturales: la luz, el gorjeo de los pajaritos, los ruidosos nietos de mis vecinos, las entrevistas de trabajo, madrugar… Pero sigamos adelante. Quizás esta no sea la mejor forma de empezar el párrafo, pero bueno, ya sabéis: esto es gratis, sin presión. Solo por doblegar el tiempo durante unas horas, como el árbol que mira la grieta entre la calma y el incendio. 

A lo que iba. Me he levantado con resaca, he dejado a un lado mis responsabilidades y me he puesto delante del ordenador con mi botella de cerveza sempiterna –como me gusta esa palabra. He mirado el correo con la vana esperanza de que alguna groupie lujuriosa hubiera roto el cerco de silencio y quisiera tener una aventura veraniega conmigo. Nada. Sigo condenado a la masturbación de musas. Y en mitad de estos pensamientos, justo cuando estaba a punto de apagar la pantalla, ha llegado, como la paloma de Noé y su rama de olivo, un nuevo mensaje. Una pequeña editorial ha recabado –asumo que por error o una mala recomendación- en mi blog y quieren darme la oportunidad de publicar con ellos. Solo tengo que ordenar parte de mi material para que haya cierto hilo conductor. Un par de poemas. Un par de reflexiones sobre metaliteratura y ya tenemos un libro a la venta que sumar al catálogo.



Naturalmente he hecho lo normal en estos casos: negarme.

No hay motivos, pero si quisiera justificarme podría decir que hacer eso sería ponerme serio con algo que es solo un hobbie. Sería poner precio a algo que quiero que siga siendo gratis. Sería buscar un resultado cuando amo mi fracaso. No estoy preparado para ser sociable. Tampoco es que sea un gran logro, ya sabéis: editoriales pequeñas, tiradas pequeñas, distribución pequeña. Tampoco creo que tenga un material tan interesante. Ni vocación. Ni ganas de esos embrollos. Quizás cuando deje de escribir sí que recurra a la autoedición. Dejar una huella, una antología de todos estos años, como un memorándum para
fieles. Invertir trescientos euros, ¿una tirada de ochenta ejemplares? Y venderlos al precio más bajo posible sin perder dinero, aceptando trueques por cervezas y besos de carmín. Poner alguno en un par de librerías, como botellas sin mensajes. Y a otra cosa.


Pensando en ello más detenidamente es verdad que los escritores luchan con una gran dicotomía: por un lado necesitan creer que tienen talento, necesitan ser soberbios, amplificar el afán de exhibicionismo, porque de otra manera ni siquiera se atreverían a buscar un público para su obra. Pero por otro necesitan soledad, cierta humildad y autocrítica, un entorno ajeno que les permita desacralizar la palabra escritor –y poeta. Por la cantidad de mierda publicada está claro por donde se rompe la cuerda. Y es triste, porque al final democratizamos la mediocridad. Y comparto la dificultad de desenredar el solipsismo propio del escritor y clarificar su propio talento. Pero ahí están los editores buscando ampliar un catálogo sin pensar en nada más. Siento decirlo, pero muy pocos tienen una voz única y personal, lo que se suele llamar estilo propio. Se está publicando el mismo libro una y otra vez. Los autores actuales de poesía pretenden ponerte cachondo o triste, pero sus metáforas solo consiguen aburrirte. Twitter ha hecho mucho daño. Pero lo peor no es la falta de ambición o de esfuerzo en mejorar, o que todos vayan por el mismo camino, lo peor es que la gente con talento que podría abrir otras vías ni siquiera se lo plantea porque publican un libro de pequeña tirada y mueren de éxito. No siguen, ya han cumplido, ya han recitado en público, ¿ahora qué? La nada. Lo de siempre. Lo conocido. Lo fácil. Y de nuevo la nada.


Otro problema de la literatura son esos escritores que tratan el lenguaje como si fuera un puzzle para elites. Y cuando se enfrentan a la incomprensión de su obra te citan las biografías de diez o doce escritores famosos, como si existiera algún tipo de justicia poética prospectiva. Idioteces. El embrutecimiento de la sociedad es abrumador pero no por ello debemos buscar el oscurantismo y lo abstruso. Todos tenemos la capacidad de apreciar la Belleza, y aunque la sensibilidad hay que educarla, es un proceso que TODOS podemos transitar si nos interesa. Los que se esconden en el lenguaje lo que hacen es esconderse de su propia falta de talento.


Cuando el autor consigue romper tu piel mental y meterte en el texto es por pura empatía y comunicación. Y la otra reacción, mucho más visceral y prueba empírica de talento, es cuando el escritor consigue transmitirte su propia vocación y pasión, cuando has terminado de leer y te embarga la necesidad de corromper la página en blanco a tu manera. Te ha inspirado, te ha contagiado su energía. Eso es talento. Y lo demás son fanfarrias y conatos de soberbia mal encauzados que solo provocan el sonrojo ajeno.


Dicho lo cual voy a comprar más cerveza, joder, ¿hace mucho que no escribo algo erótico, o sobre la fría geometría de los semáforos, verdad?


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