Un hombre pasa por al lado
de un cartel que anuncia que “regalan” una cafetera si ingresas a mil años treinta
mil euros. El cartel es una gran taza de cartón. Al pasar el hombre desmonta
sin querer con el codo el asa de la taza, que cae al suelo planeando
silenciosa. La mira sorprendido y de una certera patada la manda debajo de los
sillones mientras esboza una mueca parecida a una sonrisa iracunda. Supongo que
todos necesitamos pequeños triunfos, imaginar al trabajador del banco buscando
el asa bajo el sillón. Pequeños triunfos inútiles, de eso vivimos.
Salgo a la calle, camino
por aceras cubiertas de cuerpos, cadáveres que piden limosna sin saber que ya
están muertos. Tal vez ya lo estamos todos.
María me ha llamado. Ha venido
a Madrid a hablar con Ana y quiere verme. Camino sin prisa hacia la cafetería
en la que hemos quedado. Me gusta caminar a esa hora en la que todo parece
posible, en la que el aire fresco y los barrenderos se afanan por hacer que la
ciudad resucite. Al pasar al lado de un contenedor de escombros veo un cuerpo
desnudo, restos de la estatua que había en la entrada de un club cercano. Lo
estarán reformando, pienso. Estuve hace tiempo por un caso. Era uno de esos
clubs que parecen haber estado siempre ahí, en los que el tiempo se ha
detenido. Cuando se abría la puerta se respiraba oscuridad y sordidez.
Terciopelo rojo ajado en los sillones, lámparas rojas, el resto pintado de
negro. Mujeres un tanto decrépitas en la barra, sentadas en taburetes viendo cómo
se les pasa la vida entre un polvo y otro…
Sí, necesitaba renovarse.
Al pasar por la puerta veo que están montando las estanterías de una franquicia
de una perfumería. Sonrío al ver las paredes pintadas de rojo con sombras de
flores en negro, impidiéndole desprenderse del todo de su antigua personalidad.
Joder, hasta a las putas les ha afectado la crisis…
María me recibe con la mirada
triste. Algo no va bien.
María: Ayer vi a Ana.
Llamó a mis padres para tranquilizarles. Alicia, les llamó a ellos…
Alicia: ¿No habló primero
contigo? Que extraño, siempre ha recurrido a ti, nunca a ellos. (Pausa) ¿De qué habéis hablado, te ha
aclarado algo?
María: Estaba muy calmada,
displicente incluso, como si hablar de ello fuera una molestia innecesaria. Me ha
asegurado que ha sido todo un malentendido, que la última vez que vio a Peter
fue en Londres. Alicia… es mentira. Conoces la relación que tenemos, somos
hermanas, pero también hemos sido amigas, confidentes, ha cambiado mucho en
estos ocho meses pero aún sé cuando miente. Lo hizo ella. Sé que lo hizo.
Alicia: (Bajando la voz) ¿Vas a hablar con
la policía?
María: Es mi hermana, no
puedo. Y en cuanto a Peter… es difícil decir esto en voz alta, pero viste su
ficha policía: era un monstruo, ha salvado a otras mujeres de pasar por ese
infierno. Pero ya no la conozco, no sé de qué es capaz, ¿podrías seguirla
durante un tiempo, investigar en qué está metida?
Alicia: María…
María: Lo sé, ¿crees que
no me cuesta pedírtelo? Mis padres ni siquiera se han percatado, han vuelto a
Valencia ajenos a todo, satisfechos por el deber cumplido. Pero… ¿te acuerdas
de aquél cuento que te inventaste cuándo éramos pequeñas? Ella estaba
obsesionada y te hacía contárselo una y otra vez. Joder Alicia, es Ana, nuestra
Ana. Algo le ha sucedido. Ayúdanos.
Alicia: (Pausa) De acuerdo.
Fin capítulo 28.
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarEs cierto, hay un momento en la mañana en el que parece que todo es posible.
ResponderEliminarVaya, estáis consiguiendo mantener la intriga hasta el final final. Enhorabuena.
Besos
Me alegro de que sigas escribiendo, besos.
ResponderEliminarPero qué intriga por favor, espero que no hagais parón de temporada como en las series, que a mí me matáis. Yo sigo queriendo saber las cosas que le han pasado a Ana. Es el personaje más misterioso para mí y siempre escurridiza.
ResponderEliminar