martes, 4 de septiembre de 2018

Reseña "La muerte en Venecia" de Thomas Mann (03/30)

Entre el abismo y la belleza se debate el protagonista de la novela, Gustav Aschenbach, un escritor de mediana edad y renombre mundial, disciplinado ante sus limitaciones y dotado de un recio sentido de la responsabilidad sobre su legado artístico. De forma repentina le invade un deseo violento de viajar, de huir de su obra, de su labor obstinada, dura y apasionada. Desea cosas nuevas y lejanas, una liberación, un descanso, el olvido. Recala así en Venecia, una ciudad que desde el principio aparece amenazante, insidiosa, corrupta. En el hotel conocerá a un muchacho de unos catorce años que lo cautiva inmediatamente con su belleza. Lo estremecedor de la historia es la imposibilidad y la corrupción de ese amor platónico e indeseable que une a Eros con Tánatos. Son muchas las referencias a la muerte que aparecen en la novela: el cementerio, entre cuyos monumentos funerarios Aschenbach decide viajar, o las góndolas, negras como ataúdes, que le conducen por la laguna como Caronte. La misma Venecia se presenta como una ciudad enferma, sucia, laberíntica, gris. Un calor bochornoso cae sobre las callejas, el aire es denso, los olores que salen de las casas y las tiendas yacen apelotonados, sin dispersarse; la muerte flota en el aire aunque las autoridades quieran desmentirla con desinfectante.

Hay un fondo de abyección en los sentimientos de Aschenbach, en las pasiones patéticas de un cuerpo avejentado e impotente que, sin embargo, no trata de imponerse de forma grosera; de hecho no llega ni siquiera a intercambiar una palabra con Tadzio, el bello efebo polaco que tanto le ha fascinado. Lo bello es el comienzo de lo terrible que todavía podemos soportar, decía Rilke. Al igual que el brote de enfermedad se oculta a los turistas, el escritor esconde su pasión a los demás y puede que a sí mismo, y persiguiendo un ser amado cuya belleza sólo puede contemplar, pero no alcanzar, se deja mecer lentamente hacia la muerte, hacia la nada.

Mann comentó que en esta novela corta quería expresar algo parecido a la tragedia del arte, ¿quizás estaba a favor de la crítica de Nietzsche al ascetismo tradicional, negador de vida? En la novela desgrana varias referencias a las obras de Platón en las que Sócrates habla de las licencias carnales que les están permitidas a los poetas frente al resto de los humanos. Licencias de las que surge, como en un parto, el arte. Existe una adaptación cinematográfica, una maravilla audiovisual de 1971 y dirigida por Luchino Visconti, que añado al final de la entrada, que os animo a ver después de leerlos el libro.



Los sentimientos y observaciones  del hombre solitario son al mismo tiempo más confusos y más intensos que los de la gente sociable; sus pensamientos son más graves, más extraños y siempre tienen un matiz de tristeza. Imágenes y sensaciones que se esfumarían fácilmente con una mirada, con una risa, un cambio de opiniones, se aferran fuertemente en el ánimo del solitario, se ahondan en el silencio y se convierten en acontecimientos, aventuras, sentimientos importantes. La soledad engendra lo original, lo atrevido, y lo extraordinariamente bello, la poesía. Pero engendra también lo desagradable, lo inoportuno, absurdo e inadecuado.
(...)
Sus nervios acogían ansiosos los lánguidos tonos, las melodías sentimentales y vulgares, pues la pasión paraliza el sentido crítico y recibe con delicia todo aquello que en un estado de serenidad se soportaría con disgusto.
(...)
El arte significa, para quien lo vive, una vida enaltecida; sus dichas son más hondas y desgastan más rápidamente; graba en el rostro de sus servidores las señales de aventuras imaginarias, y el artista, aunque viva exteriormente en un retiro claustral, se siente poseído de un refinamiento, un cansancio, y una curiosidad de los nervios, más intensos de los que puede engendrar una vida llena de pasiones y goces violentos.


Muerte en Venecia. 1971 Director: Luchino Visconti from Clases Arte Contemporaneo on Vimeo.

3 comentarios:

  1. True love leaves no traces - Leonard Cohen

    Como la neblina no deja cicatriz
    sobre la colina verde oscuro
    así mi cuerpo no deja cicatriz
    sobre el tuyo y nunca lo hará

    A través de ventanas en la oscuridad
    los niños vienen y los niños se van
    como flechas sin diana,
    como grilletes hechos de nieve

    El amor verdadero no deja huellas
    si tu y yo somos uno.
    Está perdido en nuestros abrazos
    como las estrellas contra el sol

    Como una hoja que cae puede descansar
    un momento en el aire
    así tu cabeza sobre mi pecho,
    así mi mano sobre tu pelo

    Como muchas noches se soportan
    sin una luna o estrella
    así soportamos nosotros
    cuando uno se ha ido y está lejos

    El amor verdadero no deja huellas
    si tu y yo somos uno.
    Está perdido en nuestros abrazos
    como las estrellas contra el sol.

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  2. Cometí el error, allá por los ochenta de ver primero la película y luego leer el libro."Nunca mais".

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    1. Tienes razón, siempre es mejor leerse primero el libro antes de su adaptación al cine. Lo disfrutas más. Aunque en este caso tampoco es tan importante, la novela es cortita, y la adaptación es buena; el libro da mucha importancia a la estética de Venecia y los canales, y el cine tiene facilidad para ese aspecto. La parte filosófica es más difícil, no lo niego. Hay grandes adaptaciones al cine, como “El amante”, que complementan y mejoran el libro con mucho talento.
      ¡Un saludo!

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