Porque la sociedad, el Estado, la educación, el consumismo… todo nos empuja al embrutecimiento, a no pensar nada por nosotros mismos y que nuestras acciones sean uniformes y homogéneas. Yo creo que la creación, o cualquier actividad artística que te permita expresarte, provoca un encuentro contigo mismo, aislarte durante un rato de todo ese rodillo mental. Y aunque sea sutil es la diferencia entre sobrevivir o vivir con cierta intensidad, lucidez o trascendencia, busca la palabra que más te guste. Apenas nadie lo hace porque, como diría cierto filósofo coreano, hemos pasado de la sociedad del ser a la del tener, y ahora de la del tener a la del aparentar… cualquier cosa en la que no puedas destacar fácilmente o que no puedas monetizar parece no tener mucho sentido, y olvidamos los versos de Machado “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar”, que implican que lo importante es mantener la pasión, como explica en otros versos suyos: "En el corazón tenía la espina de una pasión; logré arrancármela un día: ya no siento el corazón.”
En un relato de Charles Bukowski aparece el siguiente diálogo:
-¿Por qué no te buscas un trabajo decente?
-No hay ningún trabajo decente. Si un escritor abandona la creación, está muerto.
-¡Oh, vamos, Carl! Hay millones de personas en el mundo que no trabajan en la creación. Quieres decir que están muertas?
-Sí.
Desde un punto artístico es posible que tenga razón. Tenemos cada día una media de dos horas de ocio puro, de tiempo que podemos dedicarnos solo a nosotros (la cifra puede variar para cada uno, naturalmente, pero si te pones a pensar todo el tiempo que pierdes en el trabajo, obligaciones sociales y familiares, transporte, colas, preparar comida, limpiar, etcétera, tampoco creas que sube mucho), y es el modo en que empleas ese tiempo el que te define. Entiendo que hay gente que prefiere ser feliz y no complicarse la vida, no frustrarse intentando embarcarse en la tarea (titánica) de escribir un libro o tocar la guitarra con cierto virtuosismo, pero creo que no somos nuestro trabajo, ni nuestra cuenta bancaria, ni nuestras conquistas sexuales y/o sentimentales... creo que nuestra singularidad depende mucho más de factores internos que externos.
Pero da mucha pereza, el ahorro energético del cerebro tiende más a la zona de confort y las rutinas preestablecidas, que a la novedad, la revisión y el aprendizaje continuo. Por ello nos conformamos con cierto trasunto de singularidad basada en el consumismo, en eludir el agravio comparativo y en el escapismo especializado. La publicidad pone el baremo intelectual de su audiencia en lo más bajo y convierte la idiocracia en el nuevo canon universal. Mozart no existiría en la sociedad actual, su potencialidad hubiera quedado eclipsada por esa conjura tácita de necios y mediocres en la que destacar demasiado supone una ofensa. La actividad artística en este contexto es una herramienta de supervivencia, el equivalente a un spray de pimienta en una ciudad llena de delincuentes. Puede que sea una guerra perdida, pero la victoria moral no te la puede arrebatar nadie.
Pero da mucha pereza, el ahorro energético del cerebro tiende más a la zona de confort y las rutinas preestablecidas, que a la novedad, la revisión y el aprendizaje continuo. Por ello nos conformamos con cierto trasunto de singularidad basada en el consumismo, en eludir el agravio comparativo y en el escapismo especializado. La publicidad pone el baremo intelectual de su audiencia en lo más bajo y convierte la idiocracia en el nuevo canon universal. Mozart no existiría en la sociedad actual, su potencialidad hubiera quedado eclipsada por esa conjura tácita de necios y mediocres en la que destacar demasiado supone una ofensa. La actividad artística en este contexto es una herramienta de supervivencia, el equivalente a un spray de pimienta en una ciudad llena de delincuentes. Puede que sea una guerra perdida, pero la victoria moral no te la puede arrebatar nadie.
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