La manifestación de hoy en Cataluña, al igual que las de ayer y las que habrá más adelante, son totalmente inútiles. Cuando alguien quiere hablar sobre este tema yo suelo citar el título de la obra del dramaturgo francés Jean Giraudoux, estrenada en 1935 “No habrá guerra de Troya”. La trama se desarrolla en los días previos al estallido de la Guerra de Troya y narra los esfuerzos del comandante militar, Héctor, con el apoyo de las mujeres de Troya, para evitar que se desencadene la guerra con los griegos. Pese a las negociaciones entre Héctor y el emisario griego, Ulises, finalmente no consigue mantenerse la paz. Se suele interpretar como metáfora de la situación vivida en Europa en los años previos al inicio de la Segunda Guerra Mundial.
Es una lástima, hoy Josep Borrell, uno de los pocos políticos que respeto, ha reclamado el "derecho a la tranquilidad" de los catalanes, ha tenido palabras de reproche para los empresarios que han decidido sacar a sus compañías de Catalunya: "¿No lo podíais haber dicho antes?, ¿todas las cosas que decís en privado, por qué no las decís en público?" Ha acusado a Puigdemont, Junqueras y Forcadell de mentir a los catalanes. Incluso ha criticado los cánticos del público diciéndoles: "No gritéis como las turbas del circo romano. A la cárcel solo van los que dicen los jueces. Os pido extremar el respeto". Pero me quedo con una de sus últimas frases: "Las fronteras son las cicatrices que la historia ha dejado grabadas en la piel de la tierra. No levantemos más".
Puigdemont debería de estudiar más historia y conocer cuál fue el destino de su homólogo Companys. Aquí no van a valer DUI en diferido, ni a supuestas “conciliaciones jurídicas”. Debería de haber tenido en cuenta el inmovilismo e intransigencia de Rajoy antes de jugar con él y lanzar órdagos. El poder se traslada a la calle y ahí la CUP es soberana, ya veremos qué sucede después. Aunque reconozco que daría un toque de humor a todo esto que Puigdemont proclamase la DUI el doce de octubre...
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