Muchas
veces cuando tienes un trabajo basura el sentido de tu vida se convierte en lo
que NO haces con ella, en este caso no estar en una oficina perdiendo tu
existencia solo por dinero. La forma más barata y rudimentaria de apagar tu
alma es ser un esclavo asalariado. La alienación y el conformismo permiten poco
espacio a una coartada sana. Ahí está mi vergonzoso intento de gastar mi tiempo
libre en un canal de YouTube dedicado a los videojuegos. Aunque quizás sea mejor
opción que dedicar mis noches a beber y a escribir sobre el mismo tema una y
otra vez, regurgitando odas a Bukowski es un estilo cuanto menos pomposo. Un
estilo que, como bien podría indicar el lector leal, sigo manteniendo en todos
los textos.
En cualquier caso cuando las hoces de la aversión contra mí mismo
no se aplacan intento acudir al teclado. El problema es el de siempre, sobre
qué escribir que resulte interesante, no solo a mí, sino a un hipotético
lector. No creo que describir como el ventilador mueve el aire caliente de un
lado a otro de mi habitación, o quejarme de las obras de mi calle, obreros
levantando la acera, perforando durante días el cemento, provocando una de las
peores y más infames migrañas de mi vida sea muy entretenido.
Me
gustaría escribir un relato erótico, como antaño. Un poco de sublimación
literaria. Algo de fricción. De comportamiento animal. A fin de cuentas, ¿cómo no
estar obsesionado con el sexo rodeado de tanta publicidad que es pura
pornografía soft? La mujer cosificada en pos de mantener a una sociedad donde
el ciudadano existe sí consume, en la que todos nos hemos convertido en mercancía,
donde todo se puede comprar y vender.
Vivimos en la inopia. Políticos controlados por los
empresarios, por la plutocracia. El cambio climático ignorado por los países más
contaminantes. En realidad fomentado por todos, para así explotar el Ártico una
vez se derritan los casquetes polares. Escalada nuclear. Es posible que EEUU
ataque Corea del Norte y alguien de al botón rojo. No sería la primera vez que
sucede, en tiempos de Kennedy estuvieron a punto de acabar con el planeta. En
cualquier caso el futuro que nos espera es una pensión insuficiente que nos
obligará a seguir trabajando con setenta años. Eso sí podemos, porque con las
máquinas destruyendo empleos y las deslocalizaciones uno de cada cuatro
ciudadanos serán parados de larga duración. Qué importa por tanto un relato
más, un poema más, un orgasmo más…
Eso me recuerda que el fin de semana pasado me leí de
nuevo el libro “Mujeres” de Bukowski. Nuestro protagonista con más de cincuenta
años intentando compensar su resentimiento conociendo mujeres, follándoselas,
usándolas para luego escribir sobre ellas. Si el viejo indecente hubiera publicado
ahora ese libro las feministas exigirían un linchamiento popular. Demasiado
misógino, demasiado cerca de lo políticamente incorrecto, describiendo varios
momentos de abuso sexual. En el fondo parece que ahora es más fácil quejarse,
censurar, denunciar, que asumir que cada uno tiene la capacidad y el filtro
intelectual para responsabilizarse de lo que una obra de ficción puede
influenciarle. Si ahora actuamos con ese infantilismo censor es porque no
confiamos en nuestro propio criterio, se subestima a la gente, sea joven o no,
y el problema no es salvar su integridad, el mundo es un mal ejemplo continuo,
el problema es no luchar contra su pereza mental, porque la prioridad y el foco
del problema es ese. Por eso la gente prefiere ver la televisión a leer, porque
discriminar, responsabilizarse, preferir ser un Sócrates insatisfecho que un
necio satisfecho –dixit Stuart Mill-, es más cansado que deglutir escapismo,
chabacanería, prejuicios, y reírte con productos basura que menoscaban su
sensibilidad intelectual. Y eso no lo cura la censura ni los linchamientos en
las redes sociales –que suelen ser contraproducentes en una sociedad en la que
cualquier publicidad es buena si se polariza la cuestión-, eso solo se cura con
autoexigencia intelectual. Como aquella famosa frase de Pio Baroja, que luego
ha sido manipulada según la cuestión en boga: "El carlismo se cura leyendo y el nacionalismo, viajando". Lo
que tendríamos que hacer, aquí y en cualquier país civilizado, es invertir en
educación; pero por desgracia, como ya he explicado, en esta lucha de clases
que los ricos ya han ganado, eso sería perjudicial para sus intereses, porque
lo que quieren es convertirnos en ganado complaciente.
Y así es como uno empieza queriendo escribir un relato erótico
y surge una reflexión más o menos bienintencionada sobre la censura. Otro día
lo vuelvo a intentar. Un saludo.
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