Según la RAE meritocracia es el sistema de gobierno en que los puestos de responsabilidad se adjudican en función de los méritos personales. El gobierno te dice que el talento y el trabajo duro son lo único que necesitas para consumar el éxito económico. Si eres de clase baja es culpa tuya. En esta ecuación, al parecer, no interviene la suerte o todas esas circunstancias sobre las que no tienen control y que pueden hundir tus planes. Por eso quizás hay tantos emprendedores que se han esforzado toda su vida y, sin embargo, solo han conseguido mantenerse a flote, un éxito moderado.
El papel que el esfuerzo y el mérito juegan en el éxito personal es una de las grandes diferencias entre conservadores meritocráticos y liberales modernos. Los últimos señalan que no todos tenemos las mismas oportunidades: nos diferencian el lugar donde hemos nacido –nacer en un país occidental te da mucha ventaja con referencia a otros países menos industrializados-, al igual que nuestra propia genética y orígenes sociales. Es cierto que somos nosotros quienes tenemos la voluntad de aprovechar o no nuestras cualidades, pero es innegable que hay factores biológicos que influyen en nuestra inteligencia, belleza, carisma, potencialidad, al igual que nos afecta nuestro nivel socioeconómico o la calidad de la educación que devienen de nuestros padres y entorno.
La meritocracia se ha convertido en una excusa para que los gobiernos no luchen contra las desigualdades sociales, para dejar morir el Estado del bienestar y no adoptar políticas que garanticen la igualdad de oportunidades. La políticas económicas conservadoras no gravan a las rentas altas, no incentivan la solidaridad fiscal, su retórica neoliberal se transforma en un sálvese quien pueda, que está asumido entre los desclasados como algo normal. Y opinan así porque en vez de considerarse de clase obrera se creen clase media. Incluso aunque solo sean precariado, carecen de conciencia de clase social.
La conciencia de clase es un concepto marxista que define la capacidad de los individuos que conforma una clase social de ser conscientes de las relaciones antagónicas a ella, sean políticas o económicas, para de esta manera actuar en consecuencia en beneficio de sus intereses. La burguesía siempre intentará explotar al proletariado. La alienación es la imposibilidad de ver la explotación capitalista en la propia vida cotidiana. Por tanto crear desclasados ha sido y es uno de los objetivos del neoliberalismo. El camino más corto para conseguir la fragmentación de la clase obrera, que cada uno vaya en contra de los demás. Empleados del sector privado contra los del sector público, contratados temporales contra fijos, nativos contra inmigrantes o jóvenes contra mayores. Los desclasados, al igual que los padefos (paso de follones), se caracterizan por su incultura, desconocen las luchas históricas que se han librado para conquistar cada uno de los derechos sociales que ahora disfrutan, piensan que el Estado del bienestar ha estado siempre ahí, ni siquiera lo valoran. Por eso no se afilian a sindicatos, son apolíticos o, peor aún, votan a partidos conservadores. Es el círculo perfecto de mediocridad y necedad en el que nos movemos en España.
Otro tema: Rajoy manda una carta el día 5 de mayo al Presidente de la Comisión Europea, afirmando que si continua como presidente continuaría su política de ajustes. Rajoy en España lo niega, no aparece en su programa, de hecho ha afirmado que bajará los impuestos. Ya mintió hace cuatro años. Tampoco es su problema la corrupción endémica de su partido, el hecho de tener que pagar –aunque lo pagaremos nosotros- más de un millón de euros de fianza como responsable civil subsidiario por la caja b acreditada durante dieciocho años. El presidente del plasma, el de “España es un país lleno de españoles”, “Somos sentimientos y tenemos personas humanas" etcétera. Este ínclito personaje, según todas las encuestas, ganará con comodidad las próximas elecciones. Y ya se acerca el TTIP, más recortes, privatizaciones…
Creo que vamos irremediablemente por el mismo camino de Grecia pero de forma menos ruidosa. Vender pedacitos del país para pagar los intereses de la deuda. Un paro que nunca va a bajar del 20%. Malnutrición infantil. Pobreza energética. Sin subsidios. Un sálvese quien pueda. Y también creo que nuestros políticos son un reflejo de nuestra sociedad: una sociedad ignorante, desclasada, inoperante y cateta. Pero a fin de cuentas esta actitud nos viene de lejos, como el recibimiento que le hicimos al infame Fernando VII cuando volvió a España después de la Guerra de la Independencia: las multitudes fueron a su encuentro a glorificarle, incluso hubo unos cuantos exaltados que desengancharon sus caballos y arrastraron su carroza hasta el Palacio Real. Luego él, como ya se sabía que iba a suceder, se limpió el culo con la Constitución de Cádiz, persiguió a todos los liberales, reinstauró la Inquisición y cerró las universidades. Un brindis por esos millones de votantes del PP, también por aquellos que tienen un trabajo precario y votan a Ciudadanos, y por todos los anarquistas abstencionistas: también vosotros lleváis a hombros al felón.
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