House Of Cards en versión española.
Y en medio, con toda la presión de no tener ninguna opción buena, Pedro
Sánchez. La persona en el centro de la historia, quien puede dirimir el futuro
de su partido y del país, el único que puede investir como presidente a Rajoy.
Solo hay cuatro opciones. La
primera es el pacto de Gran Coalición PPSOE. Algo que según vayan pasando los
días se irá haciendo más verosímil, las presiones de los mercados, el afán de “estabilidad”
“gobernabilidad” y la “unidad serena de España”. Pero si hace eso, da igual si
se decide ahora o en tres meses, será un auténtico desastre para el PSOE. Dará la
razón a Pablo Iglesias cuando afirma que PSOE y PP son lo mismo, partidos
complementarios con sutiles diferencias ideológicas que beben del mismo pesebre
corrupto. Ir junto al presidente indecente, el de los SMS a Bárcenas y los sobresueldos
sería el camino más rápido para convertir al PSOE en una fuerza irrelevante –y ya
ha pasado en otros países como Portugal.
La segunda opción es un
pacto de izquierdas. Pero es otra opción inverosímil, Susana Díaz y otros
barones están en contra y en el comité Federal que este mismo sábado se ha
convocado Pedro va a notar el aliento advenedizo de la andaluza. Lo
determinante son los aliados catalanes de Podemos y la prerrogativa de un referéndum
vinculante que Pablo Iglesias ayer ponía como línea roja para aceptar cualquier
pacto. Eso para el PSOE ahora mismo es inasumible, más con el granero de votos
en Andalucía como único bastión perdurable.
Tercera opción: Elecciones anticipadas. Otro
escenario que puede resultar un desastre. Los 922.000 votos de IU truncan el
'sorpasso' de Podemos al PSOE, pero seguramente en otras elecciones sí llegarían
a un acuerdo. El PP estaría contento con esa situación, es muy probable que
recurra al llamado “voto útil” de la derecha y Ciudadanos siga desinflándose. De
tal manera que será casi seguro que el PSOE acabara como tercera fuerza
política y con unos resultados misérrimos a tenor de la ley electoral actual.
La cuarta y última solución para
salvar al soldado Sánchez: Abstenerse en la segunda investidura. También sería
un descalabro, pero los medios afines podrían macerar la decisión
enmascarándola en patriotismo por la estabilidad del país, etcétera, etcétera. Al
igual que Ciudadanos ha sabido vender su decisión de apoyar al PSOE de los ERE
en Andalucía y el al Gobierno de la Gürtel en Madrid. Para el PP sería una
gobernabilidad precaria, sin acuerdos, y seguramente breve. En un año, aún con
la campaña hecha para Podemos, Pedro tendría alguna oportunidad de mejorar su
imagen como líder de la oposición. Y naturalmente podría recurrir al comodín
del público: Soraya Sáenz de Santamaría como nueva candidata a la investidura.
Pero aunque muchos se conformarían con sacar a Rajoy, Aznar entre otros, me da
la impresión de que el gallego tiene mucha querencia al poder, mucho más que al
país y a su partido.
Lo tiene complicado. Más
si cabe dentro de su propio partido, por eso doce horas después de conocer los
peores resultados del PSOE de toda su historia, ya se ha postulado como
candidato a la reelección en las próximas primarias de su partido. Pero no
importa, no podrá esconderse, haga lo que haga tendrá consecuencias negativas y
en un par de meses podremos comprobar qué clase de político es: si detrás de
esa sonrisa de cartel publicitario hay ideología y coraje, o solo es otro
personaje endeble y mediocre con ansias de poder.
Pero ahora mismo no
me importa demasiado, desencantado con esos siete millones de votantes del PP
y la pobre participación, tengo que dar la razón a Celia Villalobos cuando dijo
aquello de: “los políticos somos un fiel reflejo de la sociedad”. Nos merecemos
lo que suceda.
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