El proceso de la investidura funciona así: primero se constituyen
las dos cámaras de las Cortes Generales. Se tiene previsto que esto se haga el
13 de enero del 2016. Luego el Rey elige al candidato de la lista más votada:
Rajoy. Al ser un sistema parlamentario su única opción es formar una gran
coalición con el PSOE. Sin este acuerdo es imposible que Rajoy logre 176 votos,
ni siquiera con los diputados de Ciudadanos, Coalición Canaria y PNV votando a
favor de su designación. Si no hay acuerdo cuarenta y ocho horas después se
realiza una segunda votación, aquí no se requiere mayoría absoluta, solo lograr
más votos a favor que en contra. Puede llegar a un acuerdo con Ciudadanos, pero
necesitaría la abstención del PSOE o Podemos para poder gobernar. Si tampoco se
consigue el Rey elegiría otro candidato y se volvería a realizar las
votaciones. La Constitución establece un plazo de dos meses después de la
celebración de la primera votación, para la investidura del presidente del
Gobierno. Si para entonces ningún candidato ha logrado la confianza del
Congreso, el Rey debe disolver las cámaras y convocar nuevas elecciones que se
celebrarían en la primavera de 2016.
¿Puede Pedro Sánchez
lograr la investidura? No parece fácil pero tampoco imposible. El PSOE sumaría
la mayoría absoluta con Podemos, IU y ERC, aunque para ello necesitaría algo
que probablemente rompería el grupo parlamentario socialista: un referéndum en
Catalunya. E incluso si lograse ese pacto, tendría un nuevo escollo: la mayoría
absoluta que tiene el PP en el Senado, que retrasaría todas las reformas
legislativas (aunque no las bloquearía).
Podemos se convierte en la
primera fuerza en Catalunya y Euskadi, y sobrepasa al PSOE en muchas autonomías
–algo que no lograron en mayo, donde los socialistas les ganaron en todas–. Pero
aún queda lejos el sorpasso al PSOE, la ley electoral les ha perjudicado: el PP
consigue un diputado cada 55.000 votos, Podemos cada 71.000; más ingrata
resulta la cifra de IU: 430.000 votos por diputado. Si la lucha de egos de la
izquierda se hubiera dejado a un lado, en vez de los misérrimos –pero encomiables-
dos diputados que han conseguido podrían haber alcanzado junto a Podemos 14 diputados,
y habrían ganado en votos al PSOE (aunque no en escaños). Otra cosa para
hacerse mirar si hay elecciones anticipadas en la próxima primavera.
Ciudadanos resulta el gran
perdedor. Albert Rivera había conseguido esconder su discurso de centro derecha,
de tintes machistas, xenófobos y fascistoide, pero al final las redes sociales
y su propio cansancio ha dinamitado sus expectativas: se les ha visto el
plumero, no son creíbles como alternativa ni renovación. Una pequeña alegría.
En resumen: surrealista
esos siete millones de personas que siguen votando al PP a pesar de todos los escándalos
de corrupción y la incompetencia evidente de Rajoy como presidente; triste la
falta de renovación y ganas de la ciudadanía que sigue respaldando el
bipartidismo a pesar de que ahora existían nuevas opciones con una decepcionante
participación, apenas cuatro puntos más que en 2011; torpeza de IU y Podemos –a
partes iguales- por no haber llegado a un acuerdo y se haya desperdiciado
920.000 votos para solo dos escaños.
Lo que está claro es que hemos
desperdiciado una oportunidad de cambio, ¿dentro de cuatro meses tendremos
otra? Ojalá.
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