¿Quién ganó el debate del lunes entre Pedro Sánchez y Rajoy?
Lo ganó Pablo
Iglesias y Albert Rivera. De forma escueta: Pedro lo estaba haciendo muy
bien, dirigiendo el debate dónde él quería, metiendo alguna propuesta,
sacando datos, poniendo tan nervioso a Rajoy que parecía que se iba a
derrumbar de un momento a otro. Pero después de una hora magistral metió
la pata: hizo un ataque demasiado personal, y aunque esto es normal en
el Congreso, cada debate, cada medio, tiene sus pequeñas reglas tácitas;
ahí sin moderador, acorralado, le dio a Rajoy la única salida posible:
indignarse, exagerar la reacción, caer al barro y desterrar las
propuestas y los discursos, volver a la guerra PPSOE y sacar lo peor de
la casta. Y así Pedro perdió una oportunidad de retratar a Rajoy como el
incompetente, torpe funcionario de los números, incapaz de hacer nada
nuevo, y se sumergió en una lucha dialéctica enfangada en las
descalificaciones, las interrupciones y lo estéril. Perdieron los dos.
Pablo
Iglesias Y Rivera aprovecharon la situación para dar lecciones de
templanza y diálogo, porque a fin de cuentas eso es lo que necesita
ahora España: llegar a consensos, acuerdos generacionales en educación y
empleo, y no este espectáculo circense de épocas pasadas. Y al
despedirse estrechándose la mano ejemplificaron la brecha generacional y
la forma de hacer política que proponen desde las atalayas de sus
diferencias ideológicas.
Y
aunque las encuestas siguen dando la victoria al PP confío en que haya
remontada, y que la gente este domingo se anime masivamente a votar y
participar en ese cambio. La ley electoral y las circunscripciones son
injustas, pero si ahora no conseguimos dar el poder a los nuevos
partidos, nunca vamos a conseguir cambiarla.
¿Que opinas del tortazo que le han dado a Rajoy?
Lo primero es que
gracias a ello va a ganar votos, ¿nadie lo ha pensado? Amortizar el
victimismo se llama. El problema es que aunque la violencia está
justificada en algunos casos como acoge el código penal –se llama
defensa propia por si alguien lo duda-, recurrir a ella en una sociedad
civilizada es contraproducente y te desautoriza aunque tengas razón.
Nadie es un pusilánime ni un cobarde por creer que puede resolver una
situación sin necesidad de agredir a nadie, nadie es un ingenuo por
creer que votar puede servir para algo –medidas sociales de Ada Colau,
Carmena, Las Mareas-, nadie es ridículo por creer en la pedagogía, en
“El hombre en busca de sentido”, nadie es escoria por pensar que hay
jueces, policías, políticos y empresarios que quieren crear y convivir
en una sociedad mejor, nadie es un malnacido por creer que el pacifismo
es una vía para, a través de las leyes, la cultura y la educación,
acabar con las desigualdades sociales, y nadie es un hipócrita por creer
que la violencia solo provoca más violencia.
Las
quimeras anarquistas sí que me dan lastima, tanta palabrería, tantos
fanzines, tantas etiquetas, tanto vivir en casas okupadas o en casa de
la abuela, así es fácil lanzar
proclamas, muy sencillo y valiente; cero resultados claro. Y algunos
encima se creen que son el motor del cambio cuando viven en su pequeñito
huerto ideológico y endogámico. Lo que me jode es que encima le dais la
razón y ni siquiera os planteáis que la única hostia real que se podría
llevar Rajoy, la que más le podría doler, cuyo hematoma jamás podría
borrar, sería una derrota electoral. Pero algunos os conformáis con que
un pobre imbécil, un idiota iletrado que no sabe escribir, un niñato de
mierda, le dé una hostia. Oh, genial, la revolución, la guillotina en
Pontevedra. Seguid con vuestros gifs, que gran revolución. Estáis
cambiado el mundo. Seguro.
¿Qué diferencia existe entre ser contradictorio y ser incoherente?
Todos vivimos en medio de sutiles contradicciones, de opinar una cosa y dejarse
llevar a veces por el impulso de hacer la contraria, de cuestionarse las
cosas y cambiar de opinión, aburrirse de sí mismo y reinventarse. Pero
siempre hay una cierta pauta lógica, aunque solo sea el mero hecho de
divertirse, de probar nuevas formas de interpretar la realidad. A mí no
me preocupa que alguien que antes era de un partido político pase a
otro, o se haga vegano, ateo, bisexual o lo que sea… siempre y cuando
pueda explicarme sus razones. Pero el problema es que estamos
intoxicados por modas, etiquetas, cánones estéticos, tendencias, deseos
de aceptación… vivimos en una histeria colectiva. Las incoherencias solo
muestran falta de personalidad, nos muestran débiles e hipócritas.
Nuestras contradicciones, justo en ese momento en que nos gustaría
presumir de cierta inmutabilidad, son precisamente las que nos hacen
queribles y humanos.
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