Decía Stephen King que para conseguir escribir bien había que dedicar como mínimo seis horas a leer y a escribir todos los días. Encontrar tu propia libertad –cosa complicada a veces- en la diversión intrínseca de subvertir la pereza natural que da enfrentarte al teclado. Conseguir una rutina. Quizás necesitemos dedicar media vida para poder hacerlo bien, o a no hacerlo demasiado mal. Luego hay otros problemas: ya hemos encontrado nuestro estilo propio, nuestra zona de confort, pero pasado un tiempo nos empezamos a aburrir de nosotros mismos, ¿cómo volver a empezar de nuevo? Las redes sociales son otra trampa, un monstruo al que hay que alimentar continuamente, ¿cómo equilibrar el ansia de notoriedad con cierta evolución artística?
A veces leo a otros intensitos y pienso: ¿merece la pena revolcarse siempre en esa tristeza estructural, en ese exhibicionismo emocional? Porque al final la literatura fagocita a la persona y lo transforma en personaje; al final revolcarse en tu mierda anímica solo consigue aumentar su tamaño. No estoy seguro de que idealizar una tristeza durante demasiado tiempo conlleve más honestidad o transcendencia artística, creo que solo provoca una depresión, una laxitud parecida a un aneurisma vital que te hace perder la perspectiva y repetirte una y otra y otra vez. Pero lo observo sin juzgar, sin ánimo peyorativo, a fin de cuentas debo mi rutina y este blog a mi pretérita obsesión bukowskiana. Ahora intento hacer cosas diferentes. Ahora. Ahora. Ahora. Pero no deja de sorprenderme esa pertinaz obsesión ajena –reconocible- de hacerse invencible en la derrota. Estuve allí, y deja de ser romántico en el cuarto acto, justo antes de que a Fante le corten las piernas.
“Es una soleada mañana de otoño en la pequeña ciudad de Chester's Mill. Claudette Sanders disfruta de su clase de vuelo y Dale Barbara, Barbie para los amigos, hace autostop en las afueras. Ninguno de los dos llegará a su destino. De repente, una barrera invisible ha caído sobre la ciudad como una burbuja cristalina e inquebrantable. Al descender, ha cortado por la mitad a una marmota y ha amputado la mano a un jardinero. El avión que pilotaba Claudette ha chocado contra la cúpula y se ha precipitado al suelo envuelto en llamas. Dale Barbara, veterano de la guerra de Irak, ha de regresar a Chester's Mill, el lugar que tanto deseaba abandonar. El ejército pone a Barbie al cargo de la situación pero Big Jim Rennie, el hombre que tiene un pie en todos los negocios sucios de la ciudad, no está de acuerdo: la cúpula podría ser la respuesta a sus plegarias. A medida que la comida, la electricidad y el agua escasean, los niños comienzan a tener premoniciones escalofriantes. El tiempo se acaba para aquellos que viven bajo la cúpula. ¿Podrán averiguar qué ha creado tan terrorífica prisión antes de que sea demasiado tarde?”
Pues sí, hablando de Stephen King me acabo de terminar “La Cúpula” 1100 páginas de novela coral. Reseña corta: lo más destacable es que consigue que el misterio de la cúpula quede en segundo plano y el interés del lector se vuelque en el devenir de los cientos de personajes –muy bien plasmados- que pululan por sus páginas, incluso el pretendido protagonista “Dale Barbara” queda en un segundo plano ante el psicópata de turno –habitual al igual que los fanáticos religiosos en sus libros- y su microcosmos rural. También se permite la gracia de empezar ciertos capítulos desde la perspectiva del narrador omnisciente lanzando algún spoiler sutil sobre lo que va a suceder más adelante. Se podría decir que es una versión larga de “La niebla” a fin de cuentas es más o menos lo mismo pero en un lugar mucho más grande. No hay tantos elementos de terror, y el final, como es habitual en él, resulta precipitado e insatisfactorio. Pero lo importante es como poco a poco, como si las páginas fueran capas de cebolla de realismo sutil, va dotando de vida a todos los personajes, es de una genialidad implacable, aunque creo que el coste de tiempo y esfuerzo que supone para el lector leerse este mamotreto no compensa del todo. Creo que King tiene libros mejores y que cuando alarga demasiado las tramas se suele desinflar en algunos momentos. Mucho más recomendable de sus últimos libros “22/11/63”, también largo, pero mucho más satisfactorio.
De la serie no voy a hablar, excepto su primera temporada lo demás es basura. El motivo es claro: en el libro la cúpula está sobre el pueblo una semana, en la serie se pretendía que durase meses, obviamente hubo demasiados cambios y eso fue un lastre que junto a la falta de talento ha provocado su cancelación. No entiendo el motivo por el cual The Walking Dead no ha seguido el mismo camino, pero la mediocridad campa a sus anchas también en las televisiones.
Veredicto: 3/5
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