No quiero tener hijos.
No quiero ir más lejos.
Soy una epidemia de
resentimiento.
No quiero tener hijos.
Es mi manera de protestar.
Mi cuerpo es mi protesta.
Mi cuerpo renuncia a la
fertilidad.
Mi cuerpo es mi protesta
contra la sociedad, contra la injusticia, contra el linchamiento, contra la
guerra.
Mi cuerpo es la crítica y
el compromiso con el dolor humano.
Quiero que mi cuerpo sea
estéril como mi sufrimiento.
Mi cuerpo es mi protesta.
Mi cuerpo es mi pesimismo.
Gracias al pesimismo puedo hacerme preguntas. Alguien debe quedar en mitad de
los hombres haciéndose preguntas, alguien debe quedar en mitad de la esperanza
haciéndose preguntas. Alguien debe quedar como un idiota. Alguien debe quedar
como excremento, alguien debe fracasar definitivamente. La ausencia de hijos me
ayuda a ser excremento y a fracasar. Los adultos saltan por encima de mi
vientre liso agitando a sus hijos como banderas, como si el mal hubiera
desaparecido del mundo, los exhiben como si la inteligencia hubiera triunfado
por fin sobre el mundo, como si fueran insignias de un futuro mejor. No confío
en un futuro mejor. Las familias se comportan con soberbia, pensando que su
prole va a ser distinta, que sus hijos nunca van a traicionar como nosotros
hemos sido traicionados, que sus hijos nunca van a dañar y a ser dañados, que
los reveses de la vida sin duda van a ser menores y que sus hijos jamás van a
ser culpables de nada.
Mi cuerpo es mi protesta
contra las grandes esperanzas de los padres, contra las grandes pretensiones de
los padres.
No quiero pasar por ese
estado de necedad transitoria.
No quiero que mi
resentimiento se interrumpa.
No quiero dejar de pensar
en la injusticia.
No sería justo para los
excluidos que dejara de pensar en la injusticia, que dejara de condenar a los
privilegiados.
Sin embargo no he conocido
a ningún niño que se convirtiera en un buen adulto. Los niños no se convierten
en buenos adultos. Yo no soy un buen adulto. La bondad no existe. Soy mala, muy
mala.
Tal vez esa es la razón
por la que no quiero ser madre.
Tal vez a las mujeres
malas nos sucede eso, no queremos ser madres.
Las mujeres malas, sin
instinto maternal, pagamos el tributo de morir solas, podridas, sin alegría,
frente al televisor, frente al espanto, secas, rodeadas de moscas de diferentes
tamaños.
A las mujeres malas solo
nos puede suceder la muerte.
Me parece bien.
Fui niña. Pero no me he
convertido en una buena adulta.
El papel del hombre en el
mundo es absurdo. Vagamos de tara en tara.
Cuando imagino mi propio
parto solo puedo ver asomando entre mis piernas la cabeza grotesca de un
monstruo, ya fatigado por la inmundicia del universo, por lo inefable, por la
mezquindad.
Mi cuerpo es mi protesta.
No quiero aportar nada al
mundo, salvo mi profundo horror por el mundo. Después de los desastres del
siglo XX no puedo sentir más que horror. Después de semejante exhibición del
mal, el hombre ya no puede redimirse. ¿Quién puede volver a amar a los hombres?
¿Quién puede volver a cantar en honor a los hombres? Alguien dijo que después
de los horrores del siglo XX no se podía seguir escribiendo. La palabra se
había vuelto absurda, insuficiente. Los hijos son como la palabra,
insuficientes. Sería bueno para mi mente aceptar la insuficiencia de la palabra
y del hombre. Pero hay algún cocodrilo dentro de mí que me impide aceptarlo.
Cada vez soporto menos la injusticia, cada vez soporto menos la maldad. El
mundo está basado en la injusticia y en el mal.
Sólo se me ocurre
protestar.
Mi cuerpo es mi protesta.
Quiero morirme sola, sin
dejar nada atrás. Es mi manera de unirme a los que fueron exterminados, a los
que sufrieron sin límite.
No quiero esperanza.
Mi cuerpo es mi protesta.
Mi cuerpo es un ejemplo
para suicidas, un ejemplo para asesinos, un ejemplo para todos aquellos que se
desprecian a sí mismos.
Mi maldito cuerpo.
Mi decisión anormal.
Llega un momento en que la
sociedad se excita, se impacienta y procrea, procrea porque sí, procrea. ¿Qué
motivos tienen?
Me pregunto, ¿qué motivos
tienen?
Pero mi decisión es
anormal.
Perdón por la violencia.
Mi violencia verbal es mi
lucha contra la violencia real.
Mi cuerpo es mi protesta.
Mi protesta contra los
vestidos premamá.
Mi cuerpo, voluntariamente
estéril, es mi inconformismo.
Mi cuerpo es mi falta de
adaptación.
Las grandes esperanzas de
mis padres destruyeron mis propias esperanzas.
Mi cuerpo es mi protesta
contra las grandes esperanzas de mis padres, contra las grandes y estúpidas
esperanzas del mundo.
Mi cuerpo es mi protesta.
Mi cuerpo es mi acción.
Mi decisión anormal es mi
acción.
En definitiva, mi vida es
mi acción.
Sólo quiero ser hija.
Conmigo termina la tiranía
de la sangre.
No quiero formar una
familia.
Nunca me fiaría de una
institución que es fomentada, ensalzada, vitoreada, incluso premiada por el
poder. No me fío de todos esos gobernantes que se fotografían con sus familias.
La foto de familia siempre
está sobre la mesa de los presidentes, en marco de plata, el marco es carísimo,
la familia se merece el marco más caro, el presidente se merece la familia más
hermosa, más sonriente, más feliz y más cara.
La familia es lo más
importante. La familia es lo más importante. Sin familia nadie alcanza el
poder. El poder y la familia, siempre unidos. Me repugna.
Las fotos de familia me
recuerdan los espeluznantes dibujitos paradisiacos que los predicadores te
muestran mientras te escupen oraciones en la oreja.
La familia y el poder.
La familia y la religión.
No puedo fiarme de algo
que es impuesto desde el poder. No puedo fiarme de algo que es impuesto desde
la religión.
Sólo por ese motivo
deberíamos negarnos a tener hijos.
Céline dice: “Cuando a los
grandes de la tierra os da por amaros es que van a convertiros en carne de
cañón. Por el afecto empiezan. Los encumbrados solo pueden pensar en el pueblo
por interés o por sadismo”
Estoy de acuerdo.
También dice : “¡Qué vivan
los locos y los cobardes!
También estoy de acuerdo.
No me siento capaz de
complacer a los poderosos, a los privilegiados. Si les complazco estoy
alimentando la obesidad y el conformismo de una sociedad idiota, adocenada.
Es necesario que alguien
no tenga hijos. Es necesario para desestabilizar las conciencias. Es una forma
de hacer justicia.
Mi cuerpo es mi protesta.
Es mi forma de hacer
justicia.
Mi cuerpo es mi protesta.
No quiero tener hijos.
Quiero ser pobre.
No tener hijos es una
manera de ser pobre.
Los pobres son esa gente
cuya muerte no le interesa a nadie.
Esa es la muerte que yo
deseo.
No quiero tener hijos.
Es una forma de ser un
poco más pobre.
A veces pienso que no
depende de mí.
Estoy poseída por una
rabia inidentificable que me obliga a enfangarme continuamente en el dolor.
¿De dónde procede esa
rabia?
¿A quién pertenece la
voluntad del enfermo?
Mi cuerpo es mi protesta.
Mi cuerpo es mi protesta
contra mi generación.
El fraude de mi
generación.
Han creado una sociedad
clasista, engreída, ambiciosa y brillante.
Con el sudor de sus
frentes, brillante.
Con el sudor de sus
frentes, ambiciosa.
Con el sudor de sus
frentes, engreída.
Con el sudor de sus
frentes, clasista.
Sólo buscan la comodidad.
Imitan a los pequeños
ricos.
Ellos dicen lo contrario,
son muy progresistas, pero se comportan como cualquier tipo de clase media.
Codiciosos, complacientes,
comodones, regalados.
Sí, se reproducen en la
comodidad.
Y eso embota sus mentes.
Sus cabezas están rellenas
de comodidad.
Ellos piensan que sus
conciencias son correctas, pero no lo son. En el fondo su corrección es un
tópico que les permite vivir sin sentimiento alguno de culpa.
Mi cuerpo es mi protesta.
Soy una estúpida.
Soy la que está equivocada
por querer sentirme perdedora y ridículamente heroica. Me acuso de petulancia.
Soy petulante por ir en contra del mundo. Aunque tal vez solo formo parte de su
inercia. No me gusta pensar así pero la rabia me obliga.
Una pobre resentida con aspiraciones
artísticas. Esa soy yo.
No quiero salvarme.
Soy la peor. La peor.
Protesto con mi cuerpo.
Soy una basura de color
rosa.
La inmundicia de mi carne
vuelve escrupuloso a todo aquel que se acerca.
Estoy consumida por la
verdad.
La guerra me envejece.
Observo mi existencia,
como si mi existencia fuera la de una mosca.
Pertenezco a la fauna
cadavérica.
¿En qué momento de la
descomposición aparezco?
¿Cuántos días lleva muerto
el cadáver?
Mi cuerpo es la protesta
por los cadáveres inocentes.
No quiero tener hijos.
No quiero más funerales.
¿Quién es el responsable
de las ganas de morir de una mujer?
La injusticia mete espadas
en la cama de la suicida.
Aunque se me ha parado el
corazón la sangre sigue fluyendo por mi cuerpo para seguir protestando.
Mi cuerpo es mi protesta.
Mi cuerpo es mi acción.
Mi cuerpo es mi obra de
arte.
Mi decisión es mi obra de
arte.
No tener hijos es mi obra
de arte.
Mi vida es mi obra de
arte.
No haciendo hijos hago
arte.
El olor a café mezclado
con el olor a pescado me hace vomitar.
Relaciono ese olor con la
maternidad.
Y al mismo tiempo lo
relaciono con la muerte.
Y pienso: en la familia
todo ocurre en lo oscuro.
No soportaría un gramo de
hipocresía más.
Porque en la familia
amamos pero también estamos obligados a amar.
Esto último origina
relaciones tenebrosas, desquiciadas, que desembocan en camuflajes dolorosos.
En la familia todo ocurre
en la oscuridad.
Mi cuerpo es mi protesta.
Protesto contra la
ausencia de pasiones.
Protesto contra la tibieza
y la cordura.
Protesto contra el uso del
dinero.
Las familias, recién
estrenadas, trabajan para pagar neveras más grandes, coches más grandes,
vacaciones más caras pero más insulsas.
Las familias trabajan para
no perder ni un gramo de prestigio social.
Las familias trabajan para
no perder ni un gramo de seguridad.
Protesto contra el
prestigio social y protesto contra la seguridad.
Aquí está mi cuerpo
protestando, sin hijos.
Las familias trabajan duro
para parecerse a los ricos.
Aspiran al bienestar
total.
En nombre de sus hijos
aspiran al bienestar total, es decir, a lo superfluo. Han perdido el sentido
del bienestar.
Mi cuerpo protesta contra
el bienestar
Las familias trabajan
duro.
Aspiran a la calma total.
Protesto contra la calma.
Mi cuerpo protesta contra
la calma.
El bienestar, la
seguridad, la calma.
Todo ello les alisa.
Nada de pasiones. Nada de
excesos.
Trabajan para pagar el
gimnasio.
Para pagar la guardería
mientras trabajan
Mientras trabajan para
pagar la guardería y su eterno descanso.
Y su eterno sacrificio.
No puedo identificarme con
ellos.
No puedo identificarme con
un plan de pensiones.
No.
Mi vida es patética y
adolescente.
Mi protesta es patética y
adolescente.
Soy una mierda.
Pero no quiero ser como
ellos.
Me da igual. No hay marcha
atrás.
Mi generación avanza hacia
la estabilidad, hacia el plan de pensiones, hacia el restaurante caro, hacia el
carrito lleno de la compra, avanza hacia un consumo sin límite.
Detrás de sus carteras son
una masa blanda y sin forma.
Yo no sé hacia dónde
avanzo.
En cualquier caso no tener
hijos me da fuerza.
Mi decisión me da fuerza.
Mi generación avanza tanto
que no les da tiempo a pensar.
Utilizan cuatro tópicos
para pensar y se van a la cama. Tan seguros, tan estables.
Mi cuerpo protesta contra
la estabilidad.
Aquí hay demasiados
funcionarios.
Protesto contra los
funcionarios.
Y los funcionarios
protestan porque el sueldo no les llega para pagar un coche más caro, un queso
más caro, un restaurante más caro, unos calzoncillos más caros, una mierda más
cara. Protestan para cambiar los azulejos de las paredes del cuarto de baño.
Por eso protestan, porque necesitan llenar el carro de la compra hasta lo
insoportable.
Mi cuerpo es mi protesta
contra los funcionarios.
La economía determina las
relaciones afectivas.
La economía determina mis
acciones.
Mi cuerpo es mi acción.
No me da miedo la pobreza.
Mi economía determina mi
protesta.
Imposible la relación con
aquellos que jamás han tenido en su vida conciencia de ruina y de pobreza.
Imposible.
La falta de conciencia de
ruina y de pobreza me defrauda enormemente. Por eso protesto. Mi cuerpo es mi
protesta.
La pobreza es tan
indeseable como la medianía.
La rabia me hace delirar.
¿Qué hacer para evitar
esta rabia, aquí dentro?
Sólo protesto.
Mi cuerpo es mi protesta.
Mi cuerpo es mi acción
Mi vida es mi acción
No quiero tener hijos.
¿Por qué?
Tal vez por la rabia, esta
rabia, aquí dentro.
Siempre está a punto de
empezar una guerra.
El mundo es maravilloso.
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