David trabaja conmigo. Es
alto, bohemio, extraño, alguien atractivo aunque no de la forma convencional.
Una vez me preguntó por las cicatrices de mis brazos A mí me avergonzaban pero
él afirmó que eran un mapa del dolor, que formaban parte de mi misma tanto o
más que el color de mis ojos. Desde entonces solemos comer juntos. Hoy me ha
dicho que se ha masturbado pensando en Alicia. En su coño único, es esa certeza
física de su belleza transitoria. Todo su amor desbordado en un kleenex sucio.
Le miro y se me contrae el estómago. Puto y jodido poeta, siempre intentando
sacralizar cualquier banalidad. Me gustaría que pensará en mí así. Pero si
surgen estas confidencias es porque no me tiene en cuenta de esa manera.
Le digo que lo contrario al
amor es el desinterés, que el platonismo es una idiotez estéril, que busque a
otra y aproveche el tiempo. Él deniega con la cabeza como un niño pequeño.
Insisto: la supervivencia tiene nombre de bar, quedemos este fin de semana, yo
también necesito trasgresión, respirar. Dejar de secarme. Él entiende dejar de
“ser carne”. Nos reímos. Estamos muy líricos esta tarde me contesta, pero ya es
hora de volver al trabajo. Le miro de espaldas mientras paga la cuenta. Tengo
ganas de acercarme, de abrazarle, de decirle: Necesito tu latido en mi boca,
necesito alimentarme de ti una noche entera para saciar el vacío. Necesito.
Necesito. Se da la vuelta. Me sonríe. Todo sigue igual otro día más.
A veces tengo
la sensación de que solo escribo para cubrir la distancia entre mi miedo y yo.
Intentaba buscar una explicación
científica al hecho de estar triste estos últimos días. Pero no era tristeza.
Estaba premenstrual. El amor es algo terrible, hambriento, magnifico. Actividad
neuronal. Epidermis. Consecuencia somática del miedo a la soledad. Las caricias
como ciencia, como trampa. No me hundo porque no tengo donde ahogarme. He
vomitado toda mi fe. Me he liberado. Estoy delgada y vaciada. No sé si merece
la pena lo que queda. Adicción. Sobreviviendo por defecto. Sangrando lo caduco.
Postergando lo estéril. ¿Por qué ya no quieres estar conmigo en mi guerra?
La vida sigue. Las
estrellas siguen pudriéndose allí arriba. Nunca he querido ser poeta, solo
necesitaba ser amada. Que el amor rompiera mis huesos hasta llegar a mi mente,
a mi médula, a la sangre, y se disolviera en todos los rincones que tiene y
debe penetrar. Me tomo una cerveza. El tiempo es un enemigo silencioso. Me
permito sufrir un poco. Nada brilla aquí dentro. Soy carne y tierra. La nevera
sigue con su ruido, obsesionada por congelar su interior vacío. Perfecta
metáfora del amor que siento por tu ausencia. Porque mi amor no perdona
errores. Mi amor no me deja ser libre. No me deja masturbarme pensando en
otros. Mi amor no me coge el teléfono ni responde a mis mensajes. Mi amor es un
uróboros hambriento que no conoce la paz.
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