Necesitamos épica y lo
único que conseguimos es un terrible síndrome de abstinencia. El arte que nos
rodea es una conjura de mediocres, mierda artificiosa. Ya no hay idealistas
románticos. Y sin embargo seguimos buscando/anhelando algo que nos haga sentir
vivos, que tenga sentido.
Ser decadente no tiene que ver con el significado que da el diccionario. A veces necesito el dolor para anclarme a una efímera transcendencia que escuece, hiede, hiere, cicatriza y por fin se desvela como un párrafo que me sonríe procaz y desleal. Soy el héroe de mi propia mierda. Me gusta el aislamiento, la soledad, no necesito demostrar nada ni mejorar mi escritura, solo necesito que siga teniendo sentido para mí. Solo necesito que mis palabras sigan manchando mis laberintos.
Una forma como otra cualquiera de medicar mis neurosis mientras hago muecas delante de un espejo opaco.
Ser decadente no tiene que ver con el significado que da el diccionario. A veces necesito el dolor para anclarme a una efímera transcendencia que escuece, hiede, hiere, cicatriza y por fin se desvela como un párrafo que me sonríe procaz y desleal. Soy el héroe de mi propia mierda. Me gusta el aislamiento, la soledad, no necesito demostrar nada ni mejorar mi escritura, solo necesito que siga teniendo sentido para mí. Solo necesito que mis palabras sigan manchando mis laberintos.
Una forma como otra cualquiera de medicar mis neurosis mientras hago muecas delante de un espejo opaco.
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Echas más azúcar al café
como si así pudieras curar tu cuerpo, llenar de lluvia tus ojos, dejar de
sentir tu sexo como una ventana rota. Tu vida yace entre contextos y te
obsesiona atribuirles vocación de raíz, significado y transcendencia. Pero es
inútil, solo somos fronteras de piel, huesos y heridas. Islas con frustración
de emigrante naufragando a perpetuidad. No vale la pena huir o disimular, ya te
está sucediendo. Ahora. Aquí. Ya no puedes elegir entre crimen y vicio. Ya no
eres inocente. Intentas frenar esa verdad pero te pasa por encima. Se mete
entre tus piernas. Se mezcla con tu sangre y altera tu saliva. La soledad es
virulenta. La negación hartazgo. El peligro es una sombra condescendiente, un
suspiro rebelde. La repugnancia te
salvará. La violencia te salvará. Cortes que agrandan la sonrisa de tu carne. Dejas
de mentir. Se hace el silencio. Pero no sucede nada. Tantos años evitando el
castigo y ahora, al sufrirlo, nada. El virus del miedo, el sueño viejo con
legañas en los ojos, ya no tiene poder sobre ti. Tu carne sonríe. Sigues
escribiendo la traducción de tus tristezas, ¿alguien escucha? Hay demasiadas
fronteras.
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