Leer el libro Skagboys de Irvine
Welsh y entristecerme por su actual falta de talento. Quería dejarme llevar por
la nostalgia, por el respeto intrínseco que consideraba oficioso en esta
precuela de Trainspotting, pero ha sido incapaz de arrancar algo de magia a las
palabras. Y había muchas. Casi seiscientas páginas. Puedo recomendar una
película: Snowpiercer (Rompenieves) dirigida por Bong Joon-ho. He formateado el
ordenador. Dos veces. Windows 8 me recuerda a una película pornográfica amateur
desenfocada, a una despedida de soltera en la que todas llevan una polla de plástico
en la cabeza y se sienten mal porque hace más de un mes que no sienten una de
verdad entre las piernas. Luego he visto un documental “Zeitgeist”; divertido,
cae en el sensacionalismo, pero tiene ideas ingeniosas. Mañana por la noche
veré los otros dos, será una buena terapia antes de empezar a encañonarme al
estilo Taxi Driver delante del monitor del ordenador.
Divago. Ha sido un mal
día. Estéril. Yermo. Indolente. Dipsomanía aburrida. Nihilismo suspicaz. Irritado.
No hay red de seguridad. Mañana madrugo. El capitalismo es una lacra,
naufragamos entre el cansancio, las obligaciones y el miedo a no conseguir el
dinero necesario para sobrevivir. Luego paseamos por los centros comerciales a
principios de mes, sacamos la tarjeta de crédito y lidiamos con la frustración
comprando cosas que, a priori, no necesitamos. Si sólo entregásemos dinero no
sería importante, pero entregamos algo muchísimo más valioso: nuestro tiempo,
todo el tiempo invertido, vendido, esclavizado a una causa ajena para luego venderlo
de nuevo en objetos que nos atrapan como sanguijuelas. De acuerdo: hay gente
con ambición, empresas propias, genéticas, pero prefiero pensar como Seneca: no
es más rico quien más tiene, sino quien menos necesita.
Bukowski si entendía cómo
funcionaba este tinglado y a pesar de todo conservaba su sentido del humor. Me
lo imagino llegando a casa después de diez horas de trabajo, temblores en las
manos, dolores de espalda, una nevera desangelada. Arrastra los pies entre su
soledad, enciende un puro, se sienta delante de la máquina de escribir, da un
largo trago a su primera cerveza de la noche y sonríe: adelante con el placer
del condenado, con la guerra sin cesar, escrutemos la locura en busca de la palabra,
el verso y la ruta hasta que las personas parezcan flores al fin, y el amor,
ese perro del infierno, nos permita robar alguna rosa azul de las avenidas del
infierno. Adelante a pesar de su infancia y las palizas de su padre, a pesar
del alcoholismo, de la sordidez, de las putas, del desamor, de la muerte de Jane,
del divorcio, del aislamiento, a pesar de todos los recuerdos y el dolor. Hay que
seguir porque es su forma de sobrevivir, de dotar a los días de brillo, de
parar brevemente la transmutación en tuerca y eludir la locura.
La epifanía sutil está al
alcance de todos, no hay que ser un gran escritor, no hay que pensar en el arte
con mayúsculas, ni masturbarnos en ridículos círculos literarios de red social para
percatarnos que dotar de cierto orden nuestro caos interior otorga una
transcendente paz intelectual que no es posible de otra forma. Así de simple. Demiurgos
y mendigos delante de la página en blanco. Coger carrerilla y lanzarnos hacía
la luz. Quemarnos. Explotar. Y recordarnos. Como el niño que se inventa un
final feliz para una película mediocre. Como el decadente que canta desde su
agujero una bonita balada de héroes y fracasos. Qué fácil es regodearse en la
fascinación del abismo, lo respeto, pero ven, dame la mano, sal al exterior,
observa: todo sigue igual, hemos asesinado a los dioses, ya no hay nadie a
quien echar la culpa, ¿qué importa la nieve, qué importa el pasado? Sigue adelante.
Vive. Y no mires atrás.
de algún modo calma
ResponderEliminarTienes mucho talento, Bukowski a tu lado era un minga fría. Te dejo mi admiración aunque no valga para nada. No dejes de escribir.
ResponderEliminarMuchísimo talento, pero yo no me hubiese atrevido con esa comparación, y menos ese apodo para Bukowski. Que atrevida es la red. Y tú que reflexivo Rorschach, hoy me he perdido un poco, lo reconozco, menos mal que hay ese toque tuyo impregnando el texto que me salva. Adoro ese estilo y esa (de) cadencia que me traspasa tanto. Aunque bueno, todo ésto ya lo sabías, pero me apetecía comentar.
ResponderEliminarBeso.
Cierto, el valor de las cosas es algo relativo, no se trata únicamente del precio que viene marcado en una etiqueta, a éste hay que añadir el esfuerzo personal, o peor aún, el beneficio del esfuerzo de otros, esto es, el valor de la deshumanización. Un coste que estamos pagando demasiado alto, bien a la hora de consumir o de producir.
ResponderEliminarYa sabes que me gustas, pero te lo digo, buen texto.
Besos escritor.
Para mí, el mayor placer de la escritura no es el tema que se trate, sino la música que hacen las palabras.. y tus letras, son pura melodía.
ResponderEliminarBesosss!!
Bukowski lo entendía...
ResponderEliminarMe gusta esta escritura a bote pronto, que se enmaraña como los cables de los auriculares, como las sabanas tras un mal sueño, como los recuerdos de noches abiertas a su lado
ResponderEliminarhay mucho talento en este espacio.
ResponderEliminarsaludos
carlos