Aprovechando la coyuntura
de un tema del que me ha hablado @tamarabluess en Twitter procedo a intentar
romper este largo abandono del blog. Al final escribir es una cuestión más de
constancia que de cualquier otra cosa. Todo empieza con el blog de Pérez
Reverte y una entrada en dónde se queja de que una señora, al cederle el paso a
la entrada de una librería, le llama “Machista”. Él se queda perplejo, mantiene
el gesto, y ella entra con cara de ofendida. Un claro ejemplo de como algunas confunden
educación y buenas manera con sexismo.
Unos días
después llega Barbijaputa, adalid del feminismo, diva literaria de las redes, y
escribe la siguiente diatriba:
El artículo
de Barbijaputa es muy sintomático de una cosa que vengo observando y -si se me
permite a pesar de tener pene- quejándome desde hace tiempo. Fijaos en una cuestión:
ella habla del vago de su marido, del tirano de su jefe y del sobón de su
compañero. Pero sin embargo la reacción solo viene con Pérez Reverte y su
tremendo y dañino machismo al cederle el paso. Ahí está el problema: mucho
atrevimiento por su parte para denunciar el machismo en cuestiones serias, pero
al final solo es capaz de reaccionar ante las gilipolleces.
Luego viene
la sinergia de este tipo de situaciones, es decir, la típica discusión estéril
y maniquea, donde apoyas a uno u a otro sin que se perciba nada de crítica
constructiva. Las redes sociales han convertido al feminismo en un tema de
moda, pero por desgracia también en algo dogmático, superficial, de etiquetas y
personalismos. No hay tarea intelectual de fondo.
Otro detalle.
Las sufragistas lucharon por el voto femenino, en España –si no recuerdo mal-
fue Clara Campoamor en una votación ajustada quien lo consiguió en 1931. El statu
quo actual es que siendo las mujeres la mitad de la población, políticamente
son una minoría; aparte de Ada Colau el único político que habla de feminismo
es Alberto Garzón; en el último debate televisado se dedicó apenas un minuto a
las políticas de violencia machista. Pensar que todo se soluciona con las
llamadas listas cremalleras y la paridad es de idiotas si las mujeres que están
en esas listas no se declaran feministas y tienen la iniciativa de imponer otro
tipo de políticas. En España hay miedo al feminismo, en España no se habla de
feminismo en las esferas importantes, donde hay poder y capacidad de cambiar
las cosas. Ese es el problema. Apenas hay poesía feminista, libros feministas,
manifiestos feministas. Lo que hay es muchas ganas de notoriedad y, a veces, de
hacer el ridículo con slogans como: “No
a los lácteos, no a la explotación de ninguna fémina, el consumo de lácteos es
MACHISMO. Las vacas son compañeras”.
El feminismo
para mí siempre será un humanismo, una aspiración universalista que quiere
englobar a todo el mundo, sin distinciones. Hasta que ese feminismo de red
social adolescente no evolucione de una forma intelectual integradora, en la política,
en ensayos, en debates, no se podrá desmontar el patriarcado ni hacer una
pedagogía real que cambia nuestra identidad cultural y rol social. Por desgracia
para ello necesitamos gente más parecida a Clara Campoamor que a Barbijaputa, Cada época tiene sus taras.
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