“Hurra por la hermana que salta desde un aparcamiento de varias plantas y lleva ropa interior sin combinar. Hurra por imaginar un entierro al que van Harry Potter, las últimas vaquitas marinas y los dos Murakamis. Hurra por dormir hasta tarde, las cervezas para desayunar y los universos paralelos donde todo es un poco mejor. Hurra por los tatuajes importantes hechos con tinta de boli y aguja de coser. Hurra por el padre que vive en una tienda de campaña y por la madre que siempre dice «yo también tengo derecho a salir». Hurra por la huida a París, Berlín y Barcelona. Hurra por la única chica que te entiende. Hurra por Ben Brooks, que brinda la historia del duelo por una hermana en una familia que es la versión desesperada e hilarante de las de Salinger. Hurra, tres hurras, por «Hurra», su novela más emocionante, tierna y desesperada.”
A veces hay que tener esperanza, leer críticas, ver a esos booktubers y dejarse aconsejar sobre algún autor contemporáneo que tenga algo de talento. Eso hice hace unos días y todos coincidían en un nombre: Ben Brooks. Un chico bastante prolífico si tenemos en cuenta que con veinticuatro años ya ha publicado cuatro novelas y se le está comparando con Salinger, Welsh y Palahniuk. Hablan de él como si fuera un enfant terrible (nació en 1992) que conoce a la perfección a los jóvenes de ahora, aunque aporta una visión quizás demasiado sesgada. Veamos un extracto de una entrevista: "Es lo primero que hago cuando me despierto [beber], justo después de revisar el correo. Normalmente estoy en la cama durante horas haciendo eso. Luego voy a por comida, cerveza y pitillos. Vuelvo y leo o trasteo en internet. Cuando Renata, mi chica, regresa, vemos pelis y luego ella duerme y yo me voy al bar o bebo en la cocina. Esa es mi vida.”
Con estos mimbres como mínimo esperaba disfrutar de algo un poco más interesante que otro Bukowski adolescente y atormentado. Pero me temo que no ha sido así: personajes simples dedicándose a drogarse y beber continuamente, sin explicaciones ni matices, una especie de nihilismo mal entendido insustancial y estéril. Además Brooks nos deleita con descripciones detalladas de todas las vomitonas y diarreas de los protagonistas. El personaje más interesante es Ellen, quizás porque solo aparece a través de borradores de cartas de suicidio. Frases cortas, lenguaje sencillo, capítulos estructurados como si fuera un blog, o tuviéramos solo dos paradas de metro para leer cada día. El libro y sus personajes avanzan en una especie de sueño febril incoherente y aburrido, no empatizas, no te divierten, ni siquiera como payasos que gesticulan sin voz en una carpa vacía. Como retrato generacional es una mierda, pero entiendo que si tienes quince años y acabas de leerte por tercera vez Harry Potter, quieras cambiar un poco. Pero, en serio, comparar esto con Salinger -y mira que no soy precisamente fan de este autor-, o incluso hablar de retrato generacional es, como mínimo, ridículo.
Y va en contra de mis principios escribir una crítica negativa porque creo que es mejor invertir tu tiempo en aconsejar sobre esos pocos libros que merecen la pena, pero también, de vez en cuando, hay que hacer advertencias. Y mi advertencia es la siguiente: ser joven no implica que tengas talento. Escribir una versión torpe y pajillera de una familia al estilo Shameless no te convierte en Bukowski. Que muchas personas digan que algo es bueno lo único que prueba casi siempre es que no merece la pena y que su única virtud es ser accesible. Y por último: intentar escribir algo polémico no lo convierte en subversivo, más bien en una tonta y aburrida concatenación de tacos y escenas escatológicas.
Si este es el cuarto libro, joder, no quiero ni imaginarme cómo será el primero. Dicho lo cual, enlazo con la reseña de “Partir” de Lucía Baskaran de Tamara. No es que sea mucho mejor, pero al menos no lo he devuelto después de leérmelo.
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