Tampoco importa demasiado. El problema es reinventar tus obsesiones. Pongamos por ejemplo la escritura: tenemos nuestra zona de confort, nuestros temas favoritos, nuestra jerga y metáforas adoctrinadas. Pero pasan los años y no hay cambios. Como todos esos jóvenes poetas que asolan las librerías desde hace algún tiempo: quizás tienen talento, pero todos escriben sobre el desamor y el sexo con una cursilería almibarada adolescente. Afilan las metáforas, pero cuentan una y otra vez lo mismo, regurgitándose unos a otros. Y entiendo que es complicado madurar, crear algo diferente, hacer poesía política, social, ser minimalista sin perder la esencia -como Carver-, supongo que es difícil no dejarse llevar por la inercia actual, por el público aborregado. A fin de cuentas el único problema es que te aburres a ti mismo. El único problema es que la mayoría de las veces solo tienes claro lo que NO quieres hacer, pero desconoces dónde quieres dirigirte. Todo lo digo sin acritud, soy un cliente, un lector desilusionado.
A fin de cuentas como escritor mi obsesión está palideciendo. Ni siquiera tengo miedo de convertirme en un zombi, lo veo casi como una formalidad, ahora que tengo más tiempo libre apenas actualizo, ¿qué sucederá más tarde? Soy demasiado indolente, un fraude, una foto en blanco y negro, letras sin voz perfilando pequeños atajos en la anhedonia. Como la situación de mi ordenador, ¿no os he contado mi pequeña aventurilla? Al parecer la última actualización de Windows 10 a veces provoca que la pantalla se ponga en negro y solo se vea el cursor del ratón. Y no sabía cómo solucionarlo. Y al final he formateado. Y ha sido todo una estúpida pérdida de tiempo. Pero estaba instalando un disco duro antiguo y me he encontrado una carpeta marcada con la frase “scribentes per singulos dies”, una especie de mantra que tenía hace un par de años. Marcar todos los días con alguna línea. Quizás quería parecer más inteligente. Querer. Querer. Querer. Todos queremos cosas, pero rara vez las conseguimos.
También he encontrado un conato de novela, cien páginas, periplo de madrugada. Pecados pretéritos. Imaginaos la culminación de tópicos: novela coral, casi todos los capítulos en primera persona, varios personajes, muchas historias, uno de los protagonistas llevando una vida a salto de mata, mediocre e irritante, decadente y cínico. Y la ciudad como espejo de sus desencuentros, como Battle Royale psicológico. También cabe un poco de retórica romántica. Sobre la mitad de la narración él se obsesiona con una mujer… alguien atractiva a su manera, libre, histriónica, desquiciada, siempre al borde del colapso. Al final se percata de que su locura es real, pero en vez de alejarse se obsesiona más con ella, fascinado por encontrar por fin algo honesto, alejado de hipocresías y juegos de poder. Pero eso es una estupidez: la locura nunca es romántica, la locura es violenta, se convierte en amor obsesivo y sangriento, la locura es una distopía que reacciona ante la decepción y las miserias sentimentales quemándolo todo. Y mientas el telón, las fotografías y la ciudad entera arden, solo queda reír y llorar mientras una canción intensita suena de fondo.
“Canto desnuda mi menstruación de balcón oxidado
Mientras observo el rigor mortis en tu mirada
Tu pecho necrosado tenía vocación de pavesa
Podías haber sido padre del incendio
Pero preferiste ser un árbol lleno de nieve
Una existencia llena de exilios
Un toque de queda
Semen sabor anhedonia
Eras tantas cosas en órbita cementerio
Eras tantas cosas en órbita cementerio
Que olvidaste
Que las diosas
No fuman
Cadáveres.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario