- No estás escribiendo…
- Estoy con mi tren, ¿te gusta? Lo acabo de comprar
- ¿Y desde cuando no escribís nada?
- Desde que estuve de viaje
- Quizás ya no tengas nada que decir, mira aquí te
marqué varios trabajos posibles
- No necesito que me busques trabajo, estoy bien así,
soy poeta
- ¿Qué oficio es ser poeta? Donde pone aquí: “Se busca
poeta, buena remuneración”
Vuelvo del trabajo a las
dos y media de la madrugada cansado y alienado. Está siendo un verano muy
estéril, no hay épica, no hay musa, parece que solo queda sobrevivir y no
manchar de vulgaridad los lugares comunes de reposo existencial. Pornografía:
aburrida. Alcohol: aburrido. Libros: apatía. Redes sociales: Asco. Me pongo un
episodio de “Banshee”, serie violenta, divertida e inteligente. Pero estoy
agotado, quizás mañana, ahora toca dormir, dejemos las muescas de
transcendencia para otro momento.
Pero al infierno habitual se añade que mi
vecino cani, típico gañan adolescente asiduo a los conatos violentos, tiene
novia. Pero ella vive fuera de Madrid por lo que se relacionan a través de
Skype. Es bueno que el amor entre en su vida, quizás dulcifique su naturaleza
grotesca e inútil, quizás busque trabajo, deje de escuchar reggaetón y comience
a levantar libros en vez de pesas. Pero de momento el único cambio son sus balbuceos
sentimentales hasta las cinco de la mañana. Su habitación está justo encima de
la mía, las ventanas abiertas, y él, insomne por las prosaicas necesidades
amorosas, habla y habla sobre lo mucho que la echa de menos, sobre el gimnasio,
las fiestas del fin de semana, lo incompetentes que son sus padres, sus
pequeñas aventurillas del día a día. Incluso le habla de mí, al parecer tampoco
le gusta mi música, pero por lo demás Ok.
No hay salvación para él,
está condenado a la estupidez, quizás matarle sería una buena acción, como
acabar con el sufrimiento de un animal atropellado. Pero no hay que ser
soberbio, todos caemos alguna vez en las garras de paraísos perdidos, que
disfrute de su amor de verano. Así podré escribir un poco más. Beber un poco
más. Borrar el miedo, el ruido que hacen las mentiras, esas órbitas cementerio
de idearios que no funcionan. Incógnitas, ¿es el odio fácil, el amor imposible y el sexo
una estafa? ¿Es la belleza solo una fachada de carne inútil? Escribir es
esforzarse en escuchar solo la voz del homicida, ese pájaro que corteja
espejismos detrás de mis ojos, mientras intentas sobremorir entre el milagro y
el castigo, entre los huecos eternos y la lealtad del viento.
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