El día transcurre
lentamente. No hay nada que hacer. Solo calor e idiotez. No hay libros. No hay
música. No hay brillo. Soy un deshecho de huesos y carne. Algo que no serviría
ni siquiera en un matadero. El aborto sin energía de un error. Salgo a correr. No
debería, tengo molestias en la rodilla, pero necesito el dolor y las
endorfinas. Empiezo a un ritmo fuerte. Diez minutos. Veinte. Media hora. Cuarenta
minutos. La música atronadora a través de mis auriculares, mi cuerpo vomitando impurezas...
por un rato no necesito pensar en nada. Pero la desconexión dura poco, no estoy
en forma, soy un animal viejo, disecado, inútil. Llego a casa. Me ducho. Me afeito
las pelotas. Quiero que estén suaves para su lengua. Al salir confronto el
espejo, ¿hay alguien ahí dentro?
Voy a mi habitación y sigo haciendo ejercicio.
Pesas. Abdominales. Flexiones. La desconexión. Tendría que comer algo,
alimentar este cuerpo que me asquea. Saco unas cervezas y empiezo a beber. Escucho
música. Kase.O Jazz Magnetism. Buen disco. Buenas letras. Debería de escribir
algo. Algo nuevo. Pero es imposible. La noche se abate con excesiva lentitud
sobre mí. Los ruidos beodos de la calle. El estupor de la cerveza. Estoy rabioso.
Doy un puñetazo a la pared. Dolor. Bien. Golpeo de nuevo. Otra vez. Otra vez. Los
nudillos se resienten, ¿es esta la única forma de sentirme vivo? Los fantasmas
crecen como una plaga en mi cabeza. Como unos versos que nunca se acaban. Como la
súplica de una chica que no sabe amar y tampoco estar sola. Vuelvo al
ordenador. La barra espaciadora no funciona bien. La vista me molesta. Empiezo a
ver porno, lo más hardcore que puedo encontrar. Humillación. BDSM. Crueldad con
la carne. Cosificación. Agujeros lubricados, oficio instrumental de la
epidemia. En el vídeo ella grita, llora, dilata como una rima borracha, como un
fiasco de sinapsis. Mi mano se enamora de la fricción, pero el orgasmo que llega
es un ahogo lento, estéril. No sirve de nada, ni siquiera me tranquiliza, solo
me llena de rencor.
Oigo gritos en el papel,
derramo cerveza sobre ellos pero no se apagan. La ciudad es un abrazo que
perdió la cordura hace demasiado tiempo y ahora derrumba su odio sobre nosotros, Atlas
hace tiempo que abandonó su puesto, nadie sostiene el mundo. Mastico anzuelos,
abismos, señuelos, sueños… la carne abierta me sonríe.
Bella decadencia. No sé cómo te las arreglas para enlazar las imágenes perfectas de la putrefacción. Te adminro mucho. Pero me muero dela envidia. Quisiera robarte las neuronas, trasplantármelas para poder expresar con palabras lo que a mi solo me sale con dibujos.
ResponderEliminar