Como en otras ocasiones te arrodillas ante mí y te ofreces. Alargo la
mano hacia la mesilla, hacía el vaso, hacia el malditismo del nunca jamás,
hacia esa disciplina del borracho y su necesidad de grito sordo. Un trago largo.
Nos inmolamos dentro de una fábrica, de una oficina, ¿para esto? No lo sé,
siempre he sido el payaso, el torpe, el que llegaba siempre tarde a su propia
vida. Pero, ¿qué importa? Mereces mi erección. Mereces que mi polla entre en tu
cuerpo como un puto ejército invasor dispuesto a violar tus escrúpulos. Sin
banderas blancas, sin capitulaciones. Hay que provocar una masacre, dejar un
recuerdo imborrable, un milagro de aristas y otoños.
Porque quieres ser musa. Y vienes, como en otras ocasiones, con la
mirada emputecida de diosa. Con falda escasa y ropa interior a juego. Subiendo
y bajando por mi polla con esa boca de maquillado frenesí. Una boca que es el
corazón vivo del mundo. Tú, que arqueas la espalda hermosa en tu entrega, que
eres como una canción de Nacho Vegas, como un aplauso en un museo cerrado. Tú…
que a pesar de todo ello, no consigues que se me ponga DURA.
Me miras con impaciencia. Pero sigues. Tu ropa interior se despliega
sobre la cama como un animal herido. Pero todo es fútil. Nada funciona. La música
se agrieta. Los perros ladran cuchillos. Las maquinas deciden nuestro destino. Los
halcones son destripados por los cuervos. El cementerio de elefantes se convierte
en el centro comercial de los ejércitos que han pisoteado nuestros sueños de
singularidad. Hemos perdido la belleza, hemos sido asesinados por la
normalidad.
Y me gustaría deshacerme de mi vulgaridad. Sacar las cuerdas. Dibujar
hematomas en tu piel con cada azote. Deslizarme por el carmín de tus labios. Desgarrar
tus bragas y utilizarlas para ahogar tus gemidos. Morderte los pezones mientras
te miro a los ojos. No dejar que los recuerdos hagan trampa. Los dos sabemos, o
antes creíamos saber, cómo perdernos el respeto en la cama. Cómo follarnos el
corazón y ensuciarnos entre cuchillas de afeitar, charcos de semen y bombillas
a punto de explotar. Sin embargo, ahora lo único que nos folla es el silencio. El
único golpe es tu atroz portazo de despedida. El único juego posible: seguir
vivo.
Para fulminada yo.
ResponderEliminarEste texto es diferente, pero igual de contundente. Y tremendamente sexi.
pd. Emputece leerlo... ¡ éso es!
ResponderEliminarNo hay más remedio.
ResponderEliminarBesos.
Bonita entrada, enhorabuena, R.
Y tú guapa, que buscas aquí?
EliminarPues leerte, no te digo¡¡¡
EliminarQué cosas tienes¡
Besos.
Siempre te he dicho que escribes bien, por que pasa es que bueno, de vez en cuando se te va al santo al cielo.
Un abrazo.
"(…) ella es buena ella es buena persona de eso no cabe la menor duda nadie lo podría negar pero de qué le vale pienso porque sé que a ella le gusta el sexo y no tiene ningún problema y por esta cama han debido de pasar treinta mil cerdos que sólo querían echar los gordo como yo acabo de hacer pero por alguna razón basta estar con ella diez minutos no en realidad tal vez necesites una noche para darte cuenta de que nadie la querrá jamás de que puede derrochar amabilidad y simpatía y sinceridad pero a nadie le importa eso un carajo su cuerpo es como una estación de servicio por la que todos paran cuando lo necesitan y lo único que quieren es que ella les haga correrse y todo lo demás se la sude un triunfo pensará alguno de esos imbéciles acaso sea el único polvo que echen en meses sin tener que pagar (…)"
ResponderEliminarFragmento del libro "Política de hechos consumados" de Nacho Vegas.
Entre las subastas, la bebida, el trabajo, y la colonia sentimental ciclotímica que me visita, ¿usted cree, bella dama, que tengo tiempo para escribir? ;)
EliminarUn beso.
Puede ser que el aislamiento de ciertos prejuicios se encuentre un equilibrio mentalmente sano, aunque para otras situaciones quizás sería mas recomendable plantearse el tenerlos. Un texto descarnado, que rompe la burbuja en la que se cobija el cinismo.
ResponderEliminarTe beso escritor, palabra a palabra.