Como uno de los principales exponentes del esteticismo inglés del siglo XIX, Oscar Wilde considera el arte la pura exaltación y búsqueda de la belleza alejada de cualquier filosofía utilitarista. Esta concepción choca radicalmente con las nociones victorianas que consideran al arte un instrumento de educación moral o cívica. El esteticismo proclama la autonomía del arte, afirmando que la utilidad lo somete y esclaviza; y precisamente es la inutilidad lo que lo libera. En el prefacio del libro Wilde defiende que el artista puede utilizar entre sus materiales la moralidad, pero no someterse a ella. La obra de arte, según Wilde, se juzga y es válida solo por su belleza: «Un libro no es, en modo alguno, moral o inmoral. Los libros están bien o mal escritos. Eso es todo», «el arte es inútil; el artista no pretende convencer, demostrar, educar»
Para Wilde, así como para otros destacados del esteticismo, el dandy encapsula el ideal del esteticismo como forma de vida puesto que busca hacer de su vida una obra de arte: lo distingue su amor por el arte, la búsqueda de belleza, placer, refinamiento y conversación encantadora. Lord Henry Wotton es quizás quien mejor le representa en este libro. El dandy necesita una audiencia para la cual actuar, necesita de espectadores, pero esta dependencia resulta peligrosa puesto que la audiencia puede volverse contra él. La propia biografía de Wilde es el mejor ejemplo: el púbico victoriano le recibía en sus salones como un héroe, como una gran literato e intrigante socialité. Este mismo público fue quien, más adelante, le abandonó y vituperó tras su juicio y condena por sodomía. Este juicio le llevo a la cárcel, y luego murió solo y desahuciado unos años después en París.
La curiosa paradoja de la novela es que al principio parece querer defender los ideales del dandy y el esteticismo, la independencia del arte frente a la moralidad, pero al final aparece una terrible y clara lección moral sobre las consecuencias de vivir entregado exclusivamente a los placeres hedonistas. Como si Wilde despreciaba el utilitarismo victoriano del arte didáctico, pero no por ello pudiera evitar ser moral. O tal vez solo fuera el miedo a la censura y la reacción del público. Aquí pecó de iluso, porque a pesar de todo, la primera versión de su novela, publicada en Lippincot’s Monthly Magazine en 1890, fue tachada de vulgar, sucia, envenenada y vergonzosa. Entre otras cosas tuvo que retirar el material todo el material homoerótico que hacía explícita la naturaleza amorosa de los sentimientos del artista Basil Hallward hacia el joven Dorian Gray. Precisamente hace unos años la editorial Reino de Cordelia publicó en España esa versión original y sin censura.
Como curiosidad final el venenoso libro francés que corrompe a Dorian Gray está basado en la novela “A contrapelo” (1884) de Joris-Karl Huysmans, que junto al libro de Wilde y “Hedda Gabler” (1891) de Henrik Ibsen, forman el tríptico literario más destacable sobre el esteticismo. En resumen, un libro indispensable, como casi todo lo que escribió Oscar Wilde, y un placer intelectual de alto nivel.
Como también soy fanático de los cómics, encontré esta novela gráfica del excepcional Enrique Corominas. Es un archivo .cbr, os bajáis un programa para leerlo en el ordenador (CDisplay), y con la barra espaciadora o el ratón vaís pasando las páginas. Si os gusta compradlo, yo lo tengo y merece la pena.
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